28. Mal de amores.

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-¿María?-llamé a la chica que se acurrucaba en una esquina del librero de la biblioteca. Agachándome a su altura.

Había estado buscando un nuevo libro en la biblioteca, cuando me la encontré. Pasando por el pasillo de poesía, la silueta de María resaltó entre los libros.

Separó las manos de sus ojos al oírme, y entonces lo ví. Ella lloraba tanto que sus ojitos estaban rojos e hinchados por la sal. Al mirarme enfrente suyo, María se abalanzó a mis brazos con fervor. Llorando aún más fuerte que antes y escondiéndose entre mi cuello y el inicio de mi pecho.

Me dolía verla así.

»¿Q-Q-Qué ocurre, bonita?-susurré suavemente, acariciando su espalda temblorosa con mis manos.

-Soy una idiota-ella sollozó. Algo confundido, la tomé de los hombros y la alejé un poco, lo suficiente para poder verla.

-Ey, no-fruncí el ceño mientras la observaba sorber su nariz y suspirar entrecortadamente-, no vuelvas a decir eso jamás.

Pasó un largo tiempo antes de que María pudiera calmarse, pero el momento finalmente llegó. Las lágrimas se le habían secado sobre las mejillas y su rimel se había corrido con ellas. El labial estaba fuera del límite de sus labios, su lindo cabello castaño estaba enmarañado y su ropa, un vestido lila enfundado a las caderas de su cuerpo y una chaqueta de piel encima, estaba desordenada.

Incluso así se veía muy hermosa.

-¿Te enteraste?-habló después de un largo silencio. Volteé a verla tan extrañado como antes, buscando una explicación en sus ojos, pero ella simplemente estaba mirando el estante con libros enfrente de ambos.

-¿Debí enterarme de algo?

María sacudió la cabeza, tomando mi mano, que descansaba sobre su hombro, entre las suyas. Llevándolas hasta su pecho.

»María, ¿qué ocurre?

El silencio resultante entre cada respuesta no era incómodo ni molesto, me había acostumbrado a hablar de este modo con ella. Sin prisas, sin exigencias. Decíamos lo que teníamos que decir y el otro callaba, comprendiendo y calculando la respuesta más ideal para lo dicho por el opuesto. Me gustaba poder hablar así con alguien sin tener que rellenar con palabras o chistes sin gracia.

Claro que hacíamos el tonto de vez en cuando estando juntos, pero no era lo mismo. Se sentía más sincero con ella, más real.

-¿Has vuelto a hablar con él?

-No.

-¿No piensas volver a hacerlo?

La verdad es que no. No tenía ganas de verle siquiera después de todo lo que pasó, especialmente cuando me sentía aún de este modo por él: con el corazón acelerado, la miel caliente en mi vientre y el sabor a despedida en mis labios.

Negué suavemente con la cabeza, pero de todas formas respondí con palabras:-No más.

María volteó a verme a un lado suyo, y yo hice lo mismo. Sus ojos brillosos delinearon cada línea en mi rostro, desde las cejas, los ojos, la nariz, y, por último, mis labios. De ahí su mirada no volvió a moverse, acercando su mano delicada y cálida como la lana hasta ellos. Acariciándolos con las yemas tan suavemente que parecía tener miedo de lastimar mis heridas y que estás volvieran a abrirse.

-Lo lamento-lo dijo con tal grado de sinceridad que mi cabeza dió un par de vueltas antes de poder escuchar el resto:-, realmente... sé cómo te sientes.

-¿Me vas a decir que te ocu- -callé inmediatamente ante la mirada triste de la chica a un lado. Sus ojos de infinito color verde se aguaron frente a los míos, y lo supe:- Tú realmente sabes cómo me siento.

María asintió con la cabeza, frunciendo sus cejas sus labios en el proceso, pero negándose a llorar nuevamente. Sacó una botella con contenido rosa y entonces dió un enorme trago de ella.

-Terminé con Emilio.

-¿Te refieres a...

-Terminé de todas las formas posibles con él-susurra, asintiendo con efusividad y evitando verme a los ojos-. Es lo mejor para mí, Joaco.

Para ese momento, el silencio volvió totalmente oportuno. Mismo momento en el que me animé a enrollarla entre mis brazos y ella se recostaba en mi pecho. Verla tan triste e indefensa, sintiéndose tan rota como yo mismo me llegué a sentir, me destrozaba. Me hacía sentir miserable.

-¿Estás bien?-susurré después de un tiempo que consideré prudente.

Después de oírme, ella hizo el mayor esfuerzo para responderme. Apenas logrando sacar un monosílabo.

-...No.

La pantalla del celular a su costado se encendió, mostrando claramente el nombre y la foto del chico del que todo este tiempo habíamos estado hablando.

-¿Vas a contestar?-pregunté, pero al ver que María me respondía con un movimiento de cabeza y apagaba el aparato, seguí con la pregunta que había esperado hacer desde un rato atrás:-. ¿Qué hay con él?

María volteó para encararme y suspiró, mirándome con un gesto que sólo podía expresar una cosa: me estaba invitando a verla. No su ropa, ni su cuerpo ni la transparencia de su alma. Tan sólo debía concentrarme medio segundo con mi cerebro trabajando a toda velocidad para poder leerla.

-...Todo, Joaco. Con él siempre ha habido todo.

-Oh.

A ese nivel de confidencialidad, María no necesitaba decir las palabras "estoy enamorada de Emilio" para hacerme saber que así era.

La chica entre mis brazos hizo el amago de volver a abrir la botella y tomó un trago largo de ella. Después, estiró su brazo y me ofreció de ella.

-Es Viña-explicó sencillamente. Sabiendo lo que era, bebí del contenido sin mucho esfuerzo. Era excesivamente dulce, su discreto olor inundó mis fosas nasales y me pregunté cuánto grado de alcohol tendría para pasar desapercibido en el aliento ajeno.

Me encogí de hombros y volví a tomar de la bebida de María. Ningún profesor solía supervisar la biblioteca porque casi siempre estaba vacía, así que no temí de ser descubierto.

No mucho tiempo después, Diego Valdés entró por las grandes puertas y se dirigió directamente al pasillo donde ambos nos escondíamos. Con el rostro distorsionado en una mueca triste y se tiró en el piso a lado de mí.

-¿Mal de amores?-susurré con diversión. Diego rió suavemente mientras asentía, pero aún así parecía triste.

-Mi novia me engañó.

Tanto María como yo volteamos a verle con los ojos como platos. Hasta donde sabíamos, Diego y su novia parecían ser la pareja perfecta. Llevaban años juntos y, escuchar que todos ellos se fueron a la basura por una infidelidad, no era cosa de todos los días.

Estiré mi brazo como María lo hizo conmigo momentos antes y le ofrecí de la Viña de la chica. Diego tan sólo la tomó y bebió de ella, sin nada más que decir. Tan sólo bebió, y lloró; tanto como nosotros lo hicimos en nuestro momento. Y María y yo estuvimos para él, sentados hombro contra hombro, secando sus lágrimas y compartiendo nuestras penas. Como sólo los buenos amigos suelen hacer.

Como sólo ellos sabían hacer.

•••

Curiosidad #1

La personalidad que le dió vida a Diego Valdés, uno de los amigos cercanos de Emilio, está inspirada casi en su totalidad en un chico de mi prepa muy parecido físicamente a él y es... ah, súper lindo y noble.

¿Crush con él? No, no, como crees ;)

¿A ustedes también les gusta él como uno de los mejores amigos de Joaco?

~Lexy_Gray☪️

IMPOSSIBLE, emiliaco.Where stories live. Discover now