Capítulo Veinticinco.

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Si tu no quisieras volver, se perdería el sentido del amor por siempre - Sin bandera.
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05 de Abril 2010
Alex.

Veía el vaivén de las hojas en los árboles, las flores nos daban la seguridad de que pronto darían frutos. La brisa chocaba con fuerza contra ellas moviendo las ramas sin piedad, las cuales pegaban unas con otras. Hoy en la tarde, el jefe se había ido de la cabaña con la mayoría de los guardias para viajar al lugar donde celebrarán su cumpleaños.

Con la ayuda del infiltrado me habían asignado cuidar la cabaña y solo quedaba esperar unas cuantas horas para que llegara la ayuda y empezar el rescate. Me encontraba de guardia en el patio trasero cerca de los manzanos, cargaba una metralleta, una pistola y varias navajas que me habían administrado para atacar en caso de que deseen entrar al lugar.

Es lo que ellos creían que iba a hacer, pero yo sería ayuda principal para que esas personas entraran y se llevaran a Alicia.

Estaba vestido todo de negro con un pasamontañas y un chaleco antibalas. El infiltrado se encontraba cerca de la celda de Alicia y en algún momento pudo llevarle comida viéndola bien y sin un rastro de golpes o heridas.

Gracias a Dios no la habían lastimado, sin embargo no estaría tranquilo hasta no llevarla lejos de aquí, verla completamente segura. No he podido dormir en ningún momento y mi rostro está demacrado. El nerviosismo corría por mis venas y sentía que en cualquier momento sudaría sangre. Me sentía inquieto, desesperado y el tiempo era mi enemigo.

Observé el reloj en mi muñeca, faltaban solo dos horas para tocar la alarma de aviso en mi arete. Levanté el rostro al cielo y estaba oscureciendo, los colores rojos, amarillos y azules se mezclaban de forma perfecta y única dándole la bienvenida a la noche.

Ya coloqué las bombas, no te duermas — habló una voz en mi oído. El infiltrado me había dado un auricular y un pequeño micrófono casi imperceptible al ojo humano. De esa manera estaríamos comunicados para cualquier aviso u inconveniente. Sonreí ante sus palabras, él sabía que no pude pegar un ojo después que había visto como se llevaban a Alicia esa primera noche en la cabaña.

Abel me visitó un día después a la habitación para presentarse como el infiltrado diciendo la palabra clave que sólo nosotros sabíamos. Después de eso me ayudó a no distraerme, a no perder el control y bajar la guardia frente a Mac hasta que llegara el día, porque él era quién vigilaba a Alicia día y noche.

Me dijo que había rumores de que existía una relación extraña entre ellos dos y yo no pude creerlo porque no había manera de acercarse a Alicia sin sentir el odio que la maldición te influía, pero él seguía insistiendo en vigilarlo sin llamar la atención.

— Copiado — susurré. De forma sigilosa contamos los guardias y personas que habían quedado en la cabaña. Resultaban ser 24 en su totalidad incluyéndonos, Abel se encargó de colocar bombas en lugares estratégicos para que el escape sea sin obstáculo alguno.

Espere y conté cada uno de los minutos en mi cabeza intentando no perder la razón. Estaba aterrado, fácilmente podía morir a mano de cualquiera de estos matones, podía no salvar a Alicia y que ella fuese herida gravemente. Tantas posibilidades, tantas cosas que sentía que no podía respirar correctamente.

A la hora establecida toque la alarma y la rompí en pedazos para que no quedara rastro. No tardarían en llegar y debíamos movernos, de aquí en adelante mi misión era buscar a Alicia y matar a todo el que se atravesara por mi camino. Es lo que menos quería pero por la vida de los dos debía hacerlo.

La Maldición de Alicia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora