9.

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Celeste, dejá de leer mis cosas.

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El almuerzo fue interesante. YoungJae se había encargado de llamar a su mamá para avisarle que no iría a comer con ella, así que por ese lado todo estaba bien... aunque, por otro lado, JaeBum y su madre parecían tener su propia guerra personal de la que él no estaba enterado. Se disparaban miradas fulminantes (de parte del pelirrosa) y pícaras (de parte de su madre), pero la que sí compartían era la de desafío.

¿Qué se estaba desatando en la familia Im?

—¿Y cómo va mi bizcochito en la escuela? —preguntó animadamente la señora, embarrando queso en un panecillo y viéndose como en un comercial de los ochenta con sus rizos yendo de acá para allá con el vaivén de su cabeza. JaeBum arqueó una ceja porque su madre estaba al tanto de que él no tenía problemas con las clases. Es más, él era el mejor de ésta. Qué va, el mejor del instituto.

—Tú sabes que yo...

—Le pregunté a YoungJae —manteniendo la sonrisa, masculló. El pelinegro tragó la pasta.

—Oh, él es excelente. Me ayuda mucho con las materias que no entiendo —como ese mismo día, por ejemplo, cuando se había tildado en matemáticas—. Estoy muy agradecido.

—¿Y qué tal le va a la hora de socializar?

Ah, así que ese era el punto que quería tocar.

Apenas abrió la boca para protestar, su madre le pisoteó el pie debajo de la mesa. Había sido una desventaja sentarse delante de ella sólo para poder estar al lado de YoungJae. Tenía que pensar más con la cabeza y menos con el corazón.

«Oh, soy todo un romántico.»

—Él...

—Siguen teniendo envidia de mis triunfos tanto en lo intelectual como en apariencia. No pueden manejar el que sea más bello que todos ellos —es increíble que diga todo eso en serio, pensó YoungJae— y que, de paso, la marca para la que trabajo haya crecido más gracias a mí. ¿Qué puedo decir? No puedo culparlos; de ser igual de mediocre, tampoco querría ser opacado por alguien tan impresionante como yo.

—Como has notado —dijo tranquilamente la señora Im—, mi hijo es muy humilde.

—Y que lo diga...

—Pero a mí no me vengas con tonterías. ¡Es hora de que hagas amigos! —su voz obtuvo un tono formal que fue acentuado cuando ancló las manos a sus caderas, la típica posición que adoptaban las madres que estaban a punto de darte un sermón—. Tienes que cambiar esa actitud tuya, ya te lo dije. A la gente no le gusta, tienes que adaptarte. Nadie querrá estar contigo así.

¿Qué estaba diciendo su madre? Ella siempre le había recordado ser él mismo, sin importar la opinión ajena, "porque él no tenía por qué adecuarse a los demás cuando había nacido para ser mejor". Entonces, ¿de qué iba...?

Su madre le guiñó un ojo.

«¿Oh?»

Un gesto en dirección a YoungJae.

«Oh.»

JaeBum hincó el tenedor entre los fideos, enrollándolos para llevárselos a la boca con rabia fingida, todos movimientos exagerados que recreaban perfectamente el berrinche de un niño. Estaba curioso por saber el resultado del experimento de su madre, aún sin estar al tanto del fin del mismo hasta que, de repente, contra todo pronóstico y tomando por sorpresa a los presentes, YoungJae pasó su pulgar por la comisura de los labios del pelirrosa, quitando una mancha de salsa que se le había escapado y, con los ojos fijos en sus propios movimientos, dejó salir suavemente:

—Yo creo que Bumie es perfecto así como está —ahuecó con delicadeza la mejilla del chico, su mano apenas rozándolo—. No tiene que adaptarse a nadie, porque él brilla con su propia luz —los oscuros ojos de JaeBum se encontraron con los suyos y devolvió la mirada con determinación, queriendo que sepa que cada palabra que decía salía de su pecho que dolía por él—; y si las demás personas no aprecian lo increíble que es, entonces ¿para qué necesitarlas alrededor?

La señora Im no sabía si estaba más emocionada por la dulce declaración, por el hecho de que había pasado su prueba con puntos de sobra, o porque JaeBum estaba dejando que le tocara sin siquiera un gesto de desagrado. Le había costado años que se adaptara a su toque. ¿Quién era ese muchacho y qué es lo que lograba en su hijo?

  🍒  

Estaban sentados en una hamaca de hilo colgada entre dos árboles frondosos cerca de la entrada de la casa. YoungJae había lavado todos los cubiertos, a pesar de las protestas de la señora Im, y como recompensa había obtenido el jugo de naranja más delicioso que había probado en su vida. Claro que esto nunca se lo diría a su mamá.

JaeBum empujaba con su pie de vez en cuando para que se balancearan, viéndose relajado como nunca bajo la sombra que los protegía del sol. El silencio que se había instalado entre ellos era cómodo y realmente no quería romperlo, pero una duda rondaba su mente desde que había llegado.

—JaeBum —le llamó quedamente, queriendo reprenderse cuando el otro abrió con pereza los ojos. Se notaba adormilado, pero no se quejó por la interrupción de su sueño—, ¿por qué no tienes jardín?

El chico parpadeó una vez, ladeando ligeramente la cabeza hacia él.

—Tita ama el jardín del orfanato y yo solía cuidarlo con ella, planté casi todo lo que está ahí —empezó, tendiéndole el vaso de jugo que estaban compartiendo. YoungJae sorbió de la pajilla, escuchando atentamente—. Entonces un árbol de limón solía crecer hasta cierto punto y luego se marchitaba, y eso nos frustraba mucho. Ella buscó en internet y leyó que las bolas de gato servían como buen fertilizante —sus labios se apretaron a la par que sus cejas se alzaban en un gesto de "no sé si está peor el internet o mi tía".

—Ay, no.

—Ay, sí —continuó—. Llegó un día cuando yo estaba en el jardín, diciendo "conseguí las bolas" —su voz sonó tan aguda que YoungJae tuvo que suprimir una risa—, le pregunté de quién y me dijo "del gato del vecino". Entonces pensé "ah, así que de él era el llanto" —la risa salió expulsada con fuerza, no pudiendo retenerla aun sabiendo que ese era un horrible escenario. La forma en la que JaeBum contaba todo era hilarante—. Y ella tan campante —su cabeza se movió de lado a lado con los ojos bien abiertos y una sonrisa fingida de entusiasmo— se puso a plantar las bolas y yo fui a buscar al gato que se lamía donde le sangraba intentando parar todo. Cuando me acerqué para asistirle, me siseó e intentó rasguñarme. La pobre cosita estaba traumatizada —hizo un puchero inconsciente, doliéndole en el corazón el daño a los animales pero no pudiendo superar lo que llegó luego de la tragedia, así que se apresuró a contárselo a YoungJae—. En fin, les avisé a los vecinos que habían entrado unos chicos raros y ellos lo llevaron a curar. Hace poco que fui a visitarlos me enteré de que su gato es gay.

—¿A qué...? ¿Cómo sabes?

—Bueno, a falta de su propio pene, se buscó ajenos.


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Llegamos a los 400 votos y ven que yo me emociono por todo, así que acá estoy otra vez.

Un dato curioso: la mayoría de las anécdotas que están leyendo/van a leer son reales; de hecho, justo por ellas es que creé esto, y pORQUE NECESITABA A JAEBUM ROSA. Hola, la gente está muy loca,,,,

ESPERO QUE TENGAN UN DÍA MARAVILLOSO.

pink as my dickWhere stories live. Discover now