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Era el 1 de septiembre. Albus se despertó muy temprano para prepararse y, cuando sus padres se despertaron, bajó inmediatamente su maleta. Tenía todo el material preparado, ya que fueron hace varias semanas al Callejón Diagon.
—Albus, cuídate mucho. Saluda a Gellert de mi parte— dijo el padre de Dumbledore, haciendo que el joven quede sorprendido. El progenitor no mencionó nunca al rubio desde el día de la cena.
Albus asintió y abrazó a sus padres. No iban a acompañar al muchacho, nunca lo hacían. Dumbledore no comprendía porqué.
Se dirigió hacia la puerta. Sus padres le habían explicado que hay un traslador que le llevaría a la estación a unas calles de su casa.
Salió del hogar y se alejó de sus padres.

El joven intentaba pasar por las calles más estrechas y abandonadas para no llamar la atención con su equipaje. Ya había caminado bastante y supuso que el traslador estaba allí cerca.
Empezó a buscarlo y por fin encontró una bota en medio de una avenida oscura.
Albus se aproximó y, acercando más su equipaje, tocó la bota.
Estaba en lo cierto, era el traslador.
Apareció de repente en un pasaje de la estación con sus maletas por el suelo. Las recogió y las colocó sobre un carrito.
Empezó a caminar mientras empujaba el carrito y sacó su billete para el Hogwarts Express.

El andén 9 3/4 estaba justo delante de él cuando alguien lo asustó por detrás.
Se giró de inmediato, sintiendo que el corazón se le iba a salir del pecho, y se encontró a un chico rubio.
—¡Gellert!— dijo más feliz que nunca.
Los dos se abrazaron y se sonrieron.
—Te he asustado— dijo Grindelwald riéndose.
Albus asintió. Estaba tan feliz, hasta que su mirada cruzó con la de la madre de su novio.
La señora Grindelwald lo miraba casi con asco, provocando un pequeño odio que fue creciendo lentamente en
Dumbledore.
El rubio se dio cuenta de que algo iba mal y miró a su madre.
—¿Qué pasa, madre?— dijo con mucha seriedad en su voz, haciendo que su madre lo mire sorprendida.
—No pasa nada. Ahora vete, el tren se irá en diez minutos—
Albus apartó la mirada de la mujer.
Gellert saludó a su madre y miró a Albus.
—El último que llegue al andén es hetero— dijo bromeando.
El moreno sonrió y empezó a correr, hasta que se dio cuenta que no estaba empujando su carrito. Tuvo que volver atrás y se dirigió de nuevo hacia el andén, donde Gellert ya había llegado y pasado la pared.
Cuando Dumbledore pasó el muro, se encontró a Grindelwald riéndose tanto que tuvo que agacharse para no caerse.
—Oh, por Salazar. Tu cara al darte cuenta de que no llevabas tus cosas fue épica—
—Podrías habérmelo dicho— respondió Albus. También él empezó a reírse, contagiado por la risa de su novio.
Por fin cogieron sus cosas y se dirigieron hacia el tren. Durante el corto camino, se encontraron con varios amigos, felices de verlos de nuevo.

(***)

—Hey, Albus. Aquí hay sitio— dijo Gellert señalando un compartimento.
Albus negó con la cabeza.
—Gellert, aún sigo siendo prefecto. Tengo que irme a mí vagón—
Grindelwald suspiró.
—Esperaba que te lo hubieses olvidado. Bueno, pues nos vemos al bajar— dijo sonriendo tristemente.
—A lo mejor después patrullaré los pasillos del tren. Podríamos vernos—
Albus guiñó un ojo.
Se dieron un breve beso y, al acabar, el rubio entró en el compartimiento que él creía vacío, mientras que el moreno se iba a su vagón con otros prefectos.

Grindelwald se sentó y se dio cuenta de que había tres chicas sentadas delante de él. Una de ellas se levantó y caminó hacia la salida del compartimiento.
—Hel, ¿Qué haces?— dijo una de las tres chicas. Era morena y tenía gafas. Parecía bastante alta y llevaba un collar con un corazón con los colores del arcoiris. El collar no se veía muy bien, ya que estaba medio escondido en la chaqueta de la joven, pero Gellert no pudo evitar observar esa joya.
—No quiero sentarme con un gay— dijo Hel mientras se alejaba rápidamente.
Gellert sintió que se sonrojaba de la rabia, pero se contuvo.
La morena lo miró, preocupada.
—Hey, ¿estás bien?— dijo la chica con gafas —No le hagas caso, es muy tonta esa niña— dijo sonriendo.
Grindelwald asintió.
—Tu collar, es muy bonito— dijo el rubio.
Notó cómo se sonrojaba la chica mientras miraba nerviosamente a la otra muchacha sentada a su lado. Esta era rubia y tenía los ojos verdes. Parecía muy tímida, ya que no había pronunciado ni una palabra.
—Ya, es que... Nosotras estamos saliendo, pero aún no se lo hemos dicho a Hel...— dijo sonriendo tristemente mientras le cogía la mano a la rubia —Confío en tí, no digas nuestro secreto, ¿Vale?—
Gellert asintió, sintiéndose de repente feliz por haberse encontrado con esas dos chicas.

Un Amor Peligroso [Grindeldore]Where stories live. Discover now