Capítulo Treinta y Nueve

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Porque valgo más de lo que te imaginabas - Natti
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Alicia.

19 de Junio 2010.

La lluvia se escurre lentamente por el vidrio de la ventana, en el exterior de la pequeña cabaña estaba húmedo por la tormenta que poco a poco estaba cesando. Las nubes seguían tapando el sol de la tarde y mantenía la vista opaca, gris y triste. Sentada frente a ella me preguntaba si el entorno se encontraba conectado a mi estado de ánimo o era una simple casualidad.

Desde el día que llegamos yo no he dejado de pensar en el sueño, en mi madre, en Alex y hasta en Nicolás, es inevitable que no piense en él. Me mantenía en una burbuja de preocupación y tristeza que no sabía cómo romper, cómo escapar.

Mac se portaba excelente, no podía quejarme. Intentaba animarme de cualquier forma, cocinando deliciosos platos que me hacían descaradamente comparar con los de Alex, eso me hacía sentir peor. Compró un pequeño televisor en el pueblo cercano y con una pequeña antena que instaló en el techo deseaba alegrarme con algún programa, una película, pero yo no dejaba de cuestionar sus acciones.

Mi mente se llenaba de interrogantes con cada cosa que Mac hacía para agradarme; ¿Es posible tanto amor con mi maldición de por medio?¿Cómo no la sentía ni un poco?¿Y si él está fingiendo?...

Quería arrancarme los cabellos por tanta ansiedad de no poder darle respuesta, por tener que tragarme todas esas dudas. Por no tener a nadie en quien pueda confiar, porque así era, ya no confiaba en Mac.

Me había dado a la tarea de buscar algo oculto, algo peligroso. Él tenía secretos, todos los teníamos, incluso yo, que me veo tan predecible y transparente. Debía descubrir el de Mac antes que sea demasiado tarde.

- Mi amor, ya tengo listo el chocolate caliente con un poco de pan. También conseguí una película romántica - su voz me hizo cerrar los ojos reteniendo las lágrimas que no pensaba dejar ver, no iba a mostrarme vulnerable.

Mac se encontraba a mis espaldas, tomé un largo suspiro y voltee a verlo. Las ojeras que últimamente se le estaban formando eran mi culpa, le pedí que necesitaba dormir sola hasta adaptarme a todo esto. Él no protestó aunque su rostro reflejaba descontento, después de eso duerme en el sofá de la sala, o intenta dormir.

- Que bien, ¿Cómo se llama? - sonreí deseando mostrarme compuesta, segura de mi misma, estable emocionalmente. Pero eso era un chiste, porque a mis ojos no llegaba esa alegría fingida que reflejaba la sonrisa.

- El diario de una pasión, ¿La has visto? - dió unos pasos alejándose de la puerta deseando cortar la distancia entre los dos. Intentando derrumbar la muralla que había levantado para protegerme. Sus ojos reflejaban preocupación y cansancio pero nunca dejaban el brillo del amor.

Resultaba confuso, odiaba toda esta situación.

Se rascó el cuello nervioso siguiendo los pasos hasta donde me encontraba sentada, su cuerpo entero pedía a gritos afecto, pero estaba siendo paciente conmigo. Negué con la cabeza respondiendo a su pregunta y me levanté decidida a salir de este pequeño espacio.

- Vamos entonces - susurré pasándole por un lado con la respiración escasa, no sabía si era miedo lo que sentía, después de ese sueño no había podido verlo igual. Estar a su lado debía ser felicidad, la paz que había pedido por tanto tiempo, la libertad, pero no era así, no me sentía así ni un poco.

Me detuvo por el brazo para halarme dejándome frente a él, a pocos centímetros, me quedé paralizada sin saber qué hacer, no estaba cómoda en lo absoluto pero no podía darle a entender que desconfiaba de él, no era el plan que tenía en mente.

La Maldición de Alicia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora