Capítulo Diecinueve.

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Tengo escrito en un suspiro
aquellas palabras que nunca dijimos
                               la oreja de Van Gogh
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Alicia.

Aprieto los ojos con fuerza y tomó un bocado de aire para no gritar por el frío repentino, el agua helada escurre por mi cuerpo como cuchillos atravesando la piel. Cerré las manos en puños intentando calmar mi respiración para no morir de un paro cardíaco. Hace segundos estaba durmiendo, no sabía en qué momento había caído dormida pero ahora me encontraba empapada de pies a cabeza porque uno de los guardias decidió despertarme lanzando un balde de agua con hielo.

Mi cuerpo no ha dejado de temblar y la sangre en mis venas se ha secado. Sabía que hoy las cosas empeorarían y estaba aterrada, tenía los sentidos nublados y no podía mirar quién había sido porque no tenía los lentes puestos.

— Vamos muñeca, aquí se madruga porque hay muchas cosas que hacer — su voz resultaba desconocida. Deseé saber dónde estaba Mac, lo quería a mi lado si está gente iba a sacarme de aquí. El hombre no dejaba de burlarse — te traje un rico desayuno para que estés lista, bebe.

Mi estomago se revolvió al escuchar la asquerosa manera como hablaba. Mi cuerpo dolía entumecido por la posición como había dormido, tenía miedo de mover siquiera un músculo, el dolor era inevitable. Su voz se escuchaba a distancia pero no podía estar segura si se encontraba dentro o fuera de la celda.

Escucho el sonido de un metal chocar contra el suelo e imagino sería la comida pero de igual modo no me moví, no respiraba, no sentía. No escuché nada más después de unos minutos pero seguí esperando.

Entonces empecé a mover los piernas, estirarlas y el dolor insoportable de cuando los músculos se retuercen me invadió. No grité pero fue inevitable no soltar las lágrimas aguantando el dolor, mi rostro se contrajo intentando no mover más.

Abro lentamente los ojos para verificar si el hombre se había ido y si, la comida estaba esparcida por toda la celda y nada más. Cuando fue disminuyendo el dolor estire los brazos para intentar sentarme en suelo y buscar los lentes antes de que alguien venga de nuevo.

Busqué mi bolso y había desaparecido con todas mis pertenencias, lo único en lo que pensé fue en la fotografía de mis padres cuando estaban sumidos en su felicidad, cuando creían que su amor duraría hasta la eternidad pero entonces nací yo para quitarles todo, incluso la vida.

Me quedé observando más allá de la nada yéndome a lo más profundo de mis recuerdos, empecé a tararear la canción que mi padre siempre me cantaba para dormir después de haber tenido una pesadilla. Él llegaba en las madrugadas para abrazarme con fuerzas y acariciar mi cabello con delicadeza mientras tarareaba esa canción que me hacía volar, me daba paz.

Me abrace a mi misma con la intención de calmar la ansiedad de saber lo que iba a suceder. Hubiese deseado detener el tiempo justo en esos momentos cuando era pequeña y que a mi padre nunca se le ocurriese meter a un extraño en nuestra casa, romper la escasa felicidad que tenía en esa casa y haber descubierto todo este engaño.

Las lágrimas pican por salir, el corazón se estruja fuerte contra mí pecho con la intención de seguir desintegrándose. Nunca imagine estar en una situación semejante. La curiosidad de saber más del hermano gemelo de mi padre pasa como ráfaga por mi mente ¿por qué eran enemigos? ¿Cómo la misma sangre puede llegar a odiarse de esa manera sin importar el daño? Yo muriese por tener un hermano o hermana a quien amar sin condiciones.

La Maldición de Alicia ©Where stories live. Discover now