4.

3.5K 504 182
                                    


YoungJae se lamió los labios, ligeramente incómodo. Intentaba no tropezar con sus propios pies mientras mantenía la mirada clavada de éstos, preguntándose si el chico a su lado vería muy infantil el que se pusiera a saltar las rayas una a una. Era una costumbre que había adquirido desde pequeño y aún a sus diecisiete años no se le quitaba con nada. Generalmente no le avergonzaba, pero por alguna razón le importaba lo que tenía que decir JaeBum al respecto, lo cual era absolutamente estúpido porque ni siquiera lo conocía y además de eso, el pelirrosa hacía lo que se le apetecía.

Justo como ahora, que se había puesto a saltar en cada cuadro como si le hubiese estado leyendo la mente. Canturreaba por lo bajo con una voz sorprendentemente bonita, adelantándose bastante hasta que estuvo a varios metros de él y sólo entonces le regaló una brillante sonrisa mientras le llamaba con una mano para que se uniera a él.

¿Y quién era YoungJae para negarse?

Así que imitó sus movimientos, soltando carcajadas sin razón, sin saber por qué se sentía tan alegre por estar compartiendo eso con alguien.

Cuando llegó a su lado, se había relajado lo suficiente para caminar con tranquilidad e ignorar el hecho de que JaeBum se había propuesto acompañarlo a casa sin siquiera consultárselo. El silencio volvió a caer sobre ellos, esta vez más cómodo de su parte, porque su compañero no parecía haber sentido nada de la tensión que se construía a su alrededor. JaeBum parecía esquivar inconscientemente todo lo que no le ayudara.

Volvió a pasar su lengua por sus labios. No sabía si sería adecuado indagar en su pasado; desde el comentario que había soltado JinYoung le carcomía la curiosidad. No conocía a JaeBum lo suficiente para saber cómo reaccionaría pero, de nuevo, las preguntas ayudarían con eso.

—Adelante —la suave voz del chico interrumpió su pequeño debate—, puedes preguntar.

YoungJae le miró espantado, lamentando ser tan obvio en ocasiones. Quería pedirle disculpas, pero la amigable sonrisa de JaeBum le decía que todo estaba bien y no había problema alguno con ser tan chismoso.

—Uhm —jugó con sus dedos antes de tomar aire y soltar lo primero que se le vino a la cabeza—, ¿estás bien con tu familia actual?

Por la expresión de JaeBum, dedujo que esa era la última pregunta que se esperaba. Su boca ligeramente abierta y sus párpados moviéndose rápidamente gritaban confusión.

—Lo estoy —dijo finalmente, sus ojos cálidos—. Ellos son geniales. Me hacen feliz.

YoungJae sonrió tímidamente, contento con la respuesta.

—Me alegro —dio un ligero apretón en su brazo—. ¿Te importa si te acoso un poco más?

—Adelante, nada de lo que hagas se igualará a lo que tengo planeado para ti.

—¿Perdona?

—Nada, que puedes preguntar —sacudió las manos.

YoungJae le arqueó una ceja, devanándose los sesos en busca de algo que no tuviera que ver con "¿por qué tardaron tanto en adoptarte?". Sus consultas tenían límites de sensibilidad que no planeaba pasar aún.

—¿Quién te cuidaba en el orfanato? —fue lo mejor que se le ocurrió, pero cuando salió de sus labios se encontró expectante.

—Una mujer a la que llamo Tita. Ella era muy extraña —viniendo eso de él, YoungJae no quería ni imaginarse a la mujer—, pero también muy buena. Me tenía mucho cariño y yo a ella, suelo extrañarla en ocasiones, así que visito seguido el orfanato. Dice que está harta de verme pero en su habitación tiene recortes míos de mis sesiones de fotos.

—¿Sesiones de fotos? —preguntó—. ¿De esas de niño donde tienes traje de marinero?

—No —sacudió la cabeza, alzando los ojos hasta caer en el hogar frente a él. Se sorprendió cuando se encontró con una casa de un rosa pálido, de ventanas blancas y flores abundantes colgando de macetas ancladas al techo del pórtico. Veía luces de navidad apagadas aferradas a troncos de árboles, uno de ellos de cerezo que llenaba el suelo bajo sus pies de flores preciosas. Estaba encantado—, soy modelo.

—¿Es así? —YoungJae subió los escalones del pórtico y abrió la puerta de su casa mientras dejaba a JaeBum fascinarse con la vista—. Eso es increíble, me gustar... ¡Ah!

Su grito tronó en toda la calle con tanta fuerza que el corazón de JaeBum se detuvo por un segundo antes de golpear su pecho en busca de qué le había hecho reaccionar así. Cuando vio una rata escaparse entre los pies del pelinegro, que daba saltos como un maniaco, sólo pudo fruncir el ceño.

YoungJae, con una mano en su pecho, le invitó a pasar. Él le acompañó, sus ojos siguiendo el camino por el que se había escapado el animal.

El pelinegro caminó hasta la cocina y abrió la nevera, sirviéndole un poco de jugo de fresa. JaeBum aceptó con un "gracias", agarrando el vaso con ambas manos y llevándoselo a la boca. Era una imagen que YoungJae quería capturar en su teléfono porque se veía absolutamente adorable y encajaba de una manera impresionante con la decoración en tonos pastel de su cocina.

—Yo tenía un ratón —comentó el pelirrosa de repente. YoungJae se giró de donde estaba buscando su recetario para prepararles un postre, dispuesto a escuchar qué anécdota soltaría—. Tita me lo trajo. Lo encontró en la calle; no tenía pelo y su cola estaba cortada. Dijo que como no tenía pelo era más sano —bebió otro sorbo—. Yo lo llamé Turus, porque creía que así se llamaba el ratón de La casa de Mickey Mouse —YoungJae ahogó una risa en parte enternecida, en parte divertida—. Era mi mejor amigo, se trepaba a mis hombros y dormía conmigo. Era muy obediente.

—¿Y qué pasó con Turus? —sus ojitos entrecerrados por la amplia sonrisa que se le había dibujado.

—Tita lo pisó por accidente, ¿y sabes qué me dijo? —YoungJae negó incrédulo y él, imitando un acento de alguien que está acostumbrado a las cosas buenas de la vida, soltó—: "Sólo era un ratón, Bum. Algún día tenía que morir".

No se sentía triste, pero sí un poco desanimado. Ese ratón había sido su primer amigo porque los niños del orfanato generalmente lo evitaban; JaeBum siempre mantuvo en su cabeza que lo hacían porque no aguantaban que fuera tan bello cuando ellos eran horrendos. Ese pensamiento perduraba hasta hoy y no se iba a ir hasta el día de su muerte y, quizá, más allá.

Saltó un poco cuando YoungJae volvió a apretarle el brazo en apoyo. No estaba acostumbrado a que lo tocaran, tampoco a tocar, pero que el muchacho frente a él lo hiciera no le molestaba. YoungJae olía a bebé, a limpio, su tersa piel no tenía ninguna impureza y era suave como el terciopelo. Él quería acostumbrarse a su toque.

—Lo siento mucho.

—No lo sientas —encogió los hombros. YoungJae, aún preocupado, le dio la espalda para sacar los ingredientes necesarios. JaeBum se permitió un lento recorrido de arriba abajo, mordiendo la yema de sus dedos—, me siguen llegando recompensas.


  🍒 🍒🍒🍒🍒🍒🍒 

Mañana es mi último examen y espero poder hacer algo con cheer up porque tengo tantas ideas pero también un colapso. No logro escribir nada bueno y me quiero matarrr.

Ni siquiera pude activar como para responder comentarios. Si termino reprobando voy a quemar la universidad, no se diga más. (!!!)

MUCHAS GRACIAS POR LEER/COMENTAR/VOTAR. YA LES ADOPTÉ EN MI CORAZÓN, ME ENCANTAN. Hasta la próxima, asñfkskd.

pink as my dickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora