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Génesis lo miró con atención y sorprendida también

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Génesis lo miró con atención y sorprendida también. Que él estuviera así frente a ella, era mucho más de lo que habría esperado de aquel maravilloso hombre.

―Eres lo que estaba esperando tener en mi vida y no pude negar que desde que te vi por primera vez, algo en mí surgió ―le dijo mirándola a los ojos―, más nítido lo sentí cuando estreché mi mano contra la tuya cuando me presenté ante ti. Y sé muy bien que fue de la clase de electricidad que no se siente con ninguna otra persona más que con la correcta. Te amo, Génesis ―expresó con sinceridad y sin titubeos―. ¿Quieres casarte conmigo? ―formuló con seguridad y claridad para luego abrir la pequeña caja y mostrarle el perfecto y precioso cintillo.

―Te amo también, Tiziano. Y acepto casarme contigo ―le respondió con una enorme sonrisa y un brillo especial en sus ojos también.

Él se irguió de nuevo y quitando el anillo de la cajita, se lo colocó en el dedo correspondiente. Todos volvieron a aplaudir y gritar cuando vieron que él terminaba por ponerle el anillo y la besaba con cariño mientras la sujetaba de las mejillas.

Cuando se separó de la joven, miró a su mejor amigo.

―Sé que no querías esto pero lo lamento, amo a tu prima.

―No te preocupes Tiziano, entiendo. Y comprendí que la querías desde aquella tarde que hablamos ―le contestó con una sonrisa―. Felicitaciones a los dos.

Alejo abrazó a su prima y luego le dio un beso en la frente, estaba feliz por ella y por saber que había conocido la felicidad que se merecía tener. Los demás de a poco fueron felicitando a la pareja.

Los tíos de Génesis, los padres de Tiziano y la hermana junto con su marido saludaron a los dos también.

―¡Al fin te decidiste idiota! ―le gritó con alegría y de manera cariñosa Brunella a Tiziano para luego abrazarlo.

―Hace meses que lo decidí pero no encontraba el momento adecuado para que todos lo presenciaran. Incluso tuve que esperar para que las uvas estuvieran a punto.

―Sí sí, lo entiendo pero a veces los hombres son muy lentos e imbéciles en no darse cuenta la mujer que tienen al lado.

―Lo sé bien hermana ―le contestó con una sonrisa y abrazándola.

Stefano fue directo hacia Génesis y ella se puso de cuclillas para estar a la altura de él, lo único que el niño le hizo, fue acercarse más y darle un pequeño beso en la boca a la joven, en señal de alegría porque para él, ella era como una madre y la llamaba como tal. La muchacha quedó sorprendida y a la vez reconfortada por el atrevimiento que tuvo el pequeño, se le aguaron los ojos cuando lo miró y al abrazarlo, lo levantó en sus brazos.

La fiesta continuó con la cata de cada botella de la colección para las personas que bebían alcohol. Mientras ambos primos mantenían una charla, el niño se había quedado dormido en los brazos de ella, recargando la cabeza en uno de sus hombros.

De Margaritas y Un Amor italiano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora