47. No creo poder sentir esto con nadie más

4.5K 376 265
                                    


Para ese punto de la noche, no sabía con exactitud como habíamos llegado a su casa, ni como seguíamos besándonos aún cuando los labios comenzaban a doler.

Cuando Emilio entonces retrocedió, señalando la parte posterior de su casa con un movimiento de cabeza. Él se acercó hasta la puerta y comenzó a meter la llave en su cerradura. Caminé en la misma dirección antes de siquiera pensar, atraído como un imán. Y entonces lo perdí de vista mientras se metía a por debajo del umbral de la puerta sin avisarme. Y mi corazón se apretó divertido cuando le miré sacándose la chamarra verde a toda velocidad, para seguidamente arrastrarme con él hacía el interior de la casa.

Pero no sé detuvo hasta que nos hallamos subiendo las escaleras como unos dementes que en cualquier momento podrían simplemente caer. Aún así no importó, porque Emilio dejó de correr tan rápido que su mente probablemente siguió avanzando. Se dio la media vuelta, corriendo y saltando en el pasillo rumbo a su habitación en un solo movimiento. Buceando en mi pecho cuando casi perdí el equilibrio y envolvió sus brazos alrededor de mi espalda para evitar mi tropiezo.

Entonces lo besé con urgencia, enredado, pasándole mis manos por toda la cara. Quería sentir cada parte de él. Besé a Emilio lo mejor que pude, apoyándonos en el marco de la que era la puerta de su habitación, y mi estómago comenzó a doler por la sensación hirviente en el, casi sin poder hacerlo parar. Y lo besé aún más después de eso, ignorando el dolor. Entonces abrí los ojos y miré a los ojos fuertemente cerrados de Emilio. Era tan jodidamente perfecto.

Separando nuestras bocas por un segundo para respirar, uniéndolas de nuevo en el siguiente segundo. Volviéndose así en rutina de pronto. Esta vez solo tocando con suavidad los labios ajenos, sin tanta ferocidad pero con la misma intensidad. Simplemente dulce.

Para ese momento, no quise cerrar los ojos ni un segundo por temor a que desapareciera. Y cuando Emilio abrió sus ojos, mirando fijamente hacia a mi con sus labios aún apretados sobre los míos, sentí que las piernas se me debilitaban porque esto era más intenso de lo que fue jamás atrapado en esos chocolatosos ojos.

Separé mis labios, pidiendo más, todavía mirándolo. Pero en vez de eso, Emilio se rió dentro de mi boca y sentí repentinamente todo mi cuerpo impotente.

—¿Qué estás haciendo?—incluso susurró Emilio en mi boca, sonando muy divertido.

—Quiero verte—respondí simplemente. Estaba por completo seguro que estaba sonando como un niño al que no le querían comprar el juguete que quería del supermercado, pero no me importaba lo inmaduro que pudiera resultar. Nada importaba estando ahí, con él, entre sus brazos.

—Demonios, Joaco—carcajeó, sacudiendo su cabeza suavemente mientras me miraba a los ojos—. ¿Mientras me besas? Eso es espeluznante.

—Oh, cállate—dije en voz baja con una sonrisa, pero inclinándome más cerca a él.

Emilio volvió a reírse en mi boca, pero no podía obligarme a dejarlo ir para evitar que eso siguiera hormigueando entre mis labios. Así que reuní todas mis últimas fuerzas y lo empujé tan fuerte que casi se cayó y me miró con ojos sorprendidos.

»Bobo.

Emilio sonrió enormemente y se alejó caminando de espaldas para entrar por completo a su habitación, jalándome por medio de mi mano.

En el tiempo en que cerraba la puerta detrás de mí y tiraba mi mochila al piso, Emilio pataleó en su lugar, haciéndome reír.

—¡Joaco, no me hagas esperar!—gruñó en un bufido—: Bésame.

IMPOSSIBLE, emiliaco.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora