Recuerdos

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No importa el tiempo, el lugar ni la circunstancia, cuando nuestra mente sigue viva, los recuerdos nos devolverán a ese momento que ha quedado grabado a fuego.


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No me he olvidado de la historia. 

No sabría pediros perdón por el tiempo que llevo sin escribir pero estoy completamente desbordada. Escribí un final que no estaba a la altura y comencé a reescribirlo. 

En este camino me he dado cuenta que lo que mejor me funciona es lo que me viene en ese mismo momento por lo que he pensado hacer eso. Poco a poco, intentando que volváis a aquella cena y procurando que sintáis lo que ellos van a sentir en un final que no es final.


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SIN PRISA, PERO, SIN PAUSA

LENTO Y MISTERIOSO

COMIENZA ...ASÍ...


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Y allí estaba, dispuesta a subirme a aquel taxi dejándome casi la vida en ello. No había perdido ni un punto de dramatismo, al contrario, me había hecho más intensa y había arrastrado a todos conmigo. El vestido rojo dejaba entrever que mis horas en el gimnasio habían aumentado y no era cierto, las paredes se habían convertido en mi búnker y mis desvelos nocturnos en el mejor ejercicio.

Y al bajar, vuelvo a la realidad a la que no quería enfrentarme y para la que llevaba horas preparándome. Quizás el término horas solo fuese para convencerme de los ensayos del último mes. El frío de la ciudad que tanto amaba, me corroía los huesos olvidándose de que el vestido debía hacer de escudo entre mi cuerpo y el aire. El bermellón se había convertido en una segunda piel y ahora, empezaba a brillar con los flases de cada uno de los fotógrafos que se agolpaban en la puerta.

No pude percatarme de lo que decían las voces al aire, simplemente me guardé aquellas sonrisas que sin ninguna duda, dieron calidez a mi regreso.

Y de nuevo, Luis, tan guapo como siempre. Con su percha de inestimable valor sentimental bajaba las escaleras a trompicones acudiendo a tomar mi mano y a no soltarla en medio de aquella jauría. Cuánto me había ayudado sin saberlo y qué poco había de aquel chico tímido e inexperto que conocí un día en las oficinas de Universal. El esmoquin le sentaba bastante bien a pesar de que su dueño era... otro. Tenía más pelo, un cuerpo mucho más definido y lo que sí que llamaba la atención era el brillo tan especial que tenía su mirada. Conocía cada una de las respuestas de ese resplandor porque su historia había sido casi como la mía. Un quiero y puedo en el abismo más profundo de la vida.   

Me había hecho prometer que no miraría el móvil y mucho menos ponerme a llamar o a llorar pero lo cierto es que me estaba costando un esfuerzo sobrehumano no hacerlo. Nunca jamás podré emitir una idea en contra de aquellos que dicen que el amor duele hasta quebrantarte las entrañas y a la misma vez te da la felicidad que te hace curarte el daño. ¿Puede existir algo más maravilloso?

Al subir por segunda vez aquellas escaleras comencé a buscarlo con la mirada sabiendo que mis ojos no le verían. Pero... era imposible no hacerlo. Había hecho recuerdos en cada esquina, cada centímetro cuadrado de aquel lugar que tanta pasión me había dado y tanto miedo al mismo tiempo. Una sonrisa se dibujo por primera vez desde que salí de mi hogar.

La Gala de los Premios de la Música tuvo su protagonista y como el reloj que no para, este, era mi año. Me había quedado claro sobre todo desde que él escuchó la versión final en el estudio. Un nuevo disco en menos de nueve meses, composiciones que aparecían como ideas instantáneas en mi cabeza... melodías que surgían soñando y compases que se escribían solos. Todo parecía llegar como por arte de magia pero no, ni mucho menos se debía a eso. La magia de la vida acudió a mí para darme superpoderes.

No pude no evitar sentir un escalofrío al pasar por aquel cuarto de la limpieza al dirigirme al baño al respirar. ¿Por qué le habré prometido algo que se que tarde o temprano no voy a cumplir?

Al sentarme en aquella sala viendo las mismas caras que un año y un día antes, dirijo mi vista hacia la mesa más lejana, se me erizan los bellos y recuerdo cuando, de repente, pareció entenderlo todo sin casi haberle explicado nada. 

Entendió que no había soñado mis palabras y lo relacionó con la ausencia de una copa bien cargada en mis manos. Sabía que tenía miedo y entonces, pudo imaginar de forma magistral qué era lo que me estaba pasando. Y, allí, junto a un Luis y Aitana, tomando el tenedor para dar comienzo al primer plato, sin ni siquiera quererlo, volví a aquella noche, en este mismo lugar, donde algo empezó y terminó al mismo tiempo. 

Hast A marteWhere stories live. Discover now