Epílogo

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Dos años después.

Las heridas no se curan con el tiempo, ni con alcohol, mucho menos con otro clavo, se superan en el momento que la aceptas y sigues adelante. Las personas diariamente son decepcionadas, lastimadas, y no todos han aprendido a sobrellevarlas, algunos terminan con la herida más profundo que al principio, imposible de cicatrizar.

Otras tienden a querer lastimar a los demás, independientemente si ellos son los culpables de su dolor o no. Y están los que han entendido, lo han aceptado y logran salir adelante. Todo está en cómo veas el daño, el dolor en tu interior y cómo lo proyectes.

Alicia no sabía cómo curarse, le costó tiempo y esfuerzo entender, sacar de sí el odio y rencor. Todo en su vida había sido existir con una maldición que hacía que otras personas la rechazarán, quisieran hacerle daño, no conocía algo distinto a eso. No era tiempo lo que ella necesitaba, pero sí respirar lejos de ese pequeño pueblo infernal lleno de recuerdos.

En ese tiempo conoció muchas personas, aprendió diversos idiomas, se amó asimisma y pudo amar a otros. Conoció el mundo como nunca, y se sentía libre, feliz, pero no completa. Algo le faltaba, mejor dicho; alguien.

Cada paso que daba, cada nueva sensación, soñaba compartirlo con él. No pudo sacarlo de su sistema, lo intentó un millón de veces, pero el amor pudo más que su insistencia de ignorarlo. Después de dos años de evitar pensar en volver, se había decidido.

Sintió que estaba lista para enfrentar la realidad, si él había hecho su vida aparte, si todos ya la habían hecho a un lado para continuar, ella necesitaba verlo con sus propios ojos o no podría continuar su proceso de curación, no iba a poder cerrar ese ciclo.

De cualquier forma, ese momento llegaría, no podía seguir huyendo.

—Vamos Alicia, no seas gallina. Yo puedo acompañarte si así lo deseas —Verónica se había vuelto una de sus amigas más cercanas, vivían juntas en España. Después de viajar por todas partes, decidió quedarse ahí y gracias a ella, sus días habían sido una aventura, disfrutaba de cada momento como el último.

Consiguió un cómodo trabajo en una librería, e iban de fiesta casi todos los fines de semana. Verónica era muy alegre, a pesar de que su vida tampoco fue fácil y tenía traumas que no la dejaban dormir por lo que debía tomar pastillas.

Era una morena hermosa, cabello ondulado y negro, ojos marcados color avellana, y el cuerpo con curvas bien distribuidas. Todos los hombres la deseaban pero ella no estaba interesada en enamorarse, no se sentía lista para eso.

Verónica conocía la historia de Alicia, y ella la suya.

Fue muy difícil para Alicia contarle lo de la maldición y todo eso, tenía miedo de que pensara que estaba loca, que se alejara, pero una noche de confesiones decidió sincerarse. Sentía que necesitaba desahogarse, Verónica creyó cada palabra y cuando Alicia terminó en lágrimas, no dudó en cubrirla entre sus brazos porque ella conocía ese dolor, ella la entendía muy bien.

—No sé si quiero conocer a su nuevo amor, y saber que yo ya no soy parte de su vida —la observó molesta mientras Alicia daba vueltas por toda la habitación.

—Ayer me dijiste que lo habías decidido —recordó ese momento, estaba un poco mareada por el alcohol y se sentía muy valiente para tomar malas decisiones —Además no puedes saber eso, quizás te está esperando.

—Yo no esperaría a alguien que me arruinó toda la vida y luego escapó sin explicación —Alicia se tiró a la cama junto a Verónica tapándose los ojos con las manos.

—Listo, está decidido. Vamos a ir, lo buscas, le pides perdón por todo y nos regresamos con la frente en alto —sonaba muy fácil de esa manera, pero el corazón de Alicia empezaba a latir como loco, imaginándose el momento — ¿Qué tan malo puede ser?

La Maldición de Alicia ©Where stories live. Discover now