10. Todos me llaman Ricky.

4.2K 466 135
                                    


-Esto es... precioso-susurré, viendo por el balcón que daba hacia los jardines en los alrededores, justo donde una fuente tallada tal como escultura se alzaba imponente. Las estrellas se miraban más brillantes y la media luna se asomaba con ellas. El sonido de agua proveniente de la fuente era todo lo que necesitaba para pensar claramente. En todo, y en nada.

Y habría sido así sino fuera por una voz masculina que interrumpió: -En verdad lo es-me dice, recargándose a un lado mío en el barandal.

Por el rabillo de mi ojo puedo saber que es un chico de mi edad, alto y con ropa más formal que todos en esta fiesta, pero no me permito voltear a verlo directamente. Lo más probable es que sea el cumpleañero y realmente no sé cómo reaccionar cuando se entere que no fui invitado, porque nunca nos hemos visto en la vida.

»Joaquín Bondoni, ¿verdad?

Mi cabeza se volteó con tanta fuerza que incluso me dolió un poco, y entonces lo ví. Si primero solo distinguía un chico de mi edad, alto y con ropa más formal que todos en la fiesta, ahora apareció ante mí un muchacho que me quitó la respiración por un segundo.

Yo era más bajo que él a simple vista, lo supe desde el primer momento. Su contextura delgada le daba cierto aire de relajo gracias a la ropa, pero el semblante era serio. Mucho más serio de lo que podría ser tranquilizador.

El cabello lo llevaba caído a los lados, de diferentes tamaños, completamente lacio y rubio. Era de un rubio oscuro que brillaba en dorado, casi tan brillante como el metal en sí, liso y sedoso. La piel, casi tan dorada como el cabello, que a penas se distinguía de las raíces del mismo. Tenía la cara ovalada, con cierta forma puntiaguda y delicada que lo hacían muy atractivo. La nariz respingada y delgada completaba su rostro, juntos a dos ojos tan negros como dos agujeros negros que atraían los míos a ellos.


Asentí como pude, nervioso a morir. El chico era simplemente intimidante, pero refrescante de igual forma.

-¿C-C-Cómo lo sabes?-me maldije por el gallito en mi voz que cortaba la armonía de la frase como un cuchillo, especialmente porque este me hacía ver cómo un chico hormonal que pasaba por la pubertad. El tono de voz de él, en cambio, no coordinaba con el que uno se imaginaría viendo su rostro, pero extrañamente se escuchaba mucho más natural y perfecto que a comparación de cualquier otro. Era serio y varonil, firme pero no antipático. Todo lo contrario.

-Bueno, ¿y quien no?-rió, encogiéndose de hombros con una sonrisa de medio lado-. Eres tendencia en las redes cada día, por favor...

-Ja, ja, sí-correspondí a la risa un tanto incómodo por la mirada intensa puesta sobre mí-...claro.

-En fin-dijo entre un suspiro, sin dejar de mostrar su dentadura perfecta-: permíteme presentarme. Soy Ricardo Slim Torruco, pero todos me llaman Ricky.

Así que él era el de la fiesta sorpresa...

-¡Sí! Lo sé-miento por vergüenza tan bien como puedo, pero de igual forma, siento el rojo brillante extenderse de mis mejillas hasta mis orejas y cuello-, el cumpleañero. Yo- Ahm, lo sé.

-¿En serio?-me pregunta sorprendido, con sus ojos abiertos de par en par. Estoy seguro que no se esperaba para nada esa respuesta-. Creí que no lo sabías. Comúnmente la gente que conoce mi nombre se lanza a mis brazos sin pensarlo demasiado... esto es nuevo.

Con el ceño fruncido, siento como la magia se extingue de un momento a otro. Es un idiota, como todos los chicos lindos en este planeta.

-...Ah.

-Ya sabes, por ser el nieto de Slim.

Idiota.

-Ajá-digo sin mucho interés. No necesito oír ni una palabra más para saber que está decepcionado por no conseguir que yo, incluído, esté babeando a sus pies. Conozco a las personas de su tipo.

Entonces él no dice nada más, y yo tampoco. No quiero hacerlo. Así que estoy considerando irme de ahí antes de que todo se vuelva más incómodo, no estoy interesado.

-Si te gustó el jardín, seguro te gustará el invernadero. Las flores más preciosas están ahí... pero, tú sabes, haces falta tú.

Quiero matarlo de su ridiculez, ¿cómo puede comparar a alguien con una flor sin esperar parecer un estúpido?

-En realidad...-inicio diciendo, buscando una excusa para negarme a ir con él a cualquier lado que quiera llevarme.

-En realidad, él solo me esperaba aquí mientras buscaba a Emilio-me salva María, guiñándome el ojo discretamente para que le siga la corriente-, así que, me lo llevo. Lo siento, Ricky. Búscate a otro.

María toma mi muñeca para jalarme hacía ella y poder salir de ahí, pero Ricky me ha tomado de la otra y ahora solo temo morir desmembrado.

-Bueno, no sabía que habías venido acompañada de Emilio...-comenta.

-No, no-se apresura a decir, moviendo su cabeza de lado a lado con sus rizos hechos con tenazas moviéndose a la par-. Él vino con alguien más, ¿cierto, Joaquín?

Abrí los ojos de asombro por vigésima vez esa noche, aunque esta vez alterado por el modo en que María se me había insinuado. Su timbre al hablar no sonaba molesto, era incluso muy amigable.

»Será mejor que nos apresuremos. ¡Vamos, Joaco~!

Afortunadamente, nos alejamos lo más posible de Ricky. Pero el problema de incomodidad aún no soltaba mi cuerpo, por lo que no tardé en escabullirme también de ella gritando al aire un: "iré por algo para beber, ahora vuelvo" cuando lo único que quería era no volver, un tiempo solo para mí.

A lo lejos, María preguntó algo que no pude entender y que me hizo voltear casi por completo hacía ella, pero que no importó demasiado como para seguir caminando sin prestar atención necesaria hacia donde mis pies me dirigían. Choqué fuertemente contra un cuerpo ajeno, y antes de que pudiera disculparme, Marín se distinguió enfrente mío.

-¡Joaquín!-me saluda, tan amable y alegre como siempre. Se acerca un poco hasta mi altura y dice:-¿Esta es tu primera fiesta, verdad?

Está tan cerca que puedo sentir su aliento alcohólico ahí mismo, arrugo la nariz ante ello y asiento. Pronto me arrepiento de haberlo hecho, pues Diego Marín llamó de inmediato a Aidan, un amigo de la secundaria con el que había perdido toda conexión cuando inicié la preparatoria. Pero cuando llegó no hizo nada de lo que uno se podría esperar que haga un sujeto al que no has visto en mucho tiempo. No me saludó, ni preguntó por mi vida ni siquiera habló. Tan sólo me cargó en su hombro mientras sujetaba mis piernas entre risas, y yo no había más que gritar desconcertado cuando se acercó a la alberca.

Lo último que veo antes de sentir el agua helada presionándome hasta el fondo de la alberca es una multitud de gente vitoreando por ello.

Nunca debí venir a esta fiesta.

IMPOSSIBLE, emiliaco.Where stories live. Discover now