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Shou

Un dolor punzante en la cabeza, muy familiar fue lo que me despertó. La luz de los rayos del sol entraban por la ventana de una forma muy molesta, no había cerrado la cortina al entrar a dormir; sutiles recuerdos de la noche anterior fluyeron como agua en mi cabeza. Había tenido un maravilloso sueño que involucraba a Uruha, Uruha y sus suaves labios contra los míos, si lo pensaba con atención podía jurar que recordaba incluso su sabor.

Me recriminé al instante tener ese tipo de pensamientos acerca del castaño, no podía negar que vivir con él se había vuelto una especie de dulce tortura. Por un lado, todos los días se hacía cargo de hacerme reír, de hacerme comer, mantenerme entretenido, darme espacio cuando lo necesitaba y se iba a trabajar, no hacía preguntas de más cuando bebía o desaparecía en los burdeles, siempre estaba dispuesto a darme una taza de café en las mañanas y decir un comentario extraño al respecto. La manera en la que me procuraba me volvió loco, lo suficiente para odiarlo por completo; para hundirme un poco más en mi miseria de saber que no podía tenerlo.

El sueño solo era el colmo de toda la situación, era como brindarme una esperanza inexistente de algo que jamás ocurriría y que al mismo tiempo se sentía tan realizable.

Me levanté sintiendo el mareo usual de la resaca haciendo que mis rodillas flaquearan un poco, no recordaba qué tanto había bebido, estaba bien hasta que Uruha me había sacado de la fiesta a rastras, dejando muy claro que era hora de irnos y sin darme explicación. Recordaba el bendito auto, de lo demás nada. Me cambié de ropa, yendo directo al baño a echarme agua helada en la cara, las ojeras más grandes debajo de mis ojos y el agua escurriendo de mi cabello.

Salí a la estancia principal, donde como ya lo esperaba, estaba Uruha recargado en la barra de la cocina mirando la televisión con expresión contrariada, una taza de café en sus manos. En realidad era una visión espectacular, vestía una camisa de tirantes que dejaba ver sus omoplatos tan blancos como la leche, haciendo una ligera presión por estar recargado. Delineé su figura sin quererlo, la forma en que sus clavículas se marcaban y su labios parecían besar la taza con cada sorbo del liquido revitalizador. Tenía arqueada una ceja, absorto en el programa que se desplegaba en la televisión. Cuando por fin desvié mi atención a la pantalla, me encontré con un documental de autos, con razón se le veía tan contrariado, seguramente estaban diciendo pura sandez.

—Buenos días —dije con cierto pesar en la voz, aún avergonzado del sueño que había tenido.

Uruha se volteó ligeramente, me sonrió alegremente—. Buenas tardes —se burló.

Miré mi reloj sin entender qué decía, marcaba la una de la tarde. No me había percatado de que había dormido tanto, que él estuviera bebiendo café demostraba que tampoco se había despertado temprano.

—No deberías dejar que beba así —dije por decir algo, me acerqué a la barra de la cocina y me senté frente a él.

Se giró completamente hacia mi, separados por el mueble, se recargó en sus codos, lo sentí imposiblemente cerca—. Es lo que trato, pero no soy quien debe decidirlo, ¿no crees? —dijo tranquilamente y volvió su atención al televisor.

—¿Crees que no me di cuenta que me estabas dando agua en algún punto? —me burlé.

—¿Puedes culparme? —Se alzó de hombros sin mirarme.

—Podría besarte —las palabras se resbalaron de mi boca tan rápido que me arrepentí al segundo de decirlas. La había cagado y en grande, sentí el pánico recorrerme el cuerpo, después de todo lo que había hecho por mi, yo salía con mis estupideces. Esperé que me dijera algo terrible en el momento en el que se volvió a girar hacia mi.

2Fast, 2Beautiful [The Gazette]Where stories live. Discover now