I owe it all to you

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Bangkok. 2003.

Lisa se aburría. Mirar por la ventana, hacer garabatos en el folio que tenía delante, o intentar entablar una conversación con cualquiera de sus compañeras le parecía una actividad mucho más interesante que resolver el problema que el profesor, Khalan, su padre, estaba escribiendo en la pizarra. Además, no entendía nada. Los números le daban vueltas, se intercambiaban y se daban la vuelta, un uno era un siete, y un seis un nueve en su cabeza, los símbolos no tenían sentido, y todo le parecía tremendamente complicado. ¿Para qué quería ella saber eso? Le bastaba con saber que tenía seis años y vivía en la casa número 23. Esas eran todas las cifras que le hacían falta en su vida. Las letras se le daban algo mejor, pero definitivamente, era más divertido jugar fuera que leer sobre historia, conocimiento del medio o cualquier otra cosa. Aunque los cuentos sí que le gustaban.

- Psss - siseó a la niña que estaba delante suya -. Chaeyoung... ¡Psss!

La pequeña pelirroja se dio la vuelta, con una mueca de incomprensión en su redondeado rostro.

- ¿Me pasas la respuesta? - rogó, desde debajo de un flequillo demasiado largo para su pequeña carita -. Porfi.

Chaeyoung pareció pensárselo, e iba a darle su hoja cuando se acordó de algo, la escondió y la tapó con sus brazos para que Lisa no la viera.

- ¡No, Lis! Khalan dice que si te digo las respuestas no vas a aprender.

Lisa puso un puchero que pareció enternecer a su amiga, que miró a su profesor para comprobar que no estuviera mirando y susurró:

- Da cincuenta y dos - confesó.

Aquella respuesta fue acogida por una enorme sonrisa por parte de la rubia, que apuntó el número triunfal en su papel. Chaeyoung alcanzó a ver que ponía el dos inverso, como en un espejo, pero no se lo dijo. Sabía que a Lisa no se le daban bien las mates, por ello no tenía que ir a todas las clases, al igual que ni aparecía por las de informática. El maestro Khalan les había explicado que la clase estrella era una clase especial dentro de un colegio especial, porque ellas eran las niñas más especiales del mundo. Cada una aprendía de una forma distinta dependiendo de qué se les daba bien, por eso su amiga sólo pisaba el aula dos o tres veces por semana y se pasaba fuera la mayor parte del tiempo, corriendo con los mayores o en entrenamientos particulares con el entrenador Hanagami. Chaeyoung se sintió bien por darle la respuesta a Lisa, recordando que ella la había ayudado muchas veces cuando no podía superar los obstáculos de gimnasia.

- ¡Ya lo he terminado todo profe! - exclamó una niña desde primera fila, con su manita en alto y su pelo perfectamente cogido a un lado con una horquilla.

Se llamaba Jennie. Chaeyoung no había hablado mucho con ella, pero le caía bien. La única razón por la que no se acercaba mucho a ella era, bueno... Lisa. La jovencísima Kim era la mejor en absolutamente todos los campos en las que estaban siendo instruidas. En matemáticas, en conocimiento general, en lengua, en física... Chae pensaba que su compañera era muy inteligente, pero que su éxito no se debía sólo a eso, porque se le daban bien los números, pero no tan bien como a Jisoo, por ejemplo. La habilidad de Jennie se apoyaba principalmente en su actitud incansable. Estaba en primera fila siempre, atenta a todo, trabajaba duro y recogía sus frutos. En todo, excepto en habilidades físicas. Y eso la fastidiaba más no poder. Ser la segunda de la clase no era algo que le gustara, pero a pesar de sus esfuerzos, Lisa, aquella niña pequeña, despeinada y con cara de boba, siempre le ganaba todas las carreras, saltaba más alto y escalaba más rápido que ella. Y sin esforzarse un poco. Sin embargo, la niña se consolaba en que habían llegado a la vez a la meta en la última carrera.

Professional Killer [JENLISA] Where stories live. Discover now