Capítulo 55

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Cuando visualicé la casa de los padres de Celeste, pude comprobar que era sencilla y pintoresca revestida de piedra y paredes blancas, como la gran mayoría de las que se encontraban en aquel pueblo

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Cuando visualicé la casa de los padres de Celeste, pude comprobar que era sencilla y pintoresca revestida de piedra y paredes blancas, como la gran mayoría de las que se encontraban en aquel pueblo. Repentinamente y sin saber muy bien porqué, me recordó a aquella casa que solíamos visitar en las vacaciones de invierno cuando íbamos toda la familia a esquiar. Realmente no se parecían en nada, puesto que las casa en la montaña eran de madera y piedra, ni hacía frío para que mi mente pudiera rememorar esos recuerdos, era más bien todo lo contrario, pero por alguna razón me había recordado a una época en la que todos éramos felices en familia... sin saber que años después se cerniría sobre nosotros la tragedia.

El interior era de techos altos revestidos con vigas de madera vistas pese a ser una casa moderna, algo que le daba autenticidad y la hacía acogedora, tanto como la gente que la habitaba.

La conversación que mantenían entre ellas llamó mi atención y al ver que ella expresaba confusión en su rostro no pude evitar preguntar.

—¿Pasa algo? —exclamé y me incliné sobre los macutos que nos habían preparado ya que vi que ésta hacía ademán de cogerlos

¿Tal vez no dormiríamos juntos?

—No, nada —contestó rápidamente y dio dos pasos mientras no dejaba de observarla—. Ven, que te llevaré a nuestra habitación —indicó y vi como se dirigía hacia las escaleras que salían del propio salón.

«No has escuchado mal, ha dicho nuestra» rememoré en mi conciencia.

Al final de la escalera se encontraba una única puerta y tras abrirla, la oscuridad desapareció en cuanto la luz inundó toda aquella estancia de dimensiones bastante grandes para ser una única habitación.

—Vaya, esto es muy bonito —admití viendo los mismos techos altos de vigas vistas, unos grandes ventanales, la cama de grandes dimensiones y podía atisbar que la única puerta que se encontraba aparte de la entrada era la de un baño privado.

Estaba seguro de que con la luz del día aquello se vería aún mejor al tener las paredes blancas. Era sencilla, pero muy confortable y limpia.

—Me alegro de que te guste, no es un palacio, pero...

—Es perfecto —afirmé dejando el macuto sobre una de las sillas que había dispuestas a ambos lados de la puerta del baño.

Realmente no había tenido expectativa alguna, pero solo con la idea de pasar un par de noches junto a ella sin la presión constante del trabajo o peor aún; de mi madre, hacían que aquello fuera mejor que la suite más lujosa del país.

—Es un poco tarde, pero si te apetece podemos ir a dar una vuelta por el pueblo después de cenar —mencionó mientras terminaba de evaluar los detalles de la habitación.

Aquello me resultó inesperado.

—¿Me estás proponiendo una cita? —exclamé con evidente tono de perspicacia para provocarla.

El Príncipe Perfecto Where stories live. Discover now