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—¡Por fin!— exclamó Dumbledore al mirar la ventana del tren. Ya estaban llegando a la estación 9 y 3/4.
—Tengo tantas ganas de enseñarte mi casa y presentarte a mi familia— dijo mientras producía un sonido de emoción.
Ya habían avisado a los padres trámite una lechuza que el rubio se iba a quedar dos semanas con la familia Dumbledore.
Gellert lo miró, divertido. Nunca lo había visto así; bueno, hace unos días, cuando el mayor acabó los exámenes.
—¿Cómo iremos hasta tu casa?— preguntó curioso Grindelwald. Había pensado en escoba o con polvos Flu, pero no le hacía ilusión ninguno de los dos.
—En escoba—
El rubio maldijo en voz baja. No quería recordar el dolor y el alivio que sintió al bajar de la escoba en un viaje de cinco horas.
—Y... ¿Cuánto tardaremos?— preguntó preocupado.
El moreno se rió mientras le daba golpes suaves en el hombro.
—Unos veinte minutos—
Grindelwald suspiró aliviado. Es mucho mejor que estar cinco horas sentado en una escoba.

Cuando los dos bajaron del tren, Albus pudo inmediatamente ver a sus padres junto con los de Gellert.
El mayor los señaló y, mientras le cogía la mano al rubio, lo arrastró hacia los progenitores.
—¡Albus! ¡Gellert!— exclamó felizmente la señora Dumbledore.
Los dos muchachos la saludaron.
Estuvieron todos hablando sobre todo tipo de tema en sólo diez minutos, hasta que la madre del rubio vio las manos entrelazadas de la tierna pareja.
—Gellert— susurró la señora Grindelwald para que se enterara solo su hijo.
Gellert la miró, curioso y extrañado. Al ver donde se dirigía la mirada de la madre, soltó lentamente la mano de Albus.
—¿Qué pasa?— preguntó Dumbledore al sentir que la mano de su pareja se deslizaba fuera de la suya.
—Te lo cuento después— susurró el rubio.
El señor Dumbledore se percató de que algo no iba bien, así que intentó terminar la conversación para poder irse.
Se despidieron con unos elegantes besos en la mejilla mientras la madre de Gellert le quitaba la maleta para poder llevársela a casa, dejándole solo una mochila con lo esencial para esas dos semanas.

Cuando los progenitores de Grindelwald se alejaron, el rubio intentó explicar lo que había pasado al moreno. Él y la familia Dumbledore se estaban dirigiendo hacia una esquina fuera de la estación donde se encontraban las escobas.
—Mi madre me miró muy mal... Creo que aún no está acostumbrada o aún no acepta lo nuestro— dijo desanimado.
Albus le pasó una mano por encima de los hombros.
—¿Sabes? Creo que es... Normal. No debes preocuparte. Hay gente que tarda más en aceptarlo y otra que tarda menos. Por ejemplo, mi madre lo aceptó de inmediato, mientras que a mi padre tardó unos días— dijo el mayor intentando aliviar a su pareja.
—Sí... Creo que tienes razón—
—No lo crees, lo sabes—
El menor se rió. De repente se sintió muy aliviado.
—Por cierto, ¿Dónde están tus hermanos?—
Dumbledore soltó un suave suspiro.
—Aberforth se ha ido a casa de unos amigos para celebrar un cumpleaños, vuelve mañana. Ariana... Ariana está en casa—
Grindelwald se concentró en contar los años de Ariana.
—Pero... ¿No ha ido a Hogwarts? Tendría que tener unos quince año— dijo sorprendido.
—Para ser exactos, catorce. Y no, no ha ido a Hogwarts. Lo siento, es un tema muy sensible— respondió Albus con un leve temblor en la voz.
Grindelwald agachó la cabeza, avergonzado. Se sentía imbécil por no haber pensado antes de hablar.
Dumbledore notó que su novio se sintió mal emocionalmente. El mayor siempre lo nota todo.
—No te pongas así, eres humano. Sentir curiosidad es humano—
Albus se paró y le levantó la cara con las dos manos.
—A veces eres tan pasivo que me sorprendes— dijo sonriendo el moreno —Venga, anímate, ya hemos llegado— añadió señalando a sus padres que les estaban esperando sonriendo con cuatro escobas en la mano.

(***)

El aire estaba frío allí arriba. Gellert podía ver todo tipo de cosas desde aquellas alturas. Nunca se sintió tan libre. Le gustaba mucho aquella libertad.
Se sorprendió a sí mismo pensando en que volar en escoba no estaba tan mal después de todo.
Esquivó hábilmente un pájaro de plumas marrones y grises.
—No sabía que podías volar tan bien en escoba— gritó Dumbledore para que el rubio pueda oírle.
—Soy una caja de sorpresas—

Empezó a descender cuando vio que los progenitores de su novio lo hacían. Bajó de las nubes y, cuando su vista se aclaró, pudo ver una hermosa casa con establos. El sitio le sonaba mucho a el Valle de Godric.
—Te veo allí abajo— le gritó Albus, provocando risas de parte del rubio.

Holis
que el padre de Albus en realidad está en Azkaban, pero... ¡Hey! Es un fanfict :D
Ok no, la verdad es que se me había olvidado y me acordé de ese pequeño detalle en este capítulo xdxdxd
Os quiero

Un Amor Peligroso [Grindeldore]Where stories live. Discover now