Capítulo Dieciséis.

1.4K 177 51
                                    

___________________________________________________________________________

"Deberías pensar en las consecuencias de que tu campo magnético
sea un poco demasiado fuerte" - Swift T.
____________________________________________________________________________

Decidí colocarme en la cola un poco nerviosa. La adrenalina empezaba a esparcirse por mis venas como sangre. No ignoré como algunas personas me observaron con extrañeza reflejada en sus rostros, seguramente por mi vestimenta tan inadecuada. Otras más estaban concentradas en sus conversaciones alegres y tan llenas de vida.

Verlas me hacía feliz, era contagioso y animador para intentar cualquier cosa.

Me quedé lela pensando cuando alguien detrás de mí me dio un pequeño empujón. Salté asustada al contacto.

— No te duermas, chica — dijo una voz joven y alegre para después reírse uniéndosele otras más. Yo volteé con el ceño fruncido sin entender porqué me había empujado. Era una chica hermosa de aproximadamente veinte años, pelirroja y con las mejillas llenas de pecas.

— ¿Qué dices? — me señaló la cola frente a nosotras y entendí que se había movido y estaba un gran espacio. Me moví rápido un poco avergonzada — Lo siento.

— No te preocupes — me sonrió, agradecí tener los lentes y que la maldición no sea un problema justo ahora — ¿es tu primera vez?

Esa pregunta me sorprendió ¿Cómo lo sabía? Por un momento creí que me habían descubierto, pero al ver su rostro desinteresado y sin rastro de malicia supe que era una simple pregunta para socializar.

Asentí nerviosa con una sonrisa intentando verme amable.

— No quise incomodarte, lo digo por tu atuendo — mencionó sonriendo para luego hacer un repaso rápido de pies a cabeza, eso me hizo sentir fuera de lugar. Ella, como las otras, estaba usando un vestido bastante corto de color negro que resaltaba todos sus atributos.

— Me coloqué lo primero que encontré — me removi incomoda de un lado a otro.

— ¿Viniste sola? — asentí mientras caminábamos faltando dos personas para entrar — te puedes quedar con nosotras. Soy Sarah.

— A.. Amelia — sonreí, fue el primer nombre que llegó a mi mente. Dudé en estar con ellas pero quería sentirme parte de algo, no eran mis amigas ni podía confiar en nadie aquí pero quise fingir ser parte del grupo.

Llegué con los guardias de la entrada e intenté pasar pero me detuvo uno de ellos colocándose frente a la puerta. Empecé a sudar frío ¿me habían reconocido?

— Identificación muñeca — estiró su mano hacia mí. No había pensado en eso, no podía mostrarles quien era. Tardé en reaccionar cuando Sarah habló.

— A pues Carlo, somos nosotras las de siempre. La traemos por primera vez, no la asustes amor — pasó de mí para enroscar sus brazos diminutos en su cuello, el hombre era bastante fornido y no era tan feo pero me sorprendió la reacción de Sarah.

— Pero sabes las reglas, Luisa — mencionó el guardia y ella sonrió coqueta para luego dejar un beso cerca de sus labios.

¿Luisa? ¿Por qué le había llamado así? ¿Cuál era su verdadero nombre?

Al final él asintió para luego moverse y dejarnos pasar. Estaba tan confundida que tuvieron que empujarme para entrar al lugar.

Ya no estaba muy segura de estar ahí.

La oscuridad me cubrió como a todos los presentes mientras yo seguía dándole vueltas a su nombre falso. El ambiente empezó a revelarse al tiempo que mis pupilas se adaptaban, parpadee unas cuantas veces hasta que pude observar con más facilidad mi alrededor. La música me estaba aturdiendo, no me dejaba ni pensar.

La Maldición de Alicia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora