23.

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Ese día JaeBum destacaba por su ausencia.

¿Cómo podía ignorar el que no había aparecido en ninguna clase cuando al entrar en una habitación él era el atractivo principal? Sea de una manera u otra, por su belleza o extravagancia... o las cosas que decía. Eran pocas las veces que faltaba, y cuando lo hacía YoungJae sabía que le esperaba algo nuevo para oír que lo mandaría de espaldas al piso.

Y no estaba cerca de equivocarse.

Despidiéndose de los demás chicos con una mano sacudiéndose en el aire, se giró para emprender camino a su casa, topándose a unos metros al dueño de sus preocupaciones más absurdas junto a su pikachu en una pose de motociclista rebelde: recostado parcialmente en el asiento, pie apoyado en el escape, brazos cruzados y expresión fría. Sin embargo, al pillarlo, su saludo fue una sonrisa de dientes brillantes, ambas manos sacudiéndose rápidamente cerca de su rostro antes de extenderse en su búsqueda, su diestra ahuecando su mejilla y su pulgar rozándola en tímidas caricias.

—Bueno —inició sin pausar su toque—, le rompí la pierna a un niño.

Y el ambiente se fue tan rápido como llegó.

—¡¿Que hiciste qué?!

—Súbete —sin esperar su respuesta él ya se había montado, arrancando apenas el pelinegro le siguió—, te cuento en nuestra cita.

—¡¿Huh?! ¡No es una cita! No me ignores, sé que me escuchas... ¡No aceleres más sólo para que el viento cubra mis gritos! ¡JaeBum!

🍒

La cara resentida de YoungJae era adorable. Todo mejillas infladas, puchero pronunciado y cejas unidas en un ceño lleno de odio. JaeBum siempre se encontraba encantado por todas sus facetas, más aun viéndolo insertar la pajilla en su milkshake con una furia de niño pequeño.

Suspiró.

—Bueno, iba camino a recogerte para el instituto...

🍒

JaeBum realmente no había tenido intención de chocar esta vez y todo había pasado demasiado rápido. Él iba tranquilamente por el carril izquierdo por lo cual debían darle ventaja ya que era el principal pero, antes de darse cuenta, el niño se acercaba cada vez más, y en lo que decidía a último segundo girar para evitar al pelirrosa, ya estaba estrellándose contra él, mandándolo a varios metros como ya estaba acostumbrado en cada accidente, su cara en una expresión tanto sorprendida como harta al aterrizar en su trágica posición con la moto encima de una de sus piernas. A éste paso iría perdiendo de a poco sus herramientas de modelaje.

En shock, inició su rutina de chequeo. Comprobó si los espejos estaban rotos, qué tan rayada estaba la moto, si las luces funcionaban... todo bajo la atenta mirada de los espectadores espantados ante el llanto histérico del niño responsable de la catástrofe, llanto que JaeBum seguía sin captar, demasiado aturdido para prestarle atención a más de una cosa a la vez. Serio, le pidió a un señor que le avisara si se encendía la luz del freno cuando lo accionaba para, al finalizar, ya satisfecho, decidir que todo estaba lo suficientemente estable para poder reconectarse al mundo y acercarse al niño a paso tambaleante y torpe, mirándolo desde arriba con los brazos a sus costados.

Con el rostro en blanco, parpadeó una, dos veces, y preguntó un quedo:

—¿Tas bien?

El niño de pierna rota en un ángulo extraño y llanto rozando al grito sacudió la cabeza en una negación apresurada. JaeBum asintió y sacó su móvil, llamando a la única persona que podía ayudarle sin meterse en líos más grandes que la misma situación.

pink as my dickWhere stories live. Discover now