1.- Khaleesi llega al Congreso

1.2K 30 35
                                    


Ya hace algunas semanas que el mayor terror conocido para Pedro Sánchez había llegado al Congreso. Nadie se esperaba que las cosas desembocaran de la manera en que lo hicieron. En tan solo una semana, Arrimadas se había hecho con el liderazgo de C's y con su carisma se ganó el apoyo de todo el centro y la derecha. Gracias a ello presentó una moción de censura que fue aprobada por mayoría. Pues al descubrirse la subida de impuestos, que anticipaba en aquel debate Rivera, de Sánchez, tenían miedo de que provocara una crisis y arruinara el país.

Arrimadas se hizo con el liderazgo de C's pero no todos la apoyaban. Aquellos que se opusieron a ella fueron condenados al peor de los castigos: fueron enviados a defender Cataluña y luchar por ella ante la amenaza de la llegada del President Legítim.

Tras la moción de censura el asiento del Presidente quedó desocupado. Pedro intentó huir en Falcon pero Rivera, Villacís y Girauta, los más fieles a Inés, se lo impidieron. Lo llevaron al Congreso donde Arrimadas le estaba esperando.

Todo el mundo estaba expectante. No sabían lo que iba a pasar allí. Finalmente, la líder de Ciudadanos rompió el silencio:

- Señor Sánchez, le sentencio a morir - sentenció con voz firme Arrimadas.

- ¿No crees que te estás pasando? - dijo una mujer - Debe haber otro modo de..

- ¿Tú nombre?.

- Irene. Irene Montero.

Ugh, no la había visto. Allí estaba, sentada al lado de uno de sus principales enemigos en la guerra por la Moncloa. Si se tratáse de ella y no del coletas quizás hasta se plantease la idea de pactar. Aunque Ciudadanos y Podemos pactando... en la vida. Ya se tendrían que alinear todos los astros para que eso sucediera.

- Solo hago lo que creo correcto. Es mi deber proteger nuestro país - dijo Inés empezando a dudar.

- Muy bien. Sigo pensando que debe hab-

Irene fue interrumpida, llevándose un susto de muerte. Una voz resonó en el hemiciclo. Era Pablo Iglesias, que muy preocupado gritó:

- ¡No puedes hacer esto! ¡Estamos en España! ¡Vivimos en una democracia!

Esas palabras surtieron efecto en la mujer. Aunque le daba rabia admitirlo, el podemita tenía razón. Tras meditarlo unos segundos encontró la solución.

- ¡Está bien! - sentenció Inés resignada.

El socialista suspiró aliviado. Pensar que nunca jamás volvería a volar en su queridísimo Falcon y que no volvería a Mallorca le aterraba.

-Lo llevaremos a Cataluña - dijo Inés con aire solemne.

Maldita la hora en la que se negó a aplicar el 155. Cataluña tiene que hablar con Cataluña, menuda chorrada.

Dicho esto la reunión quedó desconvocada y los allí presentes abandonaban poco a poco el hemiciclo. Inés recogía sus notas, fotos y demás cosas que solía llevar a sus intervenciones tranquilamente cuando Rivera se le acercó.

- Has estado magnífica - dijo Albert mirándola de arriba a abajo.

- Como siempre - dijo secamente Inés.

- Pero más hoy en especial. Estabas radiante. Yo.. bueno, tenemos un asunto pendiente.

Ya estaba otra vez tirándole la caña, los trastos y el bolsillo de Doraemon entero. Quería terminar de recoger sus cosas tranquila e ir directa a casa. Era una buen hombre pero para nada su tipo. Lo veía como un amigo. Se tenía que deshacer de él.

- Todavía recuerdo lo que pasó en el AVE - dijo la líder de C's.

- Sí. Yo también - dijo el de Ciudadanos con una sonrisa de orgullo.

- Me enseñaste toda tu colección de banderas de España.

- Sí... tengo una para cada acontecimiento especial.

Era imposible. Se le estaba agotando la paciencia. Desesperada, levantó la vista de sus cosas y se encontró con la mirada de una mujer que la miraba desde la otra punta del Congreso riéndose. Irene Montero estaba contemplando el circo que estaba viviendo en aquellos momentos con Albert. Que vergüenza. Le hizo una seña para que fuera con ella.

- Lo siento, tengo que irme.

- Vale, nos vemos en otra ocasión, quién sabe quizás en una cena.

- Sí venga, hasta luego.

Bajó las escaleras y se reunió con la última persona con la que pensaba hablar ese día. Albert las miraba desde su posición con recelo.

- Gracias de verdad. Te debo una. Cuando empieza con las banderas no para.

Ese comentario hizo reír a la podemita. Nunca se había fijado, tenía una sonrisa preciosa.

- ¿Inés?

- Eh, sí, qué pasa.

- Nada. Te acabo de preguntar que si quieres ir a tomar algo conmigo, unas cañas, un café... Hace tiempo que no nos vemos.

- Lo que surja está bien. ¿Vamos? - dijo mirándole a los ojos con una sonrisa la de C's.

Fueron a la cafetería favorita de Inés. No muy lejos del Congreso pero tampoco cerca. Era un lugar acogedor, el ambiente era familiar. Era agradable estar allí. Inés pidió una infusión e Irene un café con leche, con azúcar. Hablaban de todo y de nada a la vez.

- Madrid es tan preciosa como dicen.

- No tanto como tú - dijo Irene con una sonrisa.

Hasta que entraron en temas políticos. Se enzarzaron en una pequeña discusión. Al fin y al cabo es lo que tiene que una sea de derechas y la otra de izquierdas. En términos políticos nunca se iban a poner de acuerdo.

- Y qué pasará con Cataluña - preguntó la portavoza de Unidas Podemos.

- Una vez sea Presidenta del Gobierno aplicaré el 155. Mandaré a los mejores agentes a enfrentarse al President Legítim.

- La solución al problema catalán es un referéndum.

- Ay, Irene, por dios. ¿Qué les vamos a hacer votar, entre vivir o morir? Tú no has visto los horrores que yo he visto en Cataluña. El President Legítim no se rinde.

Dejaron a un lado los temas políticos ya que solo les traía dolores de cabeza. Se hacía tarde e Irene tenía otros compromisos que atender. Se ofreció a pagar la cuenta pero Inés se negó, discutiendo otra vez.

- Te invito - dijo la más alta.

- No, insisto. Esta vez pago yo.

- Que no de verd- - Inés puso su dedo sobre sus labios para callarla.

- He dicho que a esta invito yo - dijo guiñándole un ojo - en otra ocasión quizás.

Tuvo que aceptar aquella propuesta. Lo que acababa de pasar la dejó desconcertada. Inés tenía ese carácter fuerte que le encantaba. Se quedó allí mismo mirándola. Era tan pequeña pero tan fuerte. No le gustaba de manera romántica pero era innegable lo guapa que era.

Ya hacía unos meses que se había separado de Pablo. Tampoco estaba muy afectada por ello, ya no era feliz con él. Aún así se alegraba de que Inés no hubiera sacado ese tema de conversación.

- Siento el retraso. No tenías porque esperarme, ¿no deberías estar con Pablo? - dijo mientras guardaba la cartera en el bolso.

Lo tenía que decir. Se quedó bloqueada durante unos segundos. Inés, algo confundida, la miró esperando la respuesta.

Por la Moncloa - IRENESOnde histórias criam vida. Descubra agora