Capítulo Seis.

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La forma en la que te mueves es como una tormenta
y yo soy una casa de naipes - Taylor S.
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26 de Enero 2010.

Bajaba las escaleras para ir a la cocina por desayuno, todo estaba en completo silencio pero mis defensas no podían estar dormidas. Yo no podía estar tranquila después de nuestro último encuentro. No sé si iba a funcionar lo de fingir el cortejo sin que nos arranquemos los cabellos.

Sentía mucha rabia por sus acciones impulsivas sin medir daños como todo un irracional. Pasé la peor noche de todas sin poder dormir esperando que en cualquier momento entrara y terminara con mi vida de una vez. Ahora sin puerta no podía estar en paz, tendré que molestar a mi padre para que solucione ese problema, enviaré algún guardia de seguridad.

Llegué a mi destino con los ánimos por los suelos y grandes bolsas oscuras bajo mis ojos, mi cabello hecho un desastre con una bata larga que podría ser de mi abuela, moría de sueño, de cansancio y no tenía ganas de hablar con nadie, ver a nadie. Pero como la vida le gusta molestarme, un olor delicioso a pan tostado con tocino me hizo detenerme antes de cruzar la puerta, seguramente Alex se encontraba cocinando.

Respiré profundo, mi estómago rugía pero no deseaba encontrarme con él, no ahora. Devolví mis pies hacia la puerta de entrada y salí hacia el jardín delantero, tenía días que no veía las calles del pueblo, las personas pasar ensimismadas. El sol mañanero rozando mis mejillas dándome los buenos días.

Este era mi pequeño momento de libertad, sentía paz y moría por vivir así todos mis días sin limitaciones ni fronteras. Caminé lentamente hacia las rejas de la entrada admirando la naturaleza del lugar, las rosas de todos los colores y árboles pequeños, cantidad de flora, todas sembradas por mi madre y cuidadas por mí. Toqué varias veces la reja con una piedra para que el guardia me escuchara y así fue, cerré los ojos al verlo acercarse.

— Buen día señorita, dígame. — su voz cansada me hacía saber que no ha dormido nada, pobre.

— Buen día, quería darle un recado a mi padre con usted si no es mucha molestia — mis oídos se alertaron al escuchar la puerta tras de mí abrirse, seguramente Alex.

— Claro, no es molestia — asentí con una sonrisa. Ya me estaba poniendo nerviosa, mis mejillas se encendieron como luminosas sabía que él estaba atrás de mí escuchando todo.

— Dígale que la puerta de mi habitación accidentalmente se dañó y necesito que alguien la arregle con urgencia — suspiré — avíseme cuando sea, para estar en otro lugar y no exista inconveniente.

— Muy bien, yo le llevo su petición señorita Alicia ¿algo más? — me trataba muy bien por total educación, porque debía pero en su tono de voz se sentía el fastidio de tener que ir con Nicolás. Nadie lo soportaba, solo yo.

— Nada más, gracias — me giré y abrí los ojos para encontrar la puerta abierta, sin nadie ahí. Se había ido y por alguna razón lo agradecía, no quería enfrentarlo.

Entré a la casa después de unos minutos, intenté calmarme y me distraje con el nido de pajaritos en el gran árbol que daba para la calle. Hermosos de color azul como el cielo y detalles amarillos.

Caminé de nuevo a la cocina, lo más probable es que ya no esté y efectivamente así era. Solo un plato con comida yacía sobre la mesa esperándome, se veía bastante delicioso, miré hacia los lados por sí estaba en algún lado observándome pero no había nadie.

La Maldición de Alicia ©Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora