18.- Los pactos

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Esa mañana se celebraría la primera reunión sobre la investidura. Numerosos acontecimientos atrasaron la toma de poder. Además, Inés había perdido apoyo tras los sucesos de Cataluña. Necesitaría pactar con otras fuerzas parlamentarias. El PSOE no era una opción. Vamos que en la vida. Nunca. Ni muertos Ciudadanos pactaría con los socios de nacionalistas y etarras batasunos.

El PP era su socio preferente pero la idea de pactar con Casado... tampoco le hacía especial ilusión. Vox como sí decía misa que nunca pactará con ese partido. Y Podemos... lo único que le gustaba de ese partido era Irene Montero.

Desde la puerta de la habitación, miró a una Irene que dormía plácidamente, antes de salir. Tenía una sonrisa tonta dibujada en el rostro, a saber qué estaría soñando la perrofla. Se mordió el labio inferior, una sonrisa luchaba por salir, y puso los ojos en blanco. Abrió la puerta con cuidado de no hacer ningún ruido para no despertar a su progre favorita.

Con la sonrisa en los labios se dirigió a la cocina. Si esa era la mejor etapa de su vida lo decía y punto, menos a Irene, que su orgullo no se lo permitía.

Comenzó a preparar el desayuno, tan inmersa en sus pensamientos: Irene Montero, en bucle, que no se dio cuenta de cuándo había aparecido la madrileña por allí. Casi le da algo cuando Irene la envolvió con sus brazos por detrás.

- ¿Qué pasa? - Rio Irene. - No me digas que te habías olvidado de que estaba aquí.

- Idiota. - Dijo girándose. Se quedó en esa posición un rato más. Mirando a los ojos a una confusa Irene. Eso la hizo reír. Enredó su mano derecha en el pelo, de la recién levantada, Irene. Con la otra mano rodeó su cuello, atrayéndola con fuerza. - Ven aquí, anda.

Selló sus labios con un beso que se alargó intencionadamente. Ninguna quería que acabara. Deseaban que ese momento fuera eterno. Pero no existe la eternidad.. o eso dicen. Fueron interrumpidas por el ruido de la tostadora. Dieron un pequeño salto que las trajo de vuelta a la realidad. Desviaron la mirada hacia la tostadora y se rieron.

- Venga, vamos a desayunar. - Inés intentó escapar del agarre de Irene pero esta no se lo permitió. - Hoy no podemos llegar tarde. - Insistió. Golpeó a Irene con los brazos. Sin éxito.

- No puedes ser tan agresiva, Inés. - Irene rio con sorna.

Arrimadas bufó. Al principio tenía su gracia. Lo poco gusta pero lo mucho cansa. Y ella era una mujer de dominio, no de ser la presa política de una comunista. Aprovechando un descuido de la podemita, puso sus manos a ambos costados de esta, apretando con suavidad, dejando que sus manos viajaran por cada rincón del abdomen de la madrileña quien se retorcía de la risa. No pudo evitar contagiarse de ella.

- Está bien. Me rindo. - Dijo Irene llorando de la risa. - Tú ganas.

- Como siempre. - Inés le retiró con el pulgar las lágrimas del lado derecho. - Los de Ciudadanos siempre ganamos en la vida.

- Porque las elecciones son otra cosa. - Irene provocó ella sola que Inés le golpeara en el hombro.

- Como sigas así te quedas sin desayuno. - Se separó de Irene para ultimar el desayuno.

- Vale, mamá.

Inés se giró una última vez. Se mordió el labio. Irene la traía de cabeza. Pero le encantaba.

***

Arrimadas reía ante la nueva ocurrencia de los indepes. Hablar en catalán a la turradora. Se llevó una mano a la frente, de verdad que esa gente no la dejaba de sorprender. Ahora reivindicaban poder hablar a los electrodomésticos en catalán. Lo que hay que ver por tener ojos. Desde los dinosaurios catalanes nada le había hecho reír tanto. Casi lo agradecía. Para echarse unas risas eran buenos.

Por la Moncloa - IRENESWhere stories live. Discover now