45. La vida en rosa.

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Capítulo largo. Lo prometido es deuda: última tormenta.

Aparqué el auto afuera de la casa de Diego, mirándolo levantarse de la banca en el porche para acercarse hasta mi automóvil y entrar en él. Parecía aún molesto, especialmente por el modo en que me miraba, como si estuviera tratando de matarme o herirme gravemente, pero el puchero en sus labios y su ceño fruncido deshacían cualquier rastro de rudeza que pudiera mostrar. Era demasiado tierno incluso mostrándose así. Sonreí para mí y le tomé la mano para que volteara a verme.

No tuvo la oportunidad siquiera de hablar cuando yo mismo me había lanzado a él, inclinándome desde mi asiento al suyo para besarlo en los labios sin ningún cuidado. Aunque estaba enfadado conmigo, Diego enterró su mano en mi nuca y profundizó el beso. Poco después, pareció recordar el motivo de su molestia y me alejó de un empujón que me hizo reír por la acción, mirándolo poner de vuelta esa pared de acero que me mantenía alejado de él.

—Aún estás molesto—apunté.

—Que gran observación, Joaquín—él gruñó, volteando hacia el frente, para verse en el espejo detrás del accesorio para protegerte del sol. Ajustó su corbata de moño para tenerla más suelta y volvió a gruñir en voz baja. Bufé divertido y pude observarle mejor, su cabello estaba peinado adorablemente hacia un lado y alcanzaba a oler la nueva loción rociada sobre su piel, el traje negro noche era ajustado y se había asegurado de que la camisa estuviera sin ninguna arruga que pudiera romper con la perfección de mirarle así vestido.

—Te ves precioso—Diego me oyó desde su sitio y por unos instantes se permitió sonrojarse hasta inicios del cuello y las orejas. Sin embargo, después aclaró su garganta y alzó su barbilla hacia un costado para evitar mi mirada.

—Me veo ridículo—comenta, cruzando sus brazos sobre su pecho para anunciar que aún persiste su indignación—. A propósito, ¿a donde vamos y por qué me pediste que vistiera así? Mamá se volvió loca creyendo que me pedirás matrimonio después de tan sólo unos meses de estar saliendo.

Me relajo un poco cuando escucho la broma salir de sus labios, aunque suene un poco arisca y más como si no hubiera podido mantenerla dentro de su boca cerrada.

—Qué desesperado—río, agitando la cabeza mientras vuelvo a ponerme el cinturón, deteniéndome hasta escuchar otro clic para saber que él también se lo ha puesto, enciendo el auto y entonces vuelvo a andar—, ¡ya te había dicho que era un secreto! Lo sabrás cuando lleguemos.

—Bueno—resopla. Por unos momentos el silencio es soportable, porque en realidad nunca ha sido incómodo estando con él, pero extraño que diga chistes malos para reírnos de cualquier cosa que nos haga pasar horas en lo mismo y que nadie entienda como algo tan tonto puede darnos tanto tiempo de diversión. Que me cuente alguna anécdota con Adrian o que me cuente de una de sus exploraciones urbanas espontáneas, de esas que le dan ganas de hacer mientras ve televisión o vídeos conspirativos de Dross. Extraño que charlemos de los vídeos virales que nos hacen reír como un par de bobos y que lleguemos a esas platicas que siempre me dejan con ganas de más, cuando me cuenta de que anhelaría ser un artista exitoso o su sueño frustrado de ser cantante—. De pronto ya te crees mucho manejando el deportivo que te regaló tu papá.

De nuevo otra broma. Ahora sé que en algún momento de la noche volverá a la normalidad, y podré comerle el rostro a besos para que se sienta mejor. Así que sólo sonrío, sin despegar la vista de la avenida y le animo a poner música. Diego me mira indeciso uno momentos, pero termina por hacerme caso y conecta su teléfono para escuchar lo que le gusta. Al principio parecía querer contenerse, hasta cuando sonó Shawn Mendez en las bocinas del auto y no pudo evitar cantar emocionado.

IMPOSSIBLE, emiliaco.Where stories live. Discover now