1.¡Me voy de esta mierda!

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—¡Marica, no te vayas!

La gente en Maiquetía nos miraba raro, como si nos picara el culo. Naguebona, lo que me faltaba: pasar pena arrecha. 

—Ana, coño, párate del piso que está cochino y estamos pasando pena.—le dije a la showsera esta que no dejaba de arrastrase guindada a mi pie como una garrapata.

—¡Yo te mantengo aquí, chama!—y sigue insistiendo con la vaina, la propia carajita.—Duermes conmigo, te alimento, te saco a pasear y te cambio el periódico.

No si, el perro entonces.

—¿Tengo cara de mascota acaso?—le pregunté mientras me la sacudía.

Gabriel soltó una risa.

—Kike perra, que bolas, yo soy tú y le echo la paja a su mamá de que se cogió a un profesor para pasar química.—mi mejor amiga por fin se paró de ese piso y abrió mucho la boca, indignada.—¡Eso es! Esa misma expresión debió ver Ortega cuando le estaba poniendo el 15.

Ya decía yo que este mamaguevo andaba muy calladito durante el trayecto del carro hasta el embalaje.

Ellos dos, junto con Cristina, vinieron conmigo hasta Caracas para despedirse y porque querían farandulear la cerámica esta de colores. Valencianos mariquitos al fin.

—Coño, Gabriel, supéralo nojoda.—se cruzó de brazos.—Eso pasó hace 3 años, actualízate.

—Es que tú te fuiste con esa vaina, los demás le pagamos al hijo que era el portero y se acabó. Tú le diste la llave presidencial de tu templo.—Ana le pegó en el brazo porque se estaba riendo.

Admito que yo también, pero más disimulado. Ana fue bien pajua esa vez pidiéndole consejos a ex-alumnas que, obviamente, le dieron la opción de la cogía echando broma, pero se lo tomó en serio.

En eso, Cristina llegó súper diva con su ropa de marca y su Nescafé. Cabe destacar que el papá está más enchufado que Capriles, porque a mí no me van a engañar, ese carajo también se vendió porque se desvaneció en el aire, mano.

—¿Y cómo vas con el inglés, Bianca?—sacó un tema de conversación de lo más random mientras se bebía su cafesito.

—Ahí voy, echándole ganas.—era mentira pues, no había practicado desde que dejé el curso y eso que me lo advirtieron.

Pero bueno, viva el perico y Pérez Jiménez.

—Eres un asco en los idiomas, Bugs, así que vaya avispandose porque eso no es un paseo.—Gabriel chasqueó los dedos en mi cara. El coño de su madre casi me saca un ojo, así que le pegué una cachetada para que dejara la webonada.—¡Coño, mamagueva! ¡Tienes esa mano pesada!

—Entonces deja la ladilla que me tienes arrecha.—le levanté la mano así tipo mami quedándose con las ganas de meter otro coñazo.

—Ay, yo también te amo, Bi.—este si es marico. Me jaló del brazo para sacarme todo el aire con un abrazo que me levantó del suelo y todo.—Cuando andes con los gringos, no te olvides de que tienes unos amigos que se prostituirían solo para salir de este hueco.

—Prostituto el culo tuyo.—Ana me liberó del violín de Gabriel y entrelazó nuestros brazos.—Mi amiguita bella y preciosa se va a cuadrar un gringo rico que tenga amigos todavía más ricos que les gusten las latinas sabrosas como la yo aquí presente.—se me volvió a pegar la garrapata esta nojoda.

—¿Qué gringos van a estar buseandote, bicha fea?—que raro Gabriel cortándole la nota a la niña.

Esos dos siempre se la pasan ladillando al otro, ellos lo toman como deporte olímpico una vaina así. Desde que entramos al liceo, yo siempre he dicho que van a terminar juntos; se joden tanto que cuando estoy sola en una habitación con ellos, me siento Corpoelec.

El mariquito de Logan | Logan LermanOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz