EXPERIENCIA

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LA PRIMERA VERDAD

Buenas como siempre, ya no me excuso porque no hay excusa posible. 

A veces escribo muy rápido y otras soy una lenta de cuidado. He cambiado un poco lo que tenía pensado en un principio pero como creo que dará más juego, pues... no se, a ver vuestra opinión. El capítulo se llama así porque eso es lo que quiero que sintáis.

He aquí la primera verdad, dedicada a todos los que me leéis desde el momento uno hasta los que me habéis encontrado por casualidad. En mi corazoncito, todos valéis lo mismo porque vuestro tiempo es impagable y me emociono mucho cuando lo destináis a leerme.

Os pido solo un favor, leed el capítulo y ved el vídeo en el orden en el que está. 

Poneros los cascos y sentir, es parte de la magia de esto. (He puesto uno con traducción por si alguien necesita leer) 

Si no puedes hacerlo tal y como te indico, déjalo para otro momento. 

Se trata de vivir, eso... una experiencia

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No busques en tu vida nada que no te haga feliz.


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PV Alfred

Me tenía descontrolado. Por más que mi cabeza hubiese intentado idear una situación o comportamiento, al tenerla delante, todo se ponía del revés. Me había degradado a ella, me sentía a su merced, a su albedrío. Podría mirarme por encima del hombro y yo solo sabría agachar la mirada. Amaia era un volcán, imparable, una rueda que no llegaba a parar y que te arrastraba a su paso al mundo que ella había creado para ti. Lo mismo lo hacia con su música. Veías a una niña aparecer en el escenario, normalmente con un moño y el pelo alborotado, vestida de gala o simplemente con ropa cómoda, como pillase y no tenía más que separar los labios o tocar un tecla del piano para dar por finalizado la lucha del más guerrero. Ella era el silencio que provocaba al llegar a un lugar y mostrar su arte pero a la vez, era luz, era cielo, armonías...

Lo que más echo de menos es cuando componíamos en la desnudez de nuestra casa, ambos, abiertos en canal, hablando de sentimientos que o bien ella, o bien yo, intentábamos plasmar en un papel mientras yo me adentraba en su cuerpo o ella mordía mi ser.

Nunca deja nada al azar aunque lo parezca y sin duda, en aquel baño y ante esos ojos solo podía obedecer pero también tenía preguntas. Si al principio de nuestra relación yo era quién iba varios pasos por delante, ella ahora, parecía verlo del todo claro. Sus uñas desgarrándome el cuelo y su forma de tirarme para dejarlo libre a sus besos me transportaba de un plumazo al éxtasis. Así, sin proponérselo, sin instrucciones, sin amagos. Me agarraba con sus manos y yo solo aspiraba a ser su juguete. Y se defendía. ¡Dios si lo hacia! No podía aguantar ni un segundo más sin que me dejase probarla. O yo o ella, no existían más posibilidades, lo que estaba claro es que no me iba a ir de allí sin que ocurriera algo.

La alce en mis brazos y la senté en aquel lavabo tras comprobar que era firme. Le retire la camiseta casi rajándola y no me entretuve en la maravilla de sus pechos. Mi misión era otra. De espaldas al espejo observaba su espalda desnuda y como su pelo se desdoblaba hacia debajo de una forma suave, sutil. Sabía a lo que iba y no hizo falta decir más, se apoyo en el cristal y abrió ante mi el universo del lirio mejor cultivado del mundo. La flor que solo yo quería regar y que solo yo, porque era mía, iba a probar con gusto. Los surcos de su anatomía fueron sentenciados por mis labios y el vaivén desencadenó un estado de locura que debió aumentar el largo de mi pelo de los tirones a los que fue sometido entre las embestidas. Yo no podía más, me estaba abrasando pero el hecho de verla allí, con las piernas separadas y disfrutando me hacia poder imaginar muchas más cosas que podríamos hacer. Quería hacerla mía en mi playa, pero sobre todo, en mi cama. Y caí. Aun no la había llevado a mi cama. Aparte mi cabeza de repente de sus muslos y gimió al momento que su tez se tornaba enfadada. Le di a probar el sabor de mis labios en los labios de sus labios. Y su ojos se hicieron llama que yo ya sí que no sabía como apagar. Sería el invierno vivir aquello cada día. Porque, de ser así estaba dispuesto a cometer errores para pagar tal condena.

Hast A marteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora