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Empezaron las clases y Albus descubrió que no coincidía en ninguna clase con Grindelwald, eso porque el rubio era un año más joven que el moreno. Dumbledore se sintió mal de inmediato por no poder mirarle durante las clases y observar su comportamiento, para ver si había algo raro en ese chico.
Se dio cuenta que se estaba obsesionando por él una semana después, cuando quiso de repente seguirle también hasta el baño, y eso no era aceptable.

Los días pasaban y Grindelwald se hacía cada vez más amigos, amigos que lo querían solo porque supuestamente mató a alguien con solo 14 años. Él y su grupito gastaban muy a menudo bromas muy pesadas. Un ejemplo fue cuando metieron la cabeza de un chico en un váter lleno de vómito de troll, para después reírse de él por casi media hora.
Grindelwald sabía que eso no estaba bien, pero haría de todo para tener fama en ese colegio mágico.
Incluso pensó en gastarle una broma al moreno que siempre le seguía. Estaba harto de ese chico, sobretodo porque no conseguía entender cuáles eran sus intenciones. Se lo encontraba en todas partes: en la biblioteca, en los pasillos, ¡incluso en los baños!

La gota que colmó el vaso fue cuando lo encontró husmeando en sus libros (que dejó en la biblioteca para irse un momento al baño) para ver si había algo de información sobre su ser.
—¡¿Qué haces?! ¡Me tienes harto! Estás todos los días siguiendome...— le dijo Grindelwald al moreno mientras le tiraba al suelo —Si osas cruzarte conmigo otra vez, te mataré, y no me importa si me expulsarán, lo que me importa es que te daré tu merecido...— le dijo susurrando, apuntándole la varita al cuello.
Todos los alumnos que estaban allí para estudiar acabaron observando esa pelea.
—No... ¿No te parece un poco exagerado?— preguntó Dumbledore —Solo quería ayudarte, te veía un poco perdido— dijo, intentando justificar sus actos.
—¿Ayudarme? ¡Has estado siguiendome durante dos semanas!— respondió Grindelwald.
En ese momento, a Albus le pareció oportuno decir esta frase: "Es que es imposible hacer que no me fije en ti", pero su orgullo y su dignidad se lo impedían, así que de su boca salió —Es que... Me parecías raro y...—
En ese momento se dio cuenta de que esas no eran las palabras correctas, y eso hizo que recibiera una patada de parte de su rival, lo que le hizo encogerse de dolor.
Al abrir los ojos, vio que el rubio ya no estaba, e intentó levantarse para irse, pero cada movimiento que hacía le provocaba un intenso dolor en el estómago.

Pasaron más días, y en esa jornada Albus se encontraba en un pasillo directo hacia la sala de Defensa Contra las Artes Oscuras, cuando vio a Grindelwald tumbado en el suelo, con la mandíbula descolocada. Al verlo se asustó tanto que temió que se le iba a salir el corazón por la garganta, y lo único sensato que se le ocurrió hacer fue llevarlo a la enfermería, donde la enfermera lo cuidaría.
Estuvo todo el día sentado a su lado hasta que se despertó. Al principio parecía confundido, pero al pasar los minutos recuperó la típica cara de "os odio a todos" de siempre.
—¿Qué ha pasado? ¿Qué me has hecho Albus?— preguntó Grindelwald.
—Espera... ¿Sabes mi nombre?— preguntó extrañado Albus —Y que conste que yo no te he hecho nada. Al contrario, yo te salvé, te encontré en el suelo herido—
El rubio le miró con el ceño fruncido —¿Herido? ¿Qué ha pasado?—

De repente se acordó de todo:
Sus amigos se reían CON él... Sus amigos se reían DE él... Sus amigos le hacen un reto... Sus amigos le dan una poción... Dolor... Confusión... Mareo... Sus amigos con unos palos, listos a golpearle...

Salió del trance asustado, con la respiración acelerada por culpa de las emociones negativas.
Grindelwald se dio cuenta de que la persona que parecía que lo seguía a todas horas no era tan odiosa. El chico se replanteó seriamente qué tipos de amigos tenía, y si valía la pena tener muchos amigos falsos o tener un sólo amigo pero que es de verdad.

—¿Te acuerdas qué ha pasado?— le pregunta preocupado Albus.
El rubio dudó si contárselo o no, pero al final optó en confiar en aquella extraña persona.
—Mis amigos... Me han pegado... Y no sé el motivo...— dijo dolorido —Creía... Creía que...— y explotó.
Todos sus sentimientos salieron a la luz, como la tristeza en saber que nunca llegará a ser alguien, el miedo a que nadie lo quiera de verdad, y mientras daba rienda suelta a sus sentimientos, Albus estuvo allí consolandole todo el rato, apoyándole y animándole para que se recupere y que se sienta mejor.

Un Amor Peligroso [Grindeldore]Where stories live. Discover now