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Una suave voz despertó a Albus de su profundo sueño.
—Hey... Despierta—
El muchacho abrió los ojos con dificultad y lentamente consiguió ver la luz del sol entrar por la ventana medio abierta.
—Hey, Albus— dijo otra vez la voz.
El mayor se giró hacia la persona y se encontró a Gellert con el pelo revuelto.
—Tengo hambre y no me apetece bajar solo— dijo el rubio mientras sonreía.
Albus, con los ojos entrecerrados, le revolvió aún más el pelo, le cogió por la cintura y lo abrazó. Grindelwald perdió el equilibrio y acabó tumbado a su lado.
—Hey— dijo riéndose el menor.
Dumbledore sonrió, aún medio dormido.

(***)

Después de una hora más tumbados en la cama, Albus por fin encontró las fuerzas necesarias para levantarse y bajar a desayunar junto a Grindelwald.
La señora Dumbledore preparó unas magdalenas de chocolate caseras acompañadas por leche.
El moreno disfrutó al ver la cara sorprendido de su novio.
—Están deliciosas— dijo mientras cogía su tercera magdalena.
—Obviamente, ¿Lo dudabas?—
Gellert se rió de repente haciendo que unas magdalenas medio mordidas casi salieran de su boca.
Ariana, quien estaba mirando sentada en la otra parte de la mesa, sonrió al ver la dulce pareja.
Ella nunca había conocido a un chico de su edad. Su pequeño deseo era conocer a gente buena de verdad, pero dudaba mucho que iba a encontrar a alguien así. Un episodio traumático cambió su modo de ver las personas... Para siempre.
—¿A qué hora nos iremos al pueblo?— preguntó curioso Grindelwald.
—Cuando acabes de devorar el desayuno— respondió Albus.
El rubio, al escuchar esa frase, dejó lentamente la cuarta magdalena.
—Es broma, tonto. Llévate ese pastelito, nos vamos—
Dumbledore le revolvió el pelo por la enésima vez, provocando cierta irritación en Gellert.
—¡Me acabo de peinar!—

El rubio se levantó de la silla y cogió su mochila, que se encontraba a su lado en el suelo.
Caminó hasta la puerta principal de la casa y esperó a su pareja allí.
—Le quieres mucho, ¿verdad?— preguntó una suave voz.
Grindelwald se giró, sorprendido. No había oído nunca a Ariana decir una frase tan larga, sólo la había oído decir "Sí" y "No".
Gellert asintió. Empezó a sonreír tiernamente al recordar la cara medio dormida de Albus.
Ariana asintió.
—Él también te quiere mucho. Nunca lo he visto sonreír tanto— dijo con una voz suave y calmada.
La joven chica se levantó de la silla y subió las escaleras, seguramente para dirigirse al baño o a alguna de las habitaciones.

—¿Estás listo?— preguntó Albus. Había bajado justo cuando Ariana estaba subiendo al piso de arriba.
El rubio asintió mientras se ponía la mochila sobre sus hombros.
Dumbledore abrió la puerta y los dos muchachos salieron al aire libre.
Una suave brisa matutina hacía que el calor del verano fuese más soportable. Se podían ver los pájaros volar en el cielo libre de nubes y muchos insectos volaban y se posaban sobre las flores y sobre la nariz del moreno.
—AAARGH— gritó Albus al ver un escarabajo sobre su cara.
Empezó a correr por todas partes mientras movía violentamente la cabeza hasta que el insecto se fue.
Se paró a varios metros de distancia de su novio para coger aire.
Grindelwald llegó hasta él corriendo ligeramente, como si fuese una pluma.
—¡Menuda carrera!—
El mayor intentó responderle, pero le faltaba el aire.
Dio varias bocanadas para saciar su sed de oxígeno.
—El maldito insecto me quería muerto—
Grindelwald tuvo que ponerse de rodillas por la risa. Albus le miró con una mirada asesina, pero al cabo de un rato también él fue contagiado por la alegre risa de su pareja.

Los dos suspiraron al terminar de reírse. Ya habían perdido bastante tiempo.
—Venga, en marcha— dijo el rubio.
Dumbledore, al oír la frase, pensó en una historia muggle sobre piratas que su madre le leía a menudo cuando era pequeño.
Sonrió ante el pensamiento de Gellert en traje pirata.
—Sí, vámonos—

En unos cuarenta minutos habían conseguido avanzar un kilómetro y ya estaban muy cerca del pueblo.
Habrían podido tardar menos tiempo si no hubiese sido por el rubio, que se paró a molestar unas hormigas.
Las pobres criaturas estaban tan enfadadas que subieron sobre la pierna del muchacho, invadiendo dentro y fuera de su ropa.
La reacción de Gellert fue coger su varita y lanzar varios hechizos que no habían servido para nada.
—Por fin— dijo el mayor.
Grindelwald levantó la mirada del suelo (estaba atento por si había otra colonia de hormigas) y admiró el precioso pueblo.
—Venga, vamos. Quiero enseñarte mi negocio favorito—
Dumbledore le cogió la mano a su novio y lo arrastró en medio de la gente.

Holis
Si hay faltas de ortografía, lo siento. Estoy medio dormida xD
Os quiero

Un Amor Peligroso [Grindeldore]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora