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Aoi

—¡Tu no me puedes hacer esto! —Gritó mi madre, podría jurar que los ojos se le iban a salir del coraje.

Traté de no mostrar ninguna expresión en la cara, Sakito estaba frente a mi con una mueca en el rostro. Había decidido acompañarme a la ultima lectura del testamento, donde tenía que demostrar que yo era un Shiroyama para que me dieran la famosa herencia. Simplemente lo había hecho por educación, mi padre se había aparecido en el hospital en plena madrugada para donarle sangre a Kouyou, con lo que quedaba mas que confirmado quien era su hijo y quien no. Quería informarle a mi madre que su jueguito se había terminado, obviamente no lo había tomado de la mejor manera.

—Te voy a hundir, Yuu. Tus fraudes, tu enfermedad, no puede ser legal, voy a hacer que te arrepientas de hacerme esto —dijo la señora casi gritando. Estuve conteniéndome, no podía creer que ni siquiera hubiera preguntado por el estado de salud de su propio hijo.

Sakito me había dicho que no dijera una palabra de más, así que mi amigo era quien se había adelantado ante el griterio.

—Mire señora, —se apretó el puente de la nariz— entiendo que esté enojada, se le acabó el cuento y todo eso que la verdad no me interesa. Solo quisiera decirle, que no hay manera legal de proceder en contra de Yuu, sin que primero yo arme un caso en contra de usted. Ningún abogado en su sano juicio tomaría un caso que ya está perdido. Podría yo incluso demandarla por negligencia, dos hijos que huyeron de casa y fingieron su muerte, ¿dónde estaban sus padres? —Fingió escandalizarse, mientras mi madre perdía todos los colores de la cara—. Y si tan solo, por mero berrinche se le quiere acercar a Yuu o a Kouyou, la voy a demandar por acoso —amenazó—, si usted cree que no voy en serio, a cualquier abogado que se le acerque, dígale que irán en contra de Takahiro Sakaguchi. Buena suerte —hizo un ademán con la mano para despedirse y se dio la vuelta.

Sonreí ligeramente, siguiendo al otro a la salida. Sakito aún estaba vestido con mas de una capa de ropa, traía puesta una bufanda que apenas alcanzaba a cubrir las diversas marcas que Byou le había dejado. Sin mencionar el golpe en la cara. Aún así no había dicho una palabra al respecto, desde que llegamos al despacho se había colocado una máscara de insolencia y había actuado como una estrella ante mi madre. Ahora que íbamos rumbo a la salida, noté como sus hombros se tensaban cada vez que alguien desconocido cruzaba por nuestro camino.

—No tienes que cargar con esto solo, ¿sabes? —Le dije finalmente cuando salimos al estacionamiento del despacho.

Sakito bufó caminando directo a su auto, lo seguí sin querer dejar el asunto. Sabía que iba a negarlo, pero no podía dejarlo así o terminaría por destruirlo.

—Ya lo hiciste por mucho tiempo —insistí.

—¿Qué sabes tu de eso? —Preguntó a la defensiva.

Fue mi turno de bufar.

—¿Crees que no lo sé? ¿Cuántas veces llegaste a casa solo para levantarlo del piso? O que ya estabas tan cansado que solo lo giraste para que no se ahogara —Sakito abrió mucho los ojos cuando le dije aquello, seguramente pensaba que había hablado con Shou, pero no, era que yo había pasado por lo mismo—. ¿Cuántas veces te prometiste que al despertar tratarías de ser mejor para él? Que le pondrías mas atención y tal vez ese día no tomaría tanto. ¿Cuántas veces no llegó a casa y temiste que estuviera muerto en algún lado? Te repetiste mil y un veces que era una etapa, que iba a pasar y que no necesitaban ayuda. Incluso cuando las peleas se convertían en gritos y golpes —continué—. Sakito, creo que dejarlo fue lo mejor que pudiste hacer. Yo no me atreví a hacerlo y casi se mata.

2Fast, 2Beautiful [The Gazette]Where stories live. Discover now