11.- Me gusta Irene Montero

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Tras las duras declaraciones de Arrimadas el de Ciudadanos se quedó en shock. Que no te quite el sueño me gusta Irene Montero. Que no te quite que me gusta Irene. Que me gusta Irene.  Irene Montero. La frase se repetía en su cabeza. Inés le estaba ayudando. Apoyado sobre su hombro. Esa mujer tenía una fuerza descomunal. La miró. No podía soportarlo más. Si no podía ser suya no sería de nadie. Se separó de ella y la empujó, haciendo que la de Ciudadanos cayera al suelo. Indefensa ante la orda de CDRs que se aproximaba. Le dirigió una última mirada antes de marcharse cojeando y dejarla tirada.

Irene contemplaba la escena sin entender qué  pasaba entre los Ciudadanos. Estaba muy cerca de entrar al Congreso. De alcanzar la mínima seguridad. Pero la seguridad para Inés quedaba muy distante si nadie la ayudaba. Se abrió paso a empujones. Manteniendo la mirada en la posición de Inés. La desesperación invadía su cuerpo. Tardaba demasiado en llegar. Los indepes tenían rodeada a la de Cidadanos. De repente sintió como alguien le agarraba del cuello de la camiseta por la espalda y tiraba de ella hacia arriba. Tuvo que dejar de mirar a Arrimadas para ver quién la estaba ayudando. El hombre la montó en la parte de atrás del caballo y tomó rumbo a Inés.

- Una ayudita de tu amigo trifálico. - Abascal utilizó un tono irónico. - No espero nada a cambio.

- Tampoco te lo iba a dar. - Irene sonrió ante el surrealismo de la situación. - Llévame a Inés.

- Vamos a por la ciudadana en apuros. - El hombre espoleó al caballo para dirigirlo a su destino.

El líder del partido verde se tiró del caballo al alcanzar a Inés. Dejando espacio para ella. La de Podemos tuvo que esquivar manguerazos antes de conseguir llegar a ella. Irene le tendió la mano a la de Ciudadanos sin detener el caballo y la colocó detrás de ella. Dirigieron una última mirada al líder de Vox que les hacía gestos para que se fueran de allí y se olvidaran de él.

Irene cambió de dirección al caballo y puso rumbo nuevamente al Congreso sin mirar atrás. Abascal luchaba con honor. Codo con codo con los valientes que se quedaron a proteger la retirada.

Cuando casi rozaban con los dedos las puertas del Congreso recibieron un manguerazo por el flanco derecho que las hizo caer al suelo. Dieron tres vueltas de campana antes de poder controlar sus cuerpos y frenar. Irene buscaba a la de Ciudadanos. Unos indepes la había cogido por los pies y tiraban de ella. Se impulsó con las manos para levantarse y corrió hacia Inés lo más rápido que pudo. Le costaba respirar. Sentía un dolor punzante en el costado izquierdo. En su camino se interpusieron tres hombres con lazos amarillos. Se deslizó por debajo de estos para llegar por fin a Inés. Estiró con todas sus fuerzas de ella pero eran tres contra una. Perdían terreno.

- ¡Déjame! - Inés se resistía y a la vez se estaba rindiendo. - ¡Vete! ¡Vamos! ¡He dicho que te vayas! - Intentó liberarse de los brazos de Irene pero esta empleó más fuerza. No podía creer lo que le estaba pidiendo.

- En la vida chavala. - Tiró con más fuerza de la de Ciudadanos. Le soltó una mano para rebuscar en uno de los bolsillos de su chaqueta. Ejercía fuerza con las piernas para evitar ser arrastrada. Empezaba a notar como el cansancio la dominaba. Del bolsillo sacó un pequeño libro de bolsillo en cuya portada se podía leer: Constitución española. Menos mal que siempre la llevaba encima. Le echó un vistazo antes de lanzársela a la cara de uno de los CDRs. Estos se retorcieron y liberaron a Inés. Continuaron su camino. Una vez en la entrada del Congreso Inés se detuvo para dar nuevas órdenes:

- ¡Inmaculados! - Inés se dirigió a los de su grupo parlamentario. - ¡Proteged la puerta! ¡Recordad! ¡Lo importante no es ganar! ¡Es ganar! ¡Vamos Ciudadanos! - Los miembros de su partido reaccionaron vitoreando a su líder.

Dentro del Congreso pudieron tomarse un respiro. Apoyadas de espaldas sobre la puerta se miraron. Inés estiró su mano para entrelazarla con la de Irene y sonrió. Buscó con la mirada a Rivera pero no lo encontró.

- Podrías haber muerto. - La de Ciudadanos dio un golpe suave en el hombro a la madrileña. - Y me habría quedado sin la cena que me debes.

- Qué ha pasado con Albert. - Irene vio como Inés desviaba la mirada.

- Se ha declarado.

- No es momento de hacer la declaración en estos momentos.

- Que me ha dicho que me quiere... tonta. - Apartó la mirada de Irene y la fijó en un punto incierto del suelo. Notaba como le ardían las mejillas ante lo que se disponía a decir. - Pero le he dicho que me gustas tú.

Irene necesitaba tener unas palabras con Albert. Se le había adelantado. Había tenido el valor que ella no encontraba. Conocía esas dos palabras y esas ocho letras muy bien, pero el valor no era su punto fuerte en el amor.

Miraron a su alrededor. El panorama era devastador. Políticos heridos por todas partes. Tirados por el suelo. A medida que avanzaban se volvía peor. Al fondo vieron a Pablo. Estaba socorriendo a Pedro. Le habían dejado la cara que ni el Ecce Homo tras la restauración. Giraron a la derecha y se encontraron con un grupo del PP. Entre ellos se encontraba Cayetana que repetía cosas sin sentido.

- En qué momento dije yo que sí si un no es sí y si el sí es sí. No es no pero el sí cuándo lo dije.

De pronto se formó un alboroto general. Los parlamentarios se acercaban curiosos a las ventanas para comprobar qué estaba pasando en el exterior. Ambas mujeres se dirigieron rápidamente al despacho de Inés que daba de pleno a la calle. La primera en entrar fue Inés seguida de Irene que cerró la puerta tras de sí. Vio como la expresión de la de Ciudadanos cambiaba. Reflejando el horror que estaban viendo sus ojos. Se acercó a la ventana para ser testigo por ella misma de lo que había dejado así a la catalana. Cuando pensaba que nada le podría sorprender después de su paso por Barcelona... de las cloacas comenzaron a salir personas que se aliaron a los indepes.

Vieron al líder del partido verde, suspiraron de alivio al ver que seguía vivo. No era santo de su devoción pero había salvado a Inés. Dirigieron su mirada a un grupo de hombres que llegaban por la izquierda. En los ojos de Abascal se reflejaba la inminente derrota. La calle se sumió en el silencio. El silencio de un hombre derrotado. Un silencio roto por uno de los hombres recién llegados.

- ¡Se queda! - El hombre miró con orgullo al President Legítim.

Los indepes se reagruparon frente al Congreso. Un grupo sacó unas bolsas y las lanzó en el centro de la calle. Se lanzaron en masa a ellas, sacando del interior los lazos amarillos. Una vez en su posesión llenaron la fachada del Congreso con ellos. A otros los lazos le sabían a poco y empezaron a tirar pintura amarilla.

Irene miró a la de Ciudadanos. Esta no podía apartar la vista de lo que sucedía en la calle.

- Eh. Que estoy aquí. - La de Podemos le hacía señas con las manos para captar la atención de Arrimadas.

- Estás horrible. - Sonrió por fin la de Ciudadanos.

- Inés... cuándo vamos a hablar de esto. De lo nuestro. - La madrileña puso sus manos sobre los hombros de esta.

- Alguna vez te han dicho que escoges los peores momentos para... - No pudo terminar la frase, Irene le cerró la boca uniendo sus labios. La de Podemos tenía los ojos cerrados. A la líder de Ciudadanos le había pillado desprevenida aquel beso. Se dejó llevar. Cerró los ojos. Allí solo quedaban ellas dos.

- ¿Interrumpimos algo? - Unos hombres con una cámara irrumpieron en el despacho. - Joder si son Arrimadas y Montero. ¡Graba!

- ¡Ferreras! Tenemos una exclusiva.



Por la Moncloa - IRENESTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang