14.

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  El ojo de JaeBum había sanado, así que ahora podía permitirse salir a la calle sin temor a que lo confundieran con Quiasimodo.

Era sábado y tenía por la tarde una sesión de fotos, así que antes de ir a su tortura con nuevos rostros y constantes toqueteos, decidió pasar por el mercado para poder comprar verduras y ofrecerle comida a su madre. Le gustaba mucho la cocina... era una lástima que no supiera hacer casi nada. Culpaba a estar siempre centrado en otros temas, pero al menos intentaba poner de su parte consiguiendo ingredientes y limpiando la cocina.

Además, el lugar donde compraba todo era muy divertido. Había puestos coloridos repartidos por las calles, con campanas de viento creando dulces melodías de vez en cuando que se mezclaban con las canciones ochenteras que se oían tenuemente por todo el recorrido. Parecía un mundo completamente distinto.

Él cargaba en sus manos bolsos de tela para llevar ahí todas sus compras, rechazando completamente el plástico, mientras esperaba en un puesto de verduras para que le entregaran lo que había pedido. Sus ojos viajaban por el lugar, sólo deleitándose por la vista y el ambiente. Siempre todo era tan tranquilo y cómodo.

—¡Billetera para hombre a diez, para mujer a quince! —y, entonces, el chillido le sacó de su burbuja.

—¡Eso es discriminación! —gritó el pelirrosa, haciendo ademanes exagerados y alzando sin querer su camisa amarilla de seda. Sí, iba de seda al mercado—. ¡Maldito machista del sistema heteropatriarcal!

—Tú eres hombre —comentó la mujer junto a él que hasta ese entonces había estado viendo tomates y a él... más a él, en realidad. Ella ni siquiera sabía si era por toda su extravagancia de shorts vaqueros, zapatos con brillantina y cabello rosa, o si era por su extraordinariamente bello rostro.

—Es que hacen eso para atraer mujeres —le dijo su pareja, resentido tras haber notado a su mujer y haciendo un gesto desdeñoso.

—¡¿Para qué querría atraer mujeres si me gusta el pene?! —espetó JaeBum.

—¡Cálmese, señor!

—¡¿Ahora quiere oprimirme a mí?! ¡Lo voy a denunciar! —sus brazos estaban sobre su cabeza mientras vociferaba—. ¡Voy a denunciarlos a todos!

—Señor —la vendedora regresó con sus de verduras, cargándoselas en uno de sus bolsos con una sonrisa dulce porque ya estaba acostumbrada al muchacho—. Por allá hay pepinos, si gusta.

—Uy, sí —se dirigió con aire cantarín, dejando colgar el bolso en la unión de su codo con el brazo doblado y la palma de su mano al aire, digno de la elegancia de una dama—. Me encanta el pepino.

  🍒   

¿Por qué su madre estaba riendo tan temprano?

Levantó lentamente su cabeza de donde estaba sumergida entre el mar de sábanas esponjosas que le recordaban a los suéteres de JaeBum, abriendo apenas los ojos como si de esa manera fuera a captar mejor el sonido.

Había una segunda voz. Una muy conocida.

Ya muy despierto, bajó a trompicones de su cama y sin molestarse en ponerse las pantuflas, corrió hasta la fuente del sonido.

En la mesa del comedor estaban JaeBum y su madre con tazas de té y conversando como si fueran amigos de toda la vida, hasta con la misma pose de piernas cruzadas y dedo meñique alzado como todos unos snobs. Parecían estar pasando un buen rato, rato que se obligó a interrumpir por lo extraño de la situación.

—¿JaeBum?

El pelirrosa giró la cabeza y le miró de arriba abajo antes de esbozar una amplia sonrisa, arqueándole una ceja.

pink as my dickWhere stories live. Discover now