7.

3K 516 121
                                    



Clase de matemáticas. La desgracia de YoungJae y alegría de JaeBum. Tener un cerebro capaz de comprender un montón de cosas debía de ser el cielo.

O eso pensó, pero después de cuatro días hablando con el chico, notó que aún con ese cerebro a JaeBum se le escapaban bastantes cosas sobre cómo interactuar con la gente, por ejemplo. Parecía perdido en lo que respectaba a actitudes normales y amistosas, incluso interesadas, pero eso era extrañamente refrescante. Exasperante también, pero agradable de todos modos.

—Podrán salir temprano si hacen el ejercicio siete, ocho y nueve. Tráiganmelos, les firmo y ya se pueden retirar —anunció el profesor, recibiendo algunos vítores y varias quejas porque muchos parecían no haber entendido la lección. YoungJae miró su cuaderno, sus ojos en blanco.

—¿Lo vas a hacer? —preguntó JaeBum que tenía los brazos cruzados detrás de su cabeza y se balanceaba con pereza en su silla.

—¿Cómo lo voy a hacer si no entiendo nada? —protestó. El pelirrosa encogió los hombros, desinteresado, y YoungJae estuvo a punto de darle una palmada en la cara en su frustración cuando se le ocurrió una mejor idea—. ¿Lo haces y te invito el almuerzo?

JaeBum resopló una risa, primero mirándolo a él, después mirando a su derecha, al techo y por último regresando sus ojos hacia el pelinegro, todo esto sin detener los extraños resoplidos. YoungJae le arqueó una ceja, divertido por su reacción, y entonces el chico le extendió la mano.

—Pásame los ejercicios. Tenemos un trato.

O tal vez no estaba tan perdido con ciertas actitudes.

Apoyó su mentón en la palma de su mano, observando cómo JaeBum resolvía todo con fluidez y sin pausas; el chico era una calculadora y la misma Wikipedia andante. Todavía recordaba cómo al segundo día de conocerlo le comentó algo relacionado a las brujas de Salem y él le había salido con todo un debate sobre la iglesia católica y la cacería de brujas, sobre cómo por el simple hecho de que tuviera lunares le podrían lanzar a la hoguera para luego perderse un momento en el cuello de YoungJae y ese lunar que tenía justo en medio de éste.

Todo un caso.

—JaeBum —llamó y el chico le respondió con un "¿mh?" concentrado—, cuéntame qué hacías en el orfanato para divertirte.

—Solía pelearme con un niño que vivía en la casa de al lado —borroneó algo y volvió a la carga, no perdiendo el ritmo mientras le hablaba—. Nos tirábamos pomelos enormes porque él decía que como las ramas daban hacia su casa, el árbol era suyo, pero el árbol crecía de nuestro lado —explicó con sus ojos ahora clavándose en YoungJae, buscando su aprobación, a lo que el pelinegro sólo asintió cómico—. Entonces se desataba una guerra campal hasta que un día yo no me sentía de ánimos y sólo me recosté al lado del árbol, y ese rastrero ser me lanzó la fruta y estaba tan enojado que le tiré una piedra. No sé si quedó más tonto o le arreglé un poquito la cabeza, pero obtuvo una rinoplastia gratis.

—¿Se la tiraste a la cara? —YoungJae sentía que debía regañarlo, pero la risa le ganaba. Tal vez no estaba preparado para ser un adulto aún.

—Yo no estaba de humor y él vino a tocarme los cojones. Demándame —ladeó la cabeza y extendió una mano para que YoungJae le pasara la regla y pudiera dibujar los planos. Lo hizo con gran precisión, no errando punto alguno.

—¿Qué otra cosa hacías además de desfigurar a los niños?

—Si me pones esas restricciones, eliminas más de la mitad de mis anécdotas —esbozó una sonrisa burlona y su lápiz marcó otro trazo, su brazo extendiéndose hasta salir de la mesa. YoungJae pensó que era la vida imagen de Light Yagami cuando condenaba a los malvados en su libreta, los mismos ojos locos y la malicia saliendo por cada poro—. Uhm, dibujaba y pintaba. Tita tiene algunos de mis dibujos, otros se los vendí a un señor por cinco dólares; creo que se exhiben en algún lado.

—¿Qué rayos? ¿Tomaron crédito de tu obra?

—Claro —sonaba desinteresado—, y yo comí unos buenos chuches. Todos ganamos.

—Pero ¿eso no te enoja? —estaba incrédulo.

—La verdad es que no, fue un trato justo en su momento y me alegra que le haya gustado lo suficiente a la gente para pujar por él. Eso no quiere decir que sea bueno, porque hoy día las personas compran hasta un chicle pegado a un lienzo, pero ya sabes qué quiero decir —dejó los elementos sobre la mesita y volteó hacia él—. Terminé.

—¿En serio? —se asomó y parpadeó varias veces. Todo estaba hecho y perfectamente ordenado. JaeBum tenía una letra preciosa—. Oh, wow, gracias.

—Quiero carne —fue todo lo que dijo antes de apretar el brazo de YoungJae, una idea rondando en su cabeza. El chico se extrañó—. Ven a comer a casa hoy. Mamá se pondrá loca cuando vea a alguien que no sea JinYoung llegar.

—Claro, ¿a qué hora? —accedió fácilmente porque, a pesar de lo rarito que era JaeBum, contaba con que no lo asesinaría a la luz del día en uno de sus extraños ataques. Además, JinYoung seguro había ido a su casa más de una vez.

—Después de salir. 

—¿Eso no será un problema para tus padres? —preguntó preocupado.

JaeBum bufó.

—Son capaces de ir corriendo a comprarte lo que se te antoje con tal de que te quedes. Créeme.

—Entonces déjame entregar esto y nos vamos, ¿qué dices? —JaeBum le dedicó una amplia sonrisa como respuesta y se colgó la mochila en el hombro, dirigiéndose a la entrada.

—Im —se detuvo en seco, sabiendo lo que se venía—, no me entregaste tu tarea.

—Se la comió mi perro.

—Tu tarea de ahora.

—Me la habré comido yo, igual que a su herm... —YoungJae llegó y le pegó una colleja con la furia de mil titanes, mandando su cabeza hacia adelante y desequilibrándolo. Abrió la boca con indignación hacia el pelinegro que tenía los brazos cruzados y golpeteaba el piso con un pie. YoungJae sólo le arqueó una ceja y él ya volvía a su asiento, refunfuñando por lo bajo—. Ya le entrego la tarea, le entrego ést...

—JaeBum.

—¡Ya voy! —sacó sus útiles y le pidió prestado a YoungJae su cuaderno para copiar y así poder apurar todo. El pelinegro se apoyó en la mesita con una sonrisa socarrona—. No llevamos ni una semana saliendo y ya estás mangoneándome.

—¡No estamos saliendo!

—Eso no es lo que le dije a mi madre —replicó.

YoungJae se espantó.

—Yo así no voy a tu casa. No y no —sacudió su cabeza de lado a lado. JaeBum seguía escribiendo sin alterarse.

—El clóset era demasiado estrecho para ambos, así que cuando salí yo, aproveché para liberarte. De nada.

Los colores volvían a la cara de YoungJae, ahora de un rojo furioso.

—Tú... ¡cabeza de chorlito!

—¡No me digas cabeza de chorlito!

—Bien, ¡cara de culo!

—¿Para qué te imaginas un culo en mi cara cuando puedes verme el mismo?

YoungJae se calló, mirándolo fijamente mientras golpeaba la punta de su lengua dentro de su mejilla, realmente irritado.

—¿Tienes un botón de apagado?

—Sí —JaeBum sonrió—, ¿quieres encontrarlo?


pink as my dickWhere stories live. Discover now