XXII

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POV Natalia

Cuando salimos del metro caminamos en silencio hasta mi apartamento, me moría de ganas de besarla, de sentirla, de tocarla. Deseaba acariciar sus curvas, morder su cuello, respirar su pelo. Me moría por ella, después de todo este tiempo nada había cambiado.

Fue por eso que ni bien entramos a mi casa la empujé, sin ejercer mucha fuerza, contra la pared del pasillo. Me acerqué a ella y me quedé a escasos milímetros de sus labios, la miré a los ojos y todo a mi alrededor desapareció. ¿Cómo?, ¿cómo podía seguir teniendo el mismo efecto en mí? Era capaz de poner mi mundo patas arriba con un suspiro.

La besé, la besé de nuevo, intenso. Una de mis manos sujetaba con delicadeza su mejilla y con la otra mano me apoyaba en la pared con tal de no caerme. Me separé de golpe y desde la distancia la observé, quieta, confusa, preciosa... Dios, sí, preciosa. Ella dio dos pasos largos hasta mí y me acarició la mejilla, dos lágrimas de sal recorrieron mis mejillas, cerré los ojos y me dejé deslizar por la pared hasta terminar sentada en el suelo, Alba se sentó a mi lado. Nos quedamos en silencio, lágrimas brotaban silenciosamente de nuestros ojos. Busqué la mano de Alba y cuando la encontré la agarré entrelazando nuestros dedos. Nos quedamos así un tiempo, giré mi cabeza para encontrarme con sus ojos miel, que me miraban buscando algo. Ojos curiosos que se ponen más claritos al llorar.

Entonces volví, volví a acercarme a ella, a besar sus labios un beso que terminó en mi habitación. Nos desnudamos entre caricias y besos y bajo la tenue luz que entraba por la ventana de la habitación analicé cada parte del cuerpo de Alba. Lo fotografíe en mi memoria y guardé las fotos en un lugar especial de mi corazón, bajo llave.

Nos acostamos en la cama, comencé un recorrido de besos por su cuerpo, cuando llegué a su intimidad acaricié la zona con delicadeza, Alba me miraba excitada desde su posición. Entonces comencé a masajear la zona, primero con la lengua y después continué con el pulgar. Me acerqué a Alba para sellar nuestros labios en un beso, mientras seguía masajeando la zona, poco después introduje un dedo haciéndola gemir. Continué introduciendo un segundo y tercer dedo, aumenté el ritmo de mis dedos dentro de ella. Cuanto más rápido movía mis dedos más se acercaba Alba al orgasmo. Sus paredes se contrajeron, arqueó su espalda y se agarró a mi espalda pasando los dos brazos arriba de esta. Gimió alto y a la vez se vino, sonreí de lado y besé sus labios.

Me tumbé a su lado y acaricié su pelo mientras la miraba ella sonreía. La ventana de la habitación estaba abierta y dejaba entrar una fría brisa de noche de verano que refrescaba en parte nuestros sudados cuerpos. 

-Natalia yo... -Dijo ella.- Lo siento.

-No Alba, lo que hiciste ya pasó. -Dije.- No tienes por que arrepentirte, si eso era lo que debías hacer, no soy quién para impedirte que tomes tus propias decisiones.

-¿Me perdonas?

-Nunca llegué a odiarte, siempre te perdono. -Dije.- No vivas en ese pasado Alba, vive en nuestro presente.

Conversamos poco más hasta que caímos dormidas. La mañana siguiente me levanté pronto para preparar el desayuno, unas tostadas con aguacate, bajé al supermercado para comprar leche sin lactosa y poder prepararle un café con leche a Alba. Cuando ya lo tenía todo listo preparé la terraza para desayunar ahí.

Me dirigí a la habitación para despertar a Alba, abrí la puerta sin hacer mucho ruido y caminé hasta ella. Me puse de cuclillas para estar a la misma altura y acaricié su mejilla poniendo de paso un mechón de pelo detrás de su oreja.

-Buenos días cariño... -Dije.

-Dos minutos más... -Se quejó adorablemente.

-Son las diez y media casi ya, venga levanta que te he preparado el desayuno... -Dije y dejé un beso en su mejilla.- Te espero en la terraza.

-Voy, voy... -Bufó haciéndome reír.

Desayunamos tranquilas mientras conversábamos, Alba me contó que había pintado un par de cuadros y los quería presentar a una galería de arte a ver si le dejaban hacer una exposición. Yo quería trabajar en unas canciones y poder presentarlas a alguna discográfica.

Pasó una semana más rápido de lo que pensé, le propuse a Alba volver a mudarse conmigo y aceptó la propuesta. Parecía que todo había vuelto a la normalidad, Alba iba a cada cita que tenía en el hospital, todo parecía ir correctamente.

Estaba en la cocina preparando una sopa vegetariana sin lactosa para cenar cuando sonó el teléfono de Alba.

-¡Alba te llaman! -Anuncié desde la cocina. Al no obtener respuesta lo atendí yo.- ¿Si?

-Alba... -Dijo la voz de un hombre que me sonaba bastante familiar.

-No, no, soy Natalia su... -No pude continuar porque me interrumpió.

-Si, si, Natalia. ¿Alba? ¿Dónde está?, soy Manu, el médico.

-Claro Manu, ¿qué pasa? ¿Tenéis ya los resultados de la última prueba?

-Sí, y me temo que va a ser muy urgente que acuda Alba al hospital.

Apagué el horno de inmediato.

-¿Está bien? -Pregunté.

-Me temo que... Es complicado, comprueba que Alba esté bien y tráela al hospital.

Colgué el teléfono y salí corriendo hacia la habitación en cuanto escuché un golpe seco que venía de allí. Cuando entré encontré a Alba convulsionando. Me tiré a su lado cayendo de rodillas, enseguida agarré una almohada y la coloqué debajo de su cabeza, empujé la cama para tener más espacio y tumbé a Alba de lado para facilitar la respiración.

-Alba, Albi, cariño... -Dije notando como un nudo se formaba en mi garganta.- Estás hirviendo... -Dije tomando la temperatura con mi mano.

No tardó más de dos minutos en dejar de convulsionar y perdió el conocimiento. Intenté calmar mi respiración, limpié el sudor de su cara con una toalla y cargué a Alba en mis brazos. Bajé las escaleras del edificio lo más rápido que pude, siempre teniendo cuidado de no tropezar. Alba parecía empezar a estar consiente de nuevo, la senté en el asiento de copiloto y coloqué el cinturón de seguridad, después subí en el coche y arranqué de camino al hospital. En cuanto llegamos aparqué el coche en el parking de ambulancias de urgencias y entré corriendo con Alba cargada en mis brazos. 

-Señorita por favor. -Me dijo un enfermero que me indicaba que dejara a Alba en una camilla.

-No, no, busco a Manu. -Dije negándome a soltar a Alba.

-Ahora vendrá, por favor. -Dijo.

-¡Natalia! -Dijo Manu y levanté la vista.

-No sé, no sé. -Lloré.- Estábamos bien, en casa, nuestras casa, escuché un ruido, Alba se había caído, y yo, y yo.... -Respiré hondo.- No sabía que hacer, estaba convulsionando.

-Está bien, está bien, déjala aquí... -Me ayudó.- Sala veintidós, de urgencia. -Indicó Manu a dos enfermeros que se llevaron enseguida a Alba.

Caminé con rapidez detrás de los enfermeros ignorando las órdenes de Manu que me quedara en la sala de espera, corrí para llegar a darle la mano a Alba y fui con los enfermeros hasta la previamente nombrada sala número veintidós. 

Tuve que soltar la mano, dejarla ir.

Las puertas se cerraron enfrente mía, di un par pasos hacia atrás y vi como cada vez más doctores entraban a la sala. Sentí como el mundo se me caía trocito a trocito, me costaba respirar.

Cerré los ojos y llevé mi mano a mi cuello, donde de la cadena plateada colgaba la inicial de la persona que más necesitaba, Alba. Acaricié con mis dedos temblorosos la inicial y la vi. Vi sus ojos miel brillar en la penumbra, vi su sonrisa bajo las estrellas de la habitación, vi su cuerpo bailar al ritmo de una balada, la vi, y la vi riendo en el mar, la vi a ella.

Lo que Alba me hizo sentir tuvo un comienzo, sí, pero jamás tendrá un final.

Sempiterno: Aquello que tiene un principio pero que no contará con un final.

FIN

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¿Epílogo?

❤❤❤

ig: itscroana

Sempiterno // AlbaliaWhere stories live. Discover now