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Kyo

Llegué después de las tres de la tarde a casa, por fin había terminado de aplicar todos los exámenes a mis alumnos de preparatoria. Enseñaba matemáticas en dos escuelas preparatoria de la zona, lo hacía por el puro placer de enseñar, quién iba a pensar que podía ser tan bueno lidiando con adolescentes. Tal vez era que me preocupaba, mucho más de lo que cualquier profesor en mis épocas de estudiante. Quería evitar que alguno de mis alumnos pasara por lo que yo pasé y estaba bastante enfocado en lograrlo.

Me había graduado de la universidad de la facultad de Ingeniería, aunque nunca había ejercido, no lo necesité. Mis padres me regalaron la enorme casa en la que vivía y dado que teníamos más dinero del que podíamos gastar y seguíamos generando; mi abuelo era parte de la industria de los bancos, ni siquiera teníamos que trabajar, el dinero se producía solo. Así que me dedicaba a trabajar por un sueldo muy bajo, pero me gustaba pensar que tal vez, podía cambiar la vida de algún chiquillo ingenuo.

El único problema era que tenía que usar camisa para dar clase, la cual me saqué en cuanto llegué quedando solo en camiseta de tirantes y pantalón de vestir. Fui a la cocina, pensando que pronto comenzarían las vacaciones y tendría dos largos meses sin algo qué hacer, contemplé la idea de irme de viaje mientras tomaba un vaso con agua. Tenía mucho tiempo sin salir y la última vez que había salido, había sido en compañía de todos; tal vez necesitaba un viaje por el mundo, yo solo. No me podía hacer más daño.

En eso estaba cuando el timbre de la puerta sonó en la casa, había reducido el número de personas que me ayudaban con le aseo en la casa, y aquel día me encontraba solo. Takanori se había ido con Nao a buscar un departamento para vivir. Si bien me sorprendió la declaración de la pareja, sabía que había algo que mi hermano menor no me estaba diciendo; no había dicho nada de los gritos que había proferido entre sueños la noche anterior. Pensé que me contaría, sin embargo, se dedicó a desviar el tema y cuando quise hablar de ello, ya era hora de irme a la escuela.

Abrí la puerta sin tener idea quién podía estar visitándome a esas horas, seguramente sería un vendedor de puerta a puerta o algún vecino. Sin embargo, me topé con unos enormes lentes oscuros y detrás de estos se encontraba Hiroto con un blu ray en la mano. No pude evitar sonreír al instante, ese chico tenía poderes sobrenaturales en mi, como sacar sentimientos o expresiones que no me atrevía a mostrar frente a nadie más con naturalidad.

—¿Qué haces aquí? —le pregunté aún sonriendo y recargado en el marco de la puerta.

Hiroto bajó sus lentes a la punta de su nariz, chasqueó la lengua y me mostró la caja de la película.

—Decidí adelantar la cita de esta semana —sonrió con suficiencia.

Me perdí en esa sonrisa por unos segundos, había muchos grupos de fans de Hiroto, debía admitirlo, me había metido a ver sus videos y los comentarios que la gente decía de él, incluso me había pasado horas en un foro leyendo cada una de las opiniones de chicas adolescentes que debatían acerca de su mejor foto, su mejor look o su mejor expresión, y lo que hacía particularmente hermosa la sonrisa que ahora adornaba su rostro, era que no existía nadie que la conociera. Esa sonrisa era mía.

—Debemos celebrar tu última día de exámenes —dijo abriéndose paso a la casa, haciéndome a un lado y entrando directo a la sala.

Un día a la semana, desde su segundo año de preparatoria nos veíamos para ver películas en mi casa, donde más que ver la película nos la pasabamos hablando de nuestra semana, trabajo, miedos y alegrías. Durante ese tiempo fue que terminé por enamorarme perdidamente de él, no solo por el tiempo que pasábamos juntos. Hiroto era la única persona que comenzó a escucharme sin prejuicios, era con la única que podía ser honesto y decir las cosas que sentía. Me costó mucho trabajo abrirme de tal forma con Kai y posteriormente con Reita y los demás. Sin embargo, él había sido el primero. El primero en regalarme momentos íntimos con solo una mirada, en preocuparse y decirme te quiero al oído. No en un modo romántico, como amigos, pero lo había hecho.

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