33. No puedo competir con él.

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-Vamos, Diego-animé desde mi sitio en las gradas, aplaudiendo incesantemente- Acábalos.

María se encogió ante el volumen excepcionalmente alto de mis gritos.

-Joaco, ¿tienes que ser tan ruidoso?-exclamó ella, alejándose ligeramente con un dedo presionando su tímpano-. ¿Cómo siendo tan pequeño puedes gritar tan fuerte?

Sonreí tímidamente a una de mis mejores amigas, asegurándome de bajar un poco la voz para apaciguarla: -Lo lamento, es que estoy muy emocionado.

-Así que todo va excelente en Diegolandia, eh-ella juntó las cejas, haciendo una pausa mientras adivinaba con un poco de duda su propia burla-. ¿Todo va excelente en Diegolandia?

-Increíble-dije sin prestarle mucha atención y sin dejar de mirar el juego. Los dos estábamos actualmente en las canchas de fútbol, al igual como lo hicimos con todos los demás partidos de fútbol anteriores a ese, pero esta vez por alguien más y juntos. Ninguno de los dos estaba exactamente seguro de lo que estaba pasando, siendo sinceros, el nuevo entrenador era muy confuso. Sus tácticas eran raras y te hacían dudar sobre si realmente sabía lo que estaba haciendo. No estaba en el equipo y yo mismo extrañaba a Emilio Caballero en el puesto. Sin embargo, no me encontraba ahí exactamente por el entretenimiento, estábamos allí para apoyar a Diego, por lo que entender el juego no era nuestra máxima prioridad.

-¿De verdad?-preguntó María confundida. Sacudió la cabeza con exasperación, y arrugó la cara mientras gemía molesta-. Ni siquiera estás poniéndome total atención.

-Claro que sí-le aseguro, mirándola unos segundos antes de devolver mi atención al juego con un giro de cabeza.

-¡Claro que no!

-Qué sí-cuando mis ojos se enfocaron en lo que se estaba desarrollando delante de ambos, fruncí el ceño y entrecerré los ojos con incertidumbre-, ¿ya es el medio tiempo?

-¡Genial, así podrás prestarme atención en esto!

-Relájate, claro que te prestaba atención-digo a la par en que hago un gesto con mi mano en busca de restarle importancia.

María negó con la cabeza hacia mí: -Joaquín, esto es importante-dijo, engrosando la voz y enseriandose a propósito para llamar mi atención como se debe. Después de unos segundos, cedí haciendo lo que ella quería.

-Ajám-volteo mi cuerpo hacia ella, enarcando una ceja para cuestionar su actitud.

-¿De verdad sientes algo por Diego?-me preguntó, mirándome con esos ojos suyos que querían sacarme toda la sopa de una sola. Aparentemente, su interrupción si era importante después de todo.

-Realmente me gusta, María-admito, sonriéndole alegremente para tranquilizarla-. "Todo va excelente en Diegolandia", como tú dices.

-Más te vale, o te juro, Joaquín que te asesino-ambos intercambiamos una mirada antes de estallar en carcajadas. Como si eso fuera a suceder-hablando en serio: Debes recordar que no puedes estarlos comparando entre sí. A Emilio y a Diego, quiero decir.

-Lo sé, no lo haré-susurré, examinando la cancha una vez más, recorrí con los ojos a los jugadores de nuestra preparatoria, y encontré a Diego deslizando los ojos sobre la multitud también en concentración. Cuando sus ojos finalmente se conectaron con los míos, lo saludé con entusiasmo desde las gradas que miraban hacia el centro de la cancha.

IMPOSSIBLE, emiliaco.Where stories live. Discover now