11

63 5 7
                                    

Shou

Bajamos de la motocicleta de Uruha, habían pasado los dos días que le había dicho a Sakito que me esperara, para ese punto yo ya estaba usando ropa prestada de Aoi. Me sentía como si tuviera que despertar de un sueño en el que me había sumido por los últimos días, desde haber encontrado a mis amigos hasta haberme subido a bordo de un Lamborghini y haber competido una carrera junto al mejor piloto que jamás había conocido. Ahora todo llegaba a su fin en esa estrecha calle que daba a la casa de Kyo, donde sabía que se encontraban todos.

Escuché al castaño dar un suspiro fuerte al quitarse el casco, miraba la fachada de la enorme casa con un aire de nostalgia, probablemente era un manojo de nervios, mucho más grande que yo. Estaba a punto de reencontrarse con personas que lo creían muerto desde hacía ocho años, podía ser un golpe de realidad tan fuerte que no estaba seguro si estaba preparado para hacerlo.

Le di una palmada en la espalda—. ¿Seguro que estás bien? —Le pregunté nuevamente, lo había hecho antes de salir del edificio donde vivía con Aoi, él volvió a asentir—. Antes de que entremos, —dije con cierta vergüenza, Uruha me miró con atención, miré al piso incapaz de verlo—, ¿puedo hacerte una pregunta? —Volvió a asentir—. ¿Cómo es que accediste tan rápido a venir aquí sin Aoi? En otro momento hubieras pataleado y le hubieras gritado de cosas —sonreí recordando cuando éramos adolescentes.

No fui el único, Uruha soltó una risa que pronto se había convertido en mis sonidos favoritos, negó un poco avergonzado—. Primero que nada, ya no tengo dieciséis años —dijo guardando el casco en la bolsa lateral de la Icon Sheene—. Segundo, porque Yuu y yo lo hablamos —suspiró—, aprendimos que teníamos que decirnos las cosas para poder llegar a resolverlas, que ocultarlas nunca iba a llegar a nada y si solo nos teníamos el uno al otro debíamos ser honestos, con todo —lo miré sorprendido—. Suena fácil, pero no lo es, no tenemos la relación perfecta, nos peleamos por cosas insignificantes y podemos pasar horas sin hablar; tal vez días. Sin embargo, entendimos que si queríamos avanzar no podíamos hacerlo ocultando cosas, sobretodo después de lo que pasamos, no podríamos haberlo superado si no hubiéramos estado constantemente hablando al respecto —desvió la mirada por unos instantes, probablemente había recordado algo desagradable, se repuso de inmediato—. No estoy de acuerdo con la decisión que tomó, lo entiendo, que es diferente. La mejor manera para que Yuu pueda encontrar una solución a nuestro problema es sentir que estoy a salvo, aún si yo solo me siento a salvo a su lado. Pudimos haber discutido y pude ponerme en contra de sus deseos, pero solo hubiéramos peleado y él me hubiera alejado de todas formas; sin embargo, si vengo contigo, no sólo logro que él esté tranquilo, yo mismo puedo encontrar soluciones a lo que nos apremia, porque ya no soy un niño. Yo también puedo poner de mi parte para que estemos bien, para encontrar una solución, no solo a nuestro problema con la mafia, también con mi madre —dijo finalmente alzando los hombros.

Quería decir algo, pero no encontré qué, sentí que el mundo me daba vueltas. Tal vez, como había dicho, su relación no era perfecta, solo que sonaba tan madura, tan irreal. Traté de imaginar cómo habían llegado a todas esas conclusiones, las peleas, el llanto que debieron pasar, a veces por tratar de proteger a alguien terminas haciendo mas daño y ellos habían llegado al punto de tener que resolverlo juntos, porque entendían que no estaban solos. Para mi eso impresionante y casi imposible de lograr.

—¿Seguro que tienes veinticuatro? —Pregunté rompiendo el extraño ambiente, Uruha volvió a reír.

—Hay cosas que son más fáciles que otras —volvió a ver la fachada de la casa.

Rodeé sus hombros con mi brazo—. Tal vez este no sea tu hogar, pero las personas que están ahi adentro, sí son tu familia —le dije de forma reconfortante.

2Fast, 2Beautiful [The Gazette]Where stories live. Discover now