Capítulo Trece.

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"Estaba oscuro y yo destrozada,
hasta que besaste mis labios y me salvaste" - Adele.
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Limpiaba sus heridas con alcohol mientras él se mantenía serio, se encontraba recostado en el lavabo y yo a centímetros de él con mis movimientos nerviosos y torpes, de allá para acá como una hormiguita ignorando su mirada. No había ninguna herida grave, mis uñas no estan tan largas.

- ¿Cómo es qué esos sueños te dominan tanto? Parecías poseída y deseabas ahogarte - susurró curioso muy cerca de mí mientras limpiaba una herida cerca de su hombro derecho. No saben lo difícil que estaba siendo tenerlo así de cerca. Cometí el error de mirarlo.

- Tenía tiempo que las pesadillas no me hacían correr el riesgo de muerte, pero si me ha sucedido antes - susurré detallando las diferentes tonalidades de su iris, no sólo era verde, se presenciaba la hermosa combinación de colores amarillos, verdes y grises como un planeta, un mundo.

- Significa que debo estar más pendiente por las noches - sus palabras chocaron contra mi mejilla para llegar a mi corazón y explotar. Me había quedado aturdida, muy cerca de sus labios rojos y deliciosos.

- ¿Por qué lo harías? - pregunté para luego bajar mi vista e intentar concentrarme en su herida. Hombro firme y espalda envidiable que te hacia fantasear en cosas insanas. Tuve que parpadear infinidad de veces mientras mis manos temblaban.

- Porque si te ocurre algo debo pagar las consecuencias, prefiero salvarte y aguantar tu presencia para poder salir de aquí - lo dice como si fuese lo más horrible que ha visto en su vida y no evito detenerme para cerrar los ojos, aguantar las ganas que tengo de correrlo.

- No te preocupes, no necesito un niñero - digo molesta y me sobresalto al sentir su brazo tomar mi cintura para atraerme en un movimiento hacia él.

Lo miré asustada aguantando la respiración, podía escuchar mis latidos fuerte y claro en mis oídos ¿por qué tenía que ser tan contradictorio? Odiaba eso de Alex.

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Intenté empujarlo pero me retuvo con más fuerza, una corriente eléctrica recorrió mi espina dorsal. Podía sentir la rabia, podía verla en sus ojos.

- No soy tu niñero, pajarito - su voz salió ronca y seductora, peligrosa para mí - soy tu perdición.

Me quedé estática pensando en eso, tenia toda la razón, era mi perdición, pero justo ahora me sentía mejor que veces antes. En sus brazos deseaba estar, morir. Me acerqué unos centímetros más para rozar sus labios entreabiertos con una enorme sonrisa. Quería arriesgarme aunque después saliese lastimada.

- Deberías irte - tomé mi autocontrol y lo lance lejos de mí, para cerrar la distancia y dejar un pequeño beso en sus labios, lleno de deseo y amor puro, para después empujarlo. Salí del baño para sentarme en la cama de mi habitación con el corazón a mil por segundo.

Besar sus labios fue tocar el cielo en un segundo, sentir una ráfaga de fuego recorrer todas mis venas para alojarse en mi corazón. No pensaba con claridad, no razonaba la locura que había cometido. Sabía que era un error pero no me importaba, sabía que esto sería un problema pero iba a aguantar las consecuencias.

Después de un minuto Alex salió del baño y me quedé observándolo en silencio, tenía miedo de lo que podría hacer después de mi imprudencia. Él me miró y sentí un frío abrazador de esos que te queman, porque no sólo el fuego puede quemarte, también el frío. Me congele en el sitio para verlo partir sin decir una palabra, su silencio fue mucho peor.

La Maldición de Alicia ©Where stories live. Discover now