Capítulo 42

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¡¡Hola florecillas!!

Disculpad mi retraso... aquí esta el capítulo de ayer!

Aquellas cadenas eran rudas y toscas

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Aquellas cadenas eran rudas y toscas. Se encontraban algo oxidadas por el paso del tiempo, pero como todo en aquel lugar había sido bien cuidado y tratado para su conservación, por lo que no me preocupaba que pudiera hacerse daño, es más, yo mismo estaba teniendo sumo cuidado en no dañarla.

No expectación por verla maniatada bajo mi cuerpo, me otorgaba una sensación de plenitud hasta ahora desconocida, como si la suma posesión fuera mayor placentera por saber que ella deseaba ser igualmente sometida. Era extraño, o mejor dicho; infinitamente excitante tenerla a mi placer bajo mis manos.

Sin dejar de mirarla recorrí con mis manos su cuerpo por encima de aquella prenda hasta inclinarme y al mismo tiempo que surcaba con mis dedos su piel desnuda, lo hacía mi lengua. Celeste era caviar en su máxima excelencia, un deleite de sentidos sin precedentes que volvía absolutamente desequilibrada mi mente.

La piel de sus muslos era blanca, jugosa y sumamente suave. La tentación de morder suavemente para aspirar aquel sabor dulce me pudo y percibí el leve jadeo que profería de su garganta, sin comprender exactamente si era dolor o placer, aunque me atrevía a pensar en la segunda opción cuando alcé la vista y vi como su cuerpo se inclinaba hacia mi. Lo tomé como una invitación, por lo que introduje sus dedos bajo la prenda interior de encaje blanco que llevaba puesta y me deshice de ella a la par que mis labios probaban su carne prohibida.

Sus gritos de placer ensordecían mis oídos hasta el punto de sentir que iba a explotar de un momento a otro. Notaba como se abría para mi cual flor en primavera y no pudiendo soportar más aquel infierno me aparté rápidamente para hundirme completamente en ella, sin sorprenderme ni un solo instante de que su respuesta fuera la de atraparme entre su cuerpo para deleitarse.

No había conocido placer igual en otra mujer, si echaba la vista atrás podía asegurar que jamás había conocido la sensación de plenitud y gozo que ella me hacía obtener, pero sobre todo nunca había percibido aquel modo de desinhibirse, de entregarse, de parecer que me pertenecía solo a mi.

«Quizá solo era la traición de mi deseo porque de verdad lo fuese» pensé mientras me hundía de nuevo en ella y percibí el lejano sonido que ambos emitíamos al fusionarnos.

Estaba allí, era consciente de que mi cuerpo lo estaba, pero era como si mi mente hubiera abandonado ese lugar para ir mucho más lejos... y cuando vi sus ojos brillantes cubriendo los míos, supe que nunca volvería a ser el mismo sin ella... comprendí que realmente la necesitaba a mi lado, porque mi corazón le pertenecía.

Saberlo me llenó de renovada energía y la alcé en volandas mientras me hundía profundamente con una última embestida en la que mi cuerpo fue incapaz de contenerse un solo segundo más, derritiéndose en el interior de su carne.

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