Capítulo 16

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¡Helou florecillas bellas y hermosas y preciosisisisimas!


Mientras el agua caía resbalándose por mi piel, no dejaba de pensar en ella

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Mientras el agua caía resbalándose por mi piel, no dejaba de pensar en ella. Celeste se había cruzado aquella noche en mi camino y bien es cierto que no creía en las casualidades ni en el azar o el destino, pero debía reconocer que esa chica era especial, que de todas las posibles mujeres que se podrían haber interpuesto esa noche en mi camino para tirarle las copas que llevaba encima: fue ella. ¿Qué porcentaje de chicas habría en aquella discoteca aquella noche que hubieran podido aceptar aquella situación como ella lo hacía? Su carácter, su nobleza, su ímpetu y sus ocurrencias no tenían comparación alguna con cualquier mujer que hubiera conocido, pero sobre todo lo más sorprendente era que había aceptado la situación sin querer sacar una buena tajada económica de todo aquello como hubiera sido lo más probable en cualquier otra chica.

Yo procedía de un mundo donde la apariencia, sobriedad e imagen valen más que cualquier otra cosa. Celeste no era de ese mundo, ella era transparencia, vitalidad y sus ganas de vivir contagiaban a cada ser que se acercara a ella. En el breve periodo de tiempo que llevaba allí, estaba seguro de que había sonreído más que en todos mis últimos años de existencia, probablemente se tuviera que marchar tarde o temprano, pero algo me decía que nos dejaría un pequeño hueco a todos, sobre todo a Margarita después de ver con mis propios ojos lo que acababa de presenciar aquella tarde.

Con ropa seca y listo para la cena, reconocí que el hecho de ir a ese comedor sabiendo que ella estaba era diferente, como si hubiera algo en mi que tuviera más motivación por el solo hecho de verla. ¿Y si fuera real?, ¿Y si ella de verdad fuera mi esposa y me esperase cada vez que volviera de un viaje o me acompañara a los actos benéficos, cenas de gala o bailes reales? La idea pasó fugazmente y al mismo tiempo la deseché. Ella no había elegido ese mundo; yo se lo había impuesto y como tal, no era quien para desearle aquella vida a nadie. Yo había crecido con esa presión social, más aún la tuvo mi hermano Adolf, pero ahora me tocaba vivirla cada día tratando de dar una apariencia neutra y cordial aunque por dentro ardiera un mismísimo infierno. No era fácil... y sabía que tarde o temprano alguien como ella no podría soportarlo.

—Alteza —escuché a mi izquierda nada más salir de mi habitación.

—¿Si? —pregunté alzando la vista y reconocí el rostro de Sergei, el jefe de seguridad en palacio, no era frecuenta que viniera él mismo en persona para tratar algún tema en concreto, por lo que supe que debía ser algo importante.

—Me temo que tengo que comunicarle algo para que decida que medidas debemos tomar al respecto —contestó con un semblante algo serio—. La señorita Abrantes ha recibido una llamada esta tarde en la que ha facilitado información confidencial y de relevante importancia para la corona.

—¿De qué información se trataba? —pregunté frunciendo el ceño.

—Contó lo sucedido realmente en Las Vegas —confesó Sergei con la mirada baja.

El Príncipe Perfecto Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin