Capítulo Siete

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"...Tan bonita que amenaza, cuando callas me da miedo, tan fría como la nieve cuando cae desde el cielo" -Rosalía.
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Observé sus ojos pasear por mi cuerpo, se apreciaba lo agotado que se encontraba. Grandes ojeras bajo sus hermosos ojos color aceituna me recordaron el momento del sueño donde me miraba con amor. Me quedé paralizada sin saber qué hacer, él no se movía de lugar y ya había pasado más de un minuto.

Solo vestía uno de esos monos deportivos sin rastro de camisa, le encantaba andar mostrando lo bien que había trabajado su cuerpo. Su cabello ondulado se encontraba rebelde señalando en todas direcciones. Su presencia resultaba un deleite para cualquier mujer, un Ares.

Mi corazón se aceleró descontrolado por su manera de mirar, esta vez no veía el frío del odio en ellos, solo preocupación y eso me estaba robando el aliento, la vida. Nunca nadie me ha visto de esa manera, nadie que no fuera mi padre. ¿Cómo es qué...? ¿Será posible?

Alex pasó de mí rápidamente para entrar a la habitación, por unos segundos me asusté creyendo que me atacaría, por un momento volvieron mis defensas a levantarse en contra de él. Lo vi buscando en todos los lugares y espacios, entraba y salía del baño, del armario y yo seguía suspendida cerca de la puerta, aferrada a ella por si tenía que correr lejos.

Se puede esperar todo de él, no me culpen.

Quise hablar, preguntarle ¿Qué carajos estás haciendo? Pero mi lengua estaba dormida, mis piernas hormigueaban y me sentí hasta mareada. Sin embargo, verlo así tan exasperado y lleno de vida me dio felicidad, recordar la horrible pesadilla y como había una posibilidad de volverse realidad me aterraba.

— ¿Dónde está? ¿Quién te hizo daño? —sus palabras cargaban rabia y preocupación, me sentía confundida y desorientada. Arrugué las cejas en señal de confusión y él empezó a caminar hasta mí, se paralizó a unos centímetros de distancia sin tocarme solo me veía cargado de angustia.

— ¿De qué hablas? No enti... — mi voz salió nerviosa, Alex me interrumpió.

— Esas heridas en las piernas ¿Quién te las hizo Alicia? — en ese momento me percaté de ese detalle, bajé la vista de inmediato para observar mis piernas totalmente descubiertas, ya que solo estaba usando una bata, y las heridas empezaron arder.

En ese instante fue que me di cuenta del daño que me había causado por causa del sueño y que no pensé en tapar cuando abrí la puerta. Ahora estaba expuesta a él, sabía uno de mis secretos y me sentí vulnerable, desnuda. No deseaba su lástima, ya no quería que me viera de esa manera, prefería sus malos tratos.

El balde de agua fría me despertó a la realidad, Alex seguía odiándome pero por su naturaleza, al ver mis heridas -que estaban un poco profundas y sangrando- se alertó y ahora está preocupado. Si le contaba que yo misma me hería, todo eso se iba a convertir en lástima y el simple hecho de pensarlo me quemaba.

— Responde — tomó mis hombros y regresé mi vista a sus ojos, no debí verlos. Sentí un terrible pinchazo de dolor en mi pecho, deseaba llorar pero parpadee infinidad de veces e intenté respirar.

No tenía una mentira que él pudiera tragarse, nada pasaba por mi mente y menos, teniéndolo tan cerca, su aroma impregnaba el ambiente. Sentí el calor de sus manos y deseé tanto que mi sueño se hiciese realidad, menos cuando lo matan, claro.

Dile que son cortadas de la depilación, la hojilla estaba vencida. Podría ser, podría funcionar, aunque Alex no es tan tonto como aparenta. Tampoco lo aparenta pero quiero creer que sí.

La Maldición de Alicia ©Where stories live. Discover now