Capítulo 41

96.6K 12.4K 903
                                    

Celeste pronunció entonces algo que no entendí y por su tono deduje que no parecía contenta con la interrupción, fue entonces cuando me observó y debí suponer que vio confusión en mi rostro, porque me aclaró la situación

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Celeste pronunció entonces algo que no entendí y por su tono deduje que no parecía contenta con la interrupción, fue entonces cuando me observó y debí suponer que vio confusión en mi rostro, porque me aclaró la situación

—Es mi madre.

Aquello me tranquilizó por una parte y deduje que si insistía en llamarla a esas horas debía ser algo importante.

—Será mejor que cojas el teléfono, debe ser algo importante si te llama a estas horas.

No mencionó nada, sino que escuché una especie de quejido por parte de sus labios y después se llevó el teléfono a la oreja comenzando a hablar en otro idioma.

Vagamente recordaba algunas palabras, pero cuando escuché el estridente sonido procedente de su teléfono y escuché la voz femenina de la que se supone debía ser mi suegra presté más atención para saber si podía captar algo de la conversación, averiguar porqué recibía una llamada a esas horas tempranas.

No entendía nada hasta que las palabras «estar con tu principito» resonaron entre aquella parlotearía y estallé de risa con aquel apodo que me había nombrado y también al comprender que aquella llamada era solo una reprimenda por no visitarla en nuestra corta estancia a España.

Cuando oí de nuevo hablar a Celeste me acerqué hasta ella y mientras me observaba le di un cálido beso en los labios, casi un roce.

—Dile a tu madre que tengo ganas de conocerla —susurré cerca de sus labios.

Si quería llevar aquello a buen fin, debía comenzar por su familia, así que conocer a mis suegros podría ser un gran inicio.

Me marché cuando escuché el grito de emoción que salió de aquel pequeño aparato y comprendí que aquel carisma tan chispeante que caracterizaba a Celeste provenía de su propia madre.

Me marché con una vaga sonrisa en los labios a pesar de que mi mañana placentera se hubiera ido a tomar viento, pero el buen sabor de labios que me había dejado me acompañarían el resto del día hasta que de nuevo probara esa carne sabrosa.

El día se fue complicando por varias gestiones que me retuvieron fuera de la ciudad, de modo que no pude volver para almorzar ni cenar a palacio y algo que tan solo unos meses antes me había parecido trivial y llevadero, ahora me resultaba tedioso porque solo ansiaba el momento de volver a estar a su lado.

—¡Frederick! —exclamé llamando a mi asistente en cuanto terminé la reunión e iba camino de un acuerdo comercial.

—Si, excelencia —contestó situándose a mi lado con su agenda.

—Quiero que encuentres a la mejor modista de la ciudad... o mejor aún, aquella que sea una eminencia en vestidos de gala y te asegures de que le hacen un vestido a mi prometida acorde al evento del bicentenario.

—Por supuesto excelencia, ¿Desea que concierte una cita para que le tome medidas a la joven Abrantes? —preguntó tomando nota en su agenda.

—En absoluto. Debe ser una sorpresa y asegúrate de que nadie, excepto tú conoce los detalles.

—Así será... ¿Algo más?

—No... bueno sí, ¿Cuánto hace que no limpian los calabozos de palacio?

Acababa de recordar que entre Celeste y yo existía una vieja promesa... y que mejor momento que aquella noche para complacerla.

—No lo sé excelencia, pero puedo averiguarlo.

—Los quiero en perfectas condiciones para esta noche y asegúrate que quedan completamente vacíos... tengo la intención de hacerle una visita guiada a mi prometida y no deseo que nos interrumpan.

—Por supuesto.

Probablemente habían pasado años desde la última vez que había bajado a los calabozos y solo porque allí se guardaban las viejas armas de reliquias familiares. Había bajado a comprobar el estado después de unas lluvias torrenciales que habían inundado parte de los calabozos, solo que los daños no fueron considerables al menos en esa ala del palacio, aunque en general se encontraba en buen estado.

Mis ansias no me dejaban pensar o razonar adecuadamente, aún así me centré en mi responsabilidad y en cuanto me di una ducha rápida envié a uno de los sirvientes hacia el dormitorio de Celeste con la intención de que la acompañara hasta la entrada a las mazmorras una vez que ella saliera de su estancia.

La espero en las mazmorras señorita Abrantes. Creo recordar que tenemos pendiente una visita guiada.

El mensaje era directo, no dejando duda alguna de mis intenciones... y aunque no tenía motivo alguno para pensar que no vendría, la incertidumbre me mantenía completamente expectante.

¿Realmente se atrevería?, ¿O por el contrario me contestaría cambiando de opinión por su reticencia a entrar en lugares lúgubres y fríos?

—¿Bohdan?

Su voz a lo lejos me demostró que era mucho más atrevida de lo que pensaba, es más, recordaba que ninguna de mis exnovias se había atrevido a bajar a ese lugar aunque solo fuera para verlo. Los rumores sobre el sufrimiento que en vidas pasadas habían padecido algunos hombres eran demasiado aterradoras.

—¡Cómo me des un susto de muerte, conste que te daré una bofetada! —chilló y tuve que morderme el labio para contener la risa.

Así que estaba algo asustada... en el fondo saberlo me complació, porque se aferraría más a mi de lo normal para calmar aquel miedo.

—¿Ah sí? —gemí detrás de ella sorprendiéndola y noté su pequeño espasmo antes de relajarse entre mis brazos conforme le rodeaba la cintura. —Ven aquí —susurré no soportándolo más y le di la vuelta para atrapar su boca que clamaba a gritos ser devorada.

La alcé en el aire para que rodease con sus piernas mi cintura y caminé hacia una de las habitaciones que buenamente habrían podido ser una sala de tortura en otros tiempos... depositándola sobre un alféizar y sentí su estremecimiento cuando me alejé levemente de ella. Era como si el calor que emanaba nuestros cuerpos quisiera fusionarme al mismo tiempo que lo hacían nuestros labios. La sensación era tan absolutamente frenética que no podía soportar perder su contacto.

—Llevo días queriendo hacer esto desde que mencionaste este lugar —admití confesando que después de que ella mencionara aquellas mazmorras, la idea de encadenarla y tenerla a mi merced para hacer lo que quisiera con aquel cuerpo me embriagaba hasta límites inconcebibles.

—¿Me vas a encadenar? —preguntó entre una especie de congoja y estupor.

—Si —jadeé—. Quiero que estés completamente a mi merced —confesé casi roto por el deseo.

Vi el fuego en sus ojos y supe que ella lo deseaba casi tanto como yo, por lo que comprendí que si estaba accediendo a aquella petición, significaba que confiaba en mi, que aquello no podía ser únicamente deseo, sino que había mucho más de lo que únicamente su cuerpo era capaz de expresar...

Vi el fuego en sus ojos y supe que ella lo deseaba casi tanto como yo, por lo que comprendí que si estaba accediendo a aquella petición, significaba que confiaba en mi, que aquello no podía ser únicamente deseo, sino que había mucho más de lo que ...

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
El Príncipe Perfecto Where stories live. Discover now