Is for you that I live

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Khalan se quitó los guantes de látex y los tiró a la papelera, muy satisfecho de su trabajo. Observó a la paciente en la camilla, que dormía plácidamente a causa de la anestesia. La intervención había sido un éxito, aunque un poco más difícil que las dos anteriores. La desmemorización había salido a la perfección en Kim Jisoo y Park Chaeyoung, pero el cerebro de Jennie Kim se resistía a olvidar. En un principio, la operación había consistido en borrar a Lisa Manoban del mapa de sus mentes, pero hubiera sido demasiado arriesgado; cualquier mínimo estímulo relacionado con su hija podría haber mandado al traste todo, y una revolución interna era lo que menos hubiese querido. Al final, había tenido que hacer un pequeño sacrificio, pero perder a estas tres agentes de las filas de YG no era nada en comparación a lo que conseguiría con Manoban. Entonces las había alejado. Había creado el algoritmo de una vida para cada una. La agente Kim Jisoo a partir del momento de su reinserción sería una informática desarrolladora de software en una empresa de ordenadores, la agente Park estudiante de Química Nuclear en la Universidad de Seúl con una beca arreglada por YG, y Kim estudiaría Psicología en la misma universidad, a la vez que trabajaría en una cafetería del campus. Vidas normales, lo que desearía cualquier persona de veinte años, pero al contrario de lo que prometió, las chicas no se acordarían de ellas mismas. Kim Jisoo y Park Chaeyoung no recordarían su romance, ni Jennie a sus amigas. Desconocidas. Como si no se hubieran visto jamás. Para evitar cruces, habían matriculado a Jennie en el turno de clases de por la tarde, para que ni siquiera se encontrase con Chaeyoung.

Khalan la observó, en la inmaculada camilla metálica. La operación no dejaría marca, más que una pequeña cicatriz imperceptible tras el oído. Kim había sido, difícil. Niveles de serotonina bajísimos, pero las tasas de dopamina, adrenalina y norepinefrina por las nubes. Triste, pero enamorada. La fórmula química de un corazón roto. El recuerdo de su hija había luchado con uñas y dientes por no abandonar el cerebro de la joven, y había sido curioso, pues nunca le había pasado que el subconsciente y las reacciones reflejas de un paciente se demostraran de una forma tan clara en una operación, pero en las siete horas de intervención, los lagrimales de Kim no habían parado de llorar ni en un solo instante, tanto que tuvo que proporcionarle una vía para prevenir la deshidratación. Pero ya estaba. Todo había acabado. El proyecto de su vida había salido a la perfección. Echó un último vistazo a la pantalla, el procesador ya había pasado a Kim el 70 por ciento de datos, casi terminado. Él ya no era necesario, y tenía cosas mejores que hacer. Hizo pasar al soldado que esperaba fuera de la sala. Jong-In, le decían, pero sus camaradas le apodaban de otro modo, ¿Kurt? ¿Ken? No le importaba.

- Es sencillo - le explicó para la custodia de la paciente -. Cuando el ordenador termine, lo desconectas, y esperas a que pase la anestesia.

El chico asintió, firme, e hizo una reverencia cuando su jefe se marchó. Kai apenas pudo mirar el rostro de aquel cuerpo dormido, tan lejos de todo lo que había sido Jennie. Había pasado una semana de su huída a Tailandia. No había podido hacer nada para retenerla, y en parte se había alegrado. Sabía que Jennie no había sido feliz en YG. Pero después las atraparon. Recordaba con claridad ese día. Primero entraron las tres chicas, sedadas, directas al quirófano. Kai había hecho preguntas que nadie había sabido responder. Y luego habían traído a Manoban y la habían metido en una sala de alta seguridad. El chico había esperado que la joven entrara gritando, forcejeando y pegando puñetazos (como en una ocasión hizo con él), pero ni siquiera venía esposada. Caminaba arrastrando los pies, con la cabeza gacha y la mirada perdida. Vencida. Kai se preguntó lo que le habían hecho para doblegarla, y se enteró horas más tarde, en la cena. En parte, se alegró por las chicas: tendrían vidas normales, lejos del peligro y el riesgo. Además, Jennie no recordaría a Manoban, tan arrogante, con esa mirada de superioridad. No hubiera sido bueno para la coreana seguir con ella.

Professional Killer [JENLISA] Where stories live. Discover now