9.- El President Legítim

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No volvió a hablar con Inés desde entonces. Pasaron dos semanas desde aquella propuesta y todavía no había decidido qué hacer. Ella y Arrimadas no eran nada, al menos todavía, no. Esa mujer la desconcertaba de maneras que nunca nadie en la vida. Se sentía culpable y tampoco tenía porqué. La política es así. Se revolvía en su asiento buscando un poco de confort. Pero no dejaba de pensar en ella. Tenía que hacer algo. Hablar con Inés. No iba a ser fácil, pues se había cerrado en banda a todos. Pero era lo que debía hacer.

Se levantó. Al llegar a la puerta dudó. Apoyó la cabeza sobre ella con una mano en el picaporte. Tras unos segundos abrió la puerta y la cerró tras de sí, apoyando su espalda en ella, para impedir echarse atrás. Había dado el paso y ya no había vuelta atrás que valiese.

Los pasillos no estaban muy concurridos. Seguía las huellas de su camino favorito, las que le llevaban al despacho de Inés. Estaba nerviosa. Notaba como los tics la dominaban. Se mordía las uñas para mantenerse ocupada con algo. Sin darse cuenta chocó con una de Ciudadanos que salía del despacho de la líder del partido.

- Begoña lo siento, yo.. dónde tendré la cabeza - dejó escapar una dulce pero fingida risa. Se agachó para ayudar a la de Ciudadanos a recoger los papeles que se habían esparcido por el suelo.

- Ojalá todos los días me embistieran chicas guapas como tú. - Dijo tocándole a propósito una de las manos con la excusa de recoger los documentos. Irene por su parte se sentía incómoda, no entendía porque todo lo que rodeaba a Inés era tan surrealista. - Qué, ¿vienes a ver a Inés? Nos ha preguntado por ti. - Esas últimas palabras a Irene le parecieron ir cargadas de resentimiento.

- S-sí. ¿Cómo está? - Las palabras salían de su boca antes de poder tan siquiera pensar. En su cabeza resonaba la famosa frase de M. Rajoy: ustedes piensan antes de hablar o hablan tras pensar.

- Será mejor que lo compruebes por ti misma. - Villacís se hizo a un lado invitándola a pasar. - Siempre se lleva a las mejores. - Susurró para sí misma.

Todavía le quedaba un pequeño trecho hasta llegar. Si se iba a arrepentir debía ser ahora o nunca. Dio alguna vuelta por el pasillo pensando qué decir o qué hacer. Cómo afrontar la situación. Paró en seco para inspirar. Una imagen de Inés sonriendo pasó por su mente antes de decidirlo. Expiró, dejando escapar todos los miedos y preocupaciones. Solo quería una cosa y se llamaba Inés Arrimadas.

Recorrió los últimos metros que la separaban de ella a una velocidad que ni Puigdemont en la huida. Al llegar a la puerta de la de Ciudadanos le faltaba el aire. Respiró para no morirse sin ser capaz de decirle a Inés lo que sentía. Decidida a dar el paso. Sabía lo que quería e iría a por ello. De todas formas igual se estaba precipitando y la de Ciudadanos no quería lo mismo. Igual se estaba montando una película que ni las de Tim Burton. Abrió la puerta de par en par. Sin llamar antes siquiera.

- ¡Inés! - Irene volvió a coger aire. Apoyada sobre sus rodillas. La vio al fondo de la habitación. De espaldas a ella, mirando por la ventana. Su intrusión la hizo sobresaltarse. Vio como se llevaba una mano al pecho, le había dado un susto de muerte.

- Joder, Irene. - La de Ciudadanos se sentó en su silla para ocultar el temblor que empezaba a recorrer su cuerpo. - ¿Qué quieres? Podrías haber avisado que venías.

- Inés.. yo.. - Después de llegar hasta allí se había quedado en blanco al verla, no alcanzaba a juntar dos palabras y que tuvieran sentido. Qué ironía, como ellas dos juntas. - Vamos a cenar. - A cenar... qué haces Irene. Si le decía que no, se rendiría. Se encontró con la mirada de Inés. Esos intensos ojos marrones, bajó hasta sus labios. Joder, los necesitaba pero ya mismo. La vio dudar unos segundos antes de responder.

- Vale. - El tono que empleó fue muy pequeño, a Irene se le encogió el corazón. - ¿A dónde me vas a llevar?

- Tendrás que esperar para descubrirlo. - Por fin se acercó a ella. Se sentó en una de las esquinas de su mesa e inclinó su cuerpo hacia ella para besarla. Rozó con sus labios los de Inés. Se suspiraron, se desearon, pero fueron interrumpidas por una llamada.

- Lo siento. - Dijo la de Ciudadanos mirando la pantalla. - Es importante, tengo que cogerlo. - Se levantó y se alejó un poco de Irene. Dándole la espalda. Comenzó a hablar en... inglés.

- Yes. What my catalan friends.. - la de Ciudadanos se cortó. A la de Podemos le había dado por hacer de las suyas. Tapó el micrófono para que no la escucharan al otro lado y le propinó un suave golpe a Irene para que parase de jugar. Lejos de ello, la madrileña continuó a lo suyo. Veía como la catalana se ponía cada vez más nerviosa. Sacó las esposas que había cogido prestadas en Cataluña la de Ciudadanos. Inés tuvo que cortar la llamada.

- Estate quieta. - Arrimadas la apartó y puso sus manos delante de ella para impedir que volviera a acercarse. Pero eso no detuvo a Irene. Se acercó a ella y la de Ciudadanos la esquivó. Dando comienzo a una persecución por todo el despacho. Quien las viera pensaría que están muy mal de la cabeza. Finalmente la de Podemos consiguió atraparla. Inés se había "rendido". La rodeó con sus brazos por la espalda y le dejó un beso en la mejilla.

- Quiero ser tu guerra todas las noches y tu tregua cada mañana. - Susurró Irene en su oído.

Se apartó de la de Ciudadanos riendo. La había dejado sin palabras. Daba igual, no necesitaba ninguna respuesta por ahora. Cuando Inés parecía encontrar las palabras para contestar llamaron a la puerta.

- Te recojo esta noche a las 20:00. - Irene la miró de arriba a abajo. - Ponte guapa.

- Yo siempre voy guapa. - Dijo Arrimadas en tono burlón. - Venga vete que se me acumula el trabajo.

Irene abrió la puerta dispuesta a salir. Se topó con Rivera de frente quien entró sin importarle que estuviera ella allí. La miró de reojo y suspiró.

- Qué hace esta aquí. Los de Podemos no tienen oficio ni beneficio, no deberías juntarte con ellos.

- Esta tiene nombre y te está escuchando. Imbécil. - Montero no se reprimió. Hizo hincapié en la última palabra.

- Un poco de respeto mujer.

Ambos se enzarzaron en una discusión ante los incrédulos ojos de Inés. Otra vez. Perdía la paciencia por segundos. Notaba como se desvanecía dando paso a un creciente enfado.

- ¡Ya está bien! - Arrimadas dio un golpe sobre la mesa. - Qué quieres Albert. - El de Ciudadanos y Montero se dirigieron una última mirada llena de odio antes de mirar a Inés.

- Ya está aquí.

- Ya está aquí, ¿quién? - Preguntó la de Podemos.

- El President Legítim.

Por la Moncloa - IRENESOnde histórias criam vida. Descubra agora