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Las calles estaban llenas de gente. Al parecer era día de mercadillo. Las mujeres se paraban para mirar pequeñas joyas mientras que los niños preferían admirar raras especies de animalitos ilegales.
—Wow— dijo Gellert al ver un espectáculo de personas escupiendo fuego.
Albus no sabía porqué era día de fiesta, pero pensó que eso iba a mejorar las cosas y que se iban a divertir más.
—Venga, vámonos— dijo Dumbledore arrastrando a Grindelwald —Quiero enseñarte mi negocio favorito y luego vendremos a mirar espectáculos y cosas así— concluyó entusiasta.
El rubio cogió la mano del mayor más fuerte para no perderse entre tantas personas.

Por fin llegaron a un sitio más apartado. En aquel lugar no había mucha gente.
Dumbledore caminó hasta acercarse más a, lo que parecía ser, una librería muy pequeña.
El menor se detuvo, ¿qué tiene de especial esa librería?
—Venga, ya casi estamos— dijo el moreno.
Estaba prácticamente dando saltos.
Grindelwald sonrió y se acercó a su pareja.

Entraron juntos en ese lugar tan peculiar.
La primera cosa que notó Gellert fue el intenso olor a libros viejos y café.
Al levantar los ojos vio una estantería inmensa, de unos seis o siete metros de altura.
El menor contuvo la respiración. Libros de miles de colores decoraban las estanterías, haciendo que el lugar sea más feliz de lo que parecía al exterior. Unas cuantas mesas se encontraban en el centro de la gigantesca sala, con un papel encima de cada una.

—Tachan— dijo orgulloso Albus.
El mayor se dirigió hacia las mesas y se sentó en una silla, haciendo gestas para que Gellert se acercara.
Al llegar, Grindelwald se sentó delante de su novio.
—¿Y no cogemos ningún libro?—
—No, espera a cuando te termines el café—
—¿Café?—
Justo en ese momento, una chica se acercó a la mesa con un bloc de notas en la mano.
—Hola y bienvenidos a B&C, ¿qué deseáis tomar?— preguntó amablemente.
El rubio, que no sabía que decir, miró a Dumbledore, esperando que diga algo.
—Dos cafés cappuccino, por favor— respondió Albus sonriendo.
La chica se alejó de la mesa y dejó de nuevo a los muchachos solos.
—Wow, ¿así que este es un bar o una librería?— preguntó el rubio maravillado. Nunca había visto algo así y agradeció mentalmente que Dumbledore se lo hubiese enseñado.
—Las dos cosas, ¿a que es precioso?—
—Sí, sí lo es—

Un silencio para nada incómodo apareció entre los dos jóvenes, ya que empezaron los dos a leer desde lejos los títulos de los libros.

Por fin el pedido llegó.
La chica dejó los cafés encima de la mesa junto a una lista.
Cuando se fue, Grindelwald miró el papel, curioso.
—Lista de libros que te recomendamos...— leyó en voz alta.
En sus ojos apareció en brillo que Albus solo consiguió ver pocas veces en su vida.
—Albus, gracias por haberme traído aquí. Es hermoso. Me encanta— confesó Gellert.
El mayor asintió mientras enseñaba una perfecta sonrisa de pura felicidad.

Al acabar los cafés y leer unos libros, los dos jóvenes salieron de aquel lugar más felices que nunca.
Había sido muy relajante para ellos, pero ahora estaban listos para unirse al caos que estaba produciendo la gente en los mercadillos.
Se pararon para mirar amuletos y libros antiguos.
Gellert se compró un anillo que parecía bastante antiguo y muy elegante según su opinión, mientras que Albus se compró una pulsera a juego con el anillo de su pareja.
Al acabar de mirar los mercadillos de esa zona, el rubio y el moreno se dirigieron hacia donde vendían animales.

—Por favor— suplicó Dumbledore.
Grindelwald le había dicho que no podía comprarse un bebé de dragón.
—Tenemos mucho espacio fuera de casa— dijo Albus.
Gellert negó con la cabeza.
—No te vas a quedar con un dragón, imagínate si escupe fuego y quema tu casa—
—Pero estaré atento—
—No, no lo estarás. Además, ¿qué dirán tus padres al ver un dragón en casa?—
Gellert ya sabía que su novio era un fanático de los dragones y pensó de inmediato que había sido un error ir a ver las pobres criaturas encerradas en  jaulas.
Cogió el brazo de Dumbledore y lo arrastró hasta un ángulo de la calle donde no había nadie.
—Albus, no vas a comprarte un dragón—
—Lo siento... Es que me encantan desde que tengo memoria y ahora que he visto uno no puedo evitar pensar que me lo compren—
Los dos se rieron.
—Venga, vámonos a casa. Se está haciendo tarde— dijo Grindelwald mientras posaba un brazo sobre los hombros de Dumbledore.
Los dos muchachos se dirigieron hacia un sendero que les llevaría a casa, pero el rubio se paró de repente.
Juraría que había visto a Bathilda Bagshot.

Holis
En serio, aún no tengo claro quién es el seme y quién es el uke. Wueno, lo dejo a vuestra imaginación \:v/
Os quiero

Un Amor Peligroso [Grindeldore]Where stories live. Discover now