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Shou

Seguí a Aoi por todo el hotel, parecía estar pensando en miles de cosas al mismo tiempo. Para mi, lo mejor era que simplemente fuéramos a casa de Kyo y después resolviéramos todo lo demás pero al contrario, Aoi parecía tener otras cosas en mente. Bajamos al estacionamiento, los tres, yo a un lado de Uruha quien lucía bastante confundido por la acción.

Me quedé pensando en lo mucho que ese chico había cambiado, como su aroma había inundado mis sentidos cuando me abrazó, lo reconfortante que había sido que al borde de las lágrimas me diera un hombro en el cual llorar. ¿Cuándo había sido la última vez que me había sentido así con Sakito?

Sakito era otro tema, seguía dándole largas porque no quería decirle mi verdadero paradero, los Shiroyama me lo habían pedido. Sin embargo había otra razón que no quería aceptar, me avergonzaba verlo, me calaba hasta los huesos pensar que lo nuestro simplemente ya no tenía remedio. Yo era un perdedor, Sakito había salido de mi mundo hacía mucho tiempo y yo me había rehusado a aceptarlo.

Yo no era ni la sombre del chico que había sido ocho años atrás y hablar con Uruha parecía haber destapado todas esas debilidades. No había podido mentirle, tal vez si era la muerte de Gackt que me tenía muy jodido y también era el miedo a repetirlo. Ahora todo se estaba repitiendo en un chiste muy cruel, Sakito estaba convencido que la mejor forma de actuar era volviendo a correr. Se había vuelto loco, ¿por qué quería que todo volviera a pasar?

Tenía años sin hacer drift, sin saber lo que se sentía rechinar las llantas de un auto. Tenía miedo de volver a enfrentarme a aquello y no ser lo suficientemente bueno; hacer drift era lo único de lo que poseía memoria, hacía bien. Si me subía al auto y no lo lograba, no lo soportaría. En aquello iba pensando cuando Aoi se frenó en seco girándose a vernos.

—De acuerdo, sólo no te vayas a enojar, ¿si? —le dijo Aoi a Uruha.

Uruha cruzó los brazos y alzó una ceja.

—No me des motivos para hacerlo —dijo divertido—. ¿Qué hiciste esta vez? —sonrió. Parecían conocerse de pies a la cabeza, en una sinergía cuasi perfecta que muchas parejas envidiarían; al menos yo ya lo hacía.

—Digamos que no deje de manejar del todo —se excusó Aoi señalando hacia atrás con la cabeza.

Me asomé por encima de su cabello, un Lamborghini Murciélago de color azul reluciendo detrás de él, impecable, perfectamente cuidado.

La carcajada de Uruha me tomó por sorpresa y también acarició mi oído, su voz profunda causó un alboroto extraño en mi estómago, que ignoré olímpicamente.

—Te volviste loco —dijo el castaño acercándose al auto—. ¿Por qué no me lo dijiste?

Aoi se alzó de hombros con pesar en el rostro—. No quería que pensaras que no le tenía respeto a nuestro pasado, después de todo lo que ocurrió, me parecía cínico seguir corriendo, querer hacerlo y conducir un auto a gran velocidad —se excusó.

Uruha se acercó a él poniéndole una mano en la mejilla—. Lo siento, nunca había pensado que fue terriblemente egoísta de mi parte no reparar en lo mucho que te gustaba correr. Entiendo por qué lo hiciste, jamás podría estar enojado contigo por eso —le dio un ligero beso en los labios.

El pelinegro sonrió, pero su cara cambió a una de pánico al recordar que me encontraba presente. Probablemente estaban muy acostumbrados a esos gestos entre ellos, sin embargo, con mi presencia habían vuelto a ser hermanos, no pareja. La verdad, es que lo menos que tenía en la cabeza era si tenían la misma sangre corriendo por sus venas; sino las mariposas que estaban revoloteando en mi estómago al ver la escena.

2Fast, 2Beautiful [The Gazette]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora