"Ahí, entre el suave perfume de las flores y los relatos de Juliette acerca de su primer semana de clases, las pláticas de Joseph sobre sus nuevos compañeros en el trabajo y el tintineó intermitente de las luces que colgaban del balcón; Benjamin se...
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O de aquellos pequeños pasitos que significan grandes avances
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En retrospectiva habían sido unos días con avances considerables. Eso le había dicho la terapeuta.
Primeramente estuvo el asunto del pequeño e improvisado viaje en el automóvil de Joe, honestamente estaba nervioso y sentía que en cualquier momento se quitaría el cinturón de seguridad y se arrojaría por la puerta con el vehículo en movimiento; pero no lo hizo y extrañamente comenzó a sentirse tranquilo. No sabe si atribuirlo a que Joe manejara apenas rozando el mínimo de velocidad permitido en calles de colonias, a la conversación que el hombre mantenía acerca de su experiencia con los restaurantes de la zona o al suave tarareo que Julie emitía desde el asiento de atrás. Lo cierto es que lo había logrado y eso llenaba su corazón de una calidez que últimamente no solía experimentar estando con casi desconocidos.
En segundo lugar podía mencionar el regreso de su mejor amigo. Benjamin y Gwilym habían pasado hasta seis meses sin verse en persona por motivos académicos o laborales, pero en esta ocasión era distinto. Desde diciembre del año pasado Gwil había sido su constante compañía y sostén en todo momento, hubieron días en los que Ben definitivamente necesitaba de él y solo bastaba una llamada o un mensaje para que en menos de diez minutos Gwilym hiciera presencia y calmara todos sus miedos.
Así que cuando su amigo le comunicó que tendría que viajar fuera del país por dos semanas sintió un vuelco en el estómago que él interpretó como miedo y angustia porque ahora ya no tendría al alto frente a él si de alguna emergencia se tratara; y pudo notar que Lee sentía lo mismo cuando el día de la despedida antes de abordar se dirigiera a él con el ceño ligeramente fruncido y le susurrara un "¿seguro estarás bien?" cargado de preocupación que hizo sentir un tanto culpable al rubio quien en respuesta le brindó una amplia sonrisa y un "estaré bien siempre y cuando me traigas aunque sea un llaverito de Madrid" que hizo sentir más tranquilo a su amigo.
Y esa sensación de culpabilidad no se extinguió hasta pasado un par de noches porque carajo, que todos podían rehacer su vida incluyendo Gwilym y él no podía estar obstaculizando sus actividades personales y profesionales con esa dependencia que había estado desarrollando. Tenerlo de regreso después de esos quince días le hizo darse cuenta que ya era más fuerte de lo que pensaba.
