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Grindelwald estaba preocupado. En teoría Thomas no tendría que tardar tanto.
—¿Dónde estás idiota?— dijo justo cuando la puerta de su Sala Común se abría.
De ella vio entrar a Thomas, con algunas quemaduras en el rostro.
—¿Dónde está? ¡Dímelo!— le gritó Gellert.
Con la maldición Imperio le obligó decírselo.
—La... La tengo aquí— respondió Thomas mientras se sacaba algo del bolsillo: la Varita de Sauco.
Gellert estaba tan feliz que no pudo evitar que una sonrisa se asomara en su rostro.
Le quitó lentamente la varita a Thomas y disfrutó sentir su tacto.
Decidió experimentar con ella.
—Wingardium Leviosa— dijo apuntando a un libro, pero algo iba mal. El libro empezó a caer y, de repente, volvió a subir. No habían pasado ni cinco segundos y este empezó a caer de nuevo.
De repente se acordó.

"La varita no me responde bien porque fue Thomas quien se la quitó a su antiguo dueño..."

Decidió que por ahora no iba a hacer nada.

"Lo mataré en el momento justo"

Obligó a Thomas a irse a la cama y entonces le liberó del Imperio y le hizo un Obliviate para que se olvidara de la pelea.
Al acabar se dio un momento de libertad para admirar la varita. Decidió que la iba a esconder debajo de su cama, donde se encontraba un baúl mágico que se abría solo con una contraseña larga 35 letras.
Estuvo una media hora sentado cuando descubrió de que eran ya las siete de la mañana.

Algo en su ser se despertó. Sintió un leve calor rellenarle el pecho. Una clara imagen se le apareció en la cabeza.

"Albus"

Salió de la Sala Común de Slytherin y corrió hasta la enfermería.
Entró rápidamente y se acercó a la cama de su amigo.
Albus estaba mirando todas las flores acumuladas durante los días. Había algunos regalitos, como una pluma nueva o una Snitch de juguete.
—Albus—
El moreno se giró hacia Gellert.
—Grinde...— Albus no pudo acabar de decir su nombre ya que Grindelwald le abrazó tan fuerte que casi sentía sus huesos partirse.
—Ay por Salazar, ¡estás bien!— Gellert respiró el suave perfume de Albus. El olor se parecía al típico aroma de los libros viejos.
—Sí, estoy bien... Me estás matando— dijo con dificultad Dumbledore. Estaba sonrojado y sonreía embobado.
Gellert lo miró a los ojos mientras aflojaba un poco el abrazo.
Se acercaron poco a poco, como si fuesen dos imanes.
Grindelwald sentía su corazón latir tres veces más rápido de lo normal.
Albus aguantó la respiración.
Ambos se perdieron en la mirada del otro.
Se acercaron cada vez más, solo los separaban unos pocos centímetros.
—¿Albus? ¿Estás despierto?— dijo la voz de una joven mujer.
Se separaron rápidamente, aún sonrojados.
Selena, la enfermera de Hogwarts, se acercó a los dos jóvenes, mirándoles enfadada pero a la vez tierna.
—Señorito, no tenía permiso para hacerle visita al paciente— dijo Selena mientras se acercaba cada vez más con una poción en la mano —Venga, toma esto. Te aliviará los dolores— la enfermera le puso la cuchara directamente en la boca de Dumbledore, sin darle tiempo a decir ni un "Gracias".
El moreno tosió.
—Puaf, está amarga—
—Claro, ¿creías que iba a ser como zumo de calabaza?— dijo Selena.
La joven enfermera se alejó.
Gellert pudo distinguir un "Que monos" salir de su boca, pero no se lo dijo a su amigo.
Esperaron a que se alejara más.
—¿Cómo te encuentras?— preguntó el rubio.
—Mucho mejor, la poción asquerosa ha hecho efecto— respondió Albus. El moreno estaba mirando con ganas unas chuches que había en una mesita a su lado.
Gellert río divertido.
—¿Comemos algo?— preguntó
A Albus se le iluminó el rostro de alegría.
—Estaba esperando a que dijeras eso—

Un Amor Peligroso [Grindeldore]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora