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Ya habían pasado cuatro días y en esos días Dumbledore y Grindelwald se han estado escribiendo siempre.

Lo único productivo que hacía el moreno en Hogwarts era leer y escribirle a Gellert, mientras que el rubio estuvo prácticamente todo los días buscando pistas sobre los dos objetos restantes de las reliquias de la muerte.

Aquél día, al llegar a casa, Grindelwald se encontró con la misma lechuza de siempre. Con un suspiro (pero con una sonrisa en la cara) se dirigió hacia la ventana y cogió la letra.

"Querido Gellert,

Lo único que hago en Hogwarts es dormir, comer, beber y leer. Sálvame.
Ven aquí y llévame lejos. Podemos celebrar las fiestas juntos en algún lugar bonito. En serio, un día tenemos que hacer eso.

Dejemos de parte las bromas. ¿Sabes que John (el de tercero) está saliendo con Jacob de su mismo curso? Me lo han dicho los inútiles de mis compañeros de dormitorio.
Nunca me lo habría imaginado. John parecía tan... ¿Hetero?

Lo siento, tenía que compartir esta información, lo que hace el aburrimiento.

Con mucho amor,
Tu querido Albus"

Gellert sonrió.

"Querido Albus,

Si quieres te podría recoger hoy mismo, no hay ningún problema.
que Hogwarts es aburrido sin mi hermosa presencia, pero no es mi culpa.

Gracias por compartir conmigo ese cotilleo (sinceramente habría podido vivir tranquilamente sin saberlo) (obviamente lo he escrito con amor). Yo ya sospechaba que ese tío no era cien por cien hetero. Lo descubrí ya que lo vi mirando los culos de los chicos cada vez que se bañaba en el lago. Por eso nunca nado cuando está él.

Oye, aún no hemos hecho el pacto. Me lo prometiste. Pienso hacerlo cuando llegue a Hogwarts.

¿Sabes? Te extraño. Ahora voy a parecer un cursi de mierda, pero es la verdad. Quisiera estar allí contigo.

Con amor infinito,
Gellert"

El rubio se alejó del escritorio y le entregó el mensaje a la lechuza, pero no sin antes darle dos chuches.
Cuando la lechuza se fue, Gellert caminó hasta el salón, donde empezó a comer algo.

Estaba a punto de abrir un paquete de palomitas cuando alguien llamó a la puerta. Grindelwald se acercó con sumo cuidado y curiosidad.
La abrió lentamente. Tenía miedo de encontrarse con algo inusual.
—Gellert... Escapa...— dijo un hombre que se encontraba a cuatro patas en el suelo. Le faltaba el aire y el rubio dudó si estaba sudado o simplemente se había mojado.
La cara de Grindelwald palideció cuando el hombre levantó la cabeza. Era el dueño de la casa.
—Roger, ¿Qué pasa? Has vuelto temprano— dijo preocupado mientras ayudaba al señor a levantarse y a entrar en la casa.
—Me han seguido... Te han descubierto... Vete de aquí...—
—¿Quién? Dímelo—
—Los aurores—
—Oh, por Salazar. ¿Qué hacen aquí? ¿Por qué te han seguido?—
Roger lo miró a los ojos con severidad.
—No tuviste cuidado al intentar entrar en la casa de Nicolás Flamel. El estúpido alquimista se preocupó y los llamó. Ahora mismo estarán a unos diez minutos de casa. Tienes que irte—

El rubio palideció aún más. Sabía que los aurores no le iban a reconocer, ya que siempre llevaba una capucha puesta, así que era imposible que alguien le haya visto la cara cuando intentó entrar en la casa ajena.
Corrió hasta la habitación, donde recogió del suelo la mochila y guardó todos los papeles que ha estado acumulando durante las vacaciones.
Cogió rápidamente su varita y la guardó también en la mochila, mientras que la de Sauco se encontraba en su mano.

—Roger, tienes que ayudarme. ¿Desde qué parte están viniendo?—
Roger se levantó del sofá y se dirigió hacia la ventana del salón. Levantó el brazo y señaló una calle donde se encontraba un grupo de hombres caminando rápidamente mientras estaban atentos a cualquier movimiento.
—Mierda— dijo Gellert. Cogió su escoba y caminó hasta una ventana opuesta a la otra.
—Roger, no le digas a los aurores... ¡Escúchame! No le digas a los aurores que he estado aquí, o sino te las verás conmigo y mataré a tu hermana... ¿Me has escuchado?— exclamó Grindelwald en pánico.
Roger asintió sin ninguna gana.

El rubio montó sobre su escoba y se escapó por la otra ventana. Al salir de la casa, voló hacia un tejado vecino y se ocultó detrás de una columna para mirar la escena.

Veía cómo entraban los aurores utilizando un "Alohomora". Tiraron al suelo a Roger y lo apuntaron con una varita.
Intentó acercarse un poco más para escuchar lo que estaban diciendo.
—¿Ha intentado usted entrar en la casa del famoso alquimista Nicolás Flamel?— dijo muy calmado un auror.
Roger tenía los ojos lúcidos y estaba rojo de la rabia, una furioso sentimiento hacia Gellert.
Dudó un poco antes de decir la frase.
—Sí, he sido yo. ¿Qué me vais a hacer?—
—Depende del juicio. Podría ser máximo un año y medio en Azkaban—
Roger ahogó un grito desesperado. Empezó a suplicar, diciendo que tenía una familia y un trabajo, pero los aurores no lo escuchaban.

El rubio, ya satisfecho, se alejó del lugar.
Tenía intención de dirigirse hacia Hogwarts.

Aaayy quiero que hagan ya el pacto.
Mierda, yo soy la escritora xdxdxd
Okno, me siento imbécil. Demasiada droga daña el cerebro.
Os quiero.

Un Amor Peligroso [Grindeldore]Onde histórias criam vida. Descubra agora