Capítulo Tres

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"Mis manos eran fuertes pero mis rodillas demasiado débiles para estar en tus brazos sin caer a tus pies" - Adele.
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23 de Enero 2010.

Prueba Uno. Cortejar.

Después de ese día no volvimos a hablar, intentamos de todas las formas evitarnos y la casa ayudaba a eso, por lo amplia y espaciosa. Me encanta, no lo voy a negar pero primero mi dignidad y él no está siendo para nada caballeroso. Claro, entiendo que este cegado por el odio y posiblemente esté haciendo cosas que nunca ha hecho en su vida pero no está en mi naturaleza aguantarme eso, no puedo hacer como si nada.

Cada vez que lo veía mi corazón deseaba salirse de mi pecho, era la primera vez que sentía algo así. No podía pensar con claridad cuando sabía que estaba a mi alrededor, mi cuerpo reaccionaba a su presencia, es algo tan nuevo que me asusta, me abruma. Yo caminaba por toda la casa con la frente en alto ignorándolo hasta el final.

Comencé hacer mi rutina diaria evitando el karaoke para no pasar pena, ya que no cantaba bien. En vez de eso nadaba un rato en la piscina. Mi padre brillaba por su ausencia, yo tampoco lo buscaría, por mí que se olvide de su hija. Por las noches siempre cerraba la habitación con llave, por si acaso. No confiaba en Alex, justo ahora no confiaba en nadie, solo yo y debía ser fuerte.

Las lágrimas caían por mis mejillas y no dejaba de suspirar, no podía creer lo que veían mis ojos ¿de verdad no la amaba? Él era mi protagonista favorito ¿Cómo la va a traicionar de esa manera? Maldita sea, odio los finales tristes. Cierro la laptop de un golpe y me tiro en la cama a procesar ese trágico final.

Hoy era el final de una buenísima serie en Netflix y tengo un horrible paro cardíaco después de ver como el protagonista destruía a la chica. Deseaba con locura la segunda temporada, no podía vivir con eso.

— Vamos Joghe, no puedes hacerme esto — soy la reina del drama, para que negarlo.

Después de un rato calmar mi ansiedad, me levanté para revisar mi horrible aspecto de llorona en el espejo, cabello alborotado en un moño mal amarrado y blusón ancho con monos largos, es cómoda y no podía resistirme a vestir así. Nunca he tenido que preocuparme como visto porque pues... vivo sola.

Luego de peinarme un poco me dirigí a la cocina.

Las habitaciones de la mansión se encuentran arriba, cuatro en total porque mi padre deseaba llenar la casa de hijos. Yo fui su única y con una maldición bastante linda, por lo que será imposible darle nietos. Al bajar por las escaleras en U está la sala y alrededor las habitaciones como el cine miniatura, mi salón de belleza, la cocina y la biblioteca, mi lugar favorito de toda la casa.

Al parecer Alex estaba en la habitación que mi padre le había asignado -cerca de la mía- y me aliviaba, tomé un vaso de leche y busqué un poco de cereal. Los guardias hacían las compras de la comida y todo lo necesario, lo dejaban en la puerta y tocaban dos veces para avisar. Comí rápidamente y lavé los platos mientras escuchaba música en mi Mp3, ya no tenía celular y debía morir con esto.

Una nueva canción de Paramore retumba en mis oídos. Tenía que lavar todo lo que ensuciaba el imbécil de Alex y me estaba cansando, era un cerdo que regaba todo y comía donde sea.

Al terminar subí a cambiarme por un traje de baño enterizo, no soy sexy, no crean eso, mi piel es tan blanca como el papel y pocas manchas de lunares hereditarios la adornan. No tengo grandes senos y mis caderas son anchas con una pequeña cintura que saqué de mi madre.

La Maldición de Alicia ©Where stories live. Discover now