Capítulo 7

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Mis ojos pesaban con cada paso que daba al salir del Instituto, no pude dormir ni una gota durante toda la noche al pensar en que podría pasar hoy. Básicamente, los nervios me estaban comiendo viva, hasta en clases no pude prestarle atención en lo absoluto a nadie ni siquiera en la clase de arte donde estuve dibujando y borrando números para hacer mis calculos de cuanto tiempo faltaba para las diez ni un minuto más o menos.

Al caminar por el estacionamiento se me hizo extraño no encontrarme con las Gemelas Cerebro de Muestra para decirme sobre la fiesta o que alguna intentara robarme a mi supuesto novio cuando me podría importar menos. Ya casi llegando a la esquina puedo ver un carro acercándose y para mi mala suerte conozco perfectamente al conductor.

Respiro para eliminar mi frustración al acercarme a la ventana del piloto, Enzo rápidamente la baja para mostrarme su horrenda cara claramente molesta.

-¿Cómo que no puedes ir?- resopló, al parecer no le gustó para nada.- En qué cabeza cabe que iré solo a la fiesta de Alice y Alisson sabiendo que necesito llevar a mi novia.

- Pues que quieres que te diga Enzo- gire mi cabeza para que quedáramos al mismo nivel- La Señora White me dijo que necesitaba mi ayuda urgentemente y me pareció más lógico cuidar a dos bebés que ir a una estúpida fiesta que se repetirá dentro de una semana-

Sus manos sostuvieron con más fuerza el volante a la vez que sus ojos me miraban aún más molestos.

- Para la próxima- dijo mientras yo me hacia para atrás.- Recuerda que tu prioridad número uno es tu novio- arrancó sin más dejándome nuevamente con todas las palabras en la boca.

Cuando el carro desapareció de mi vista pude respirar con más calma, al parecer se había creído la mentira solo esperaba que la Señora White continuará de viaje unos meses más para que nadie sospeche nada. Al salir, pude sentir un poco de libertad en mi pecho que me demarcaba que por primera vez en mucho tiempo podía hacer lo que quisiera sin ningún tipo de obligación, mi estómago casi como un gato enjaulado comenzó a hacer unos ruidos nada placenteros.

Miro para todos lados y me encuentro muy oportunamente una cafetería, decido acercarme antes de que mis intestinos inicien a comerse o termine convirtiéndome en un demonio. Al empujar la puerta, el olor a galletas inundó mis sentidos y de manera casi involuntaria camine a la caja, el menú mostraba una gran variedad de postres desde galletas de chocolates hasta croissants; a delante mío una chica se encontraba encargada de la caja.

-Hola- soltó casi de golpe mientras se miraba sus perfectas uñas pintadas de negro-

- Quisiera un muffin de chocolate y un capuccino para llevar- saqué mi tarjeta de mi bolsillo- Mejor que sean dos muffins de chocolate y uno de arandanos-

- ¿Solamente?- preguntó con sarcasmo al tomar la tarjeta y realizar el cobro- En la barra te darán tu pedido- sonreí falsamente para ir a donde me había dicho.

Nuevamente, ella se dedicó a preparar todo de manera veloz; cambiando mi vista puedo ver que la pequeña cafetería está casi desierta salvo por un chico que está concentrado en un libro evitando que pudiera verle la cara, solamente define que su mata de cabello era castaña.

- Chica, tu pedido- me entregó en una pequeña bolsa todo y en la mano la bebida realmente caliente, seguramente se quedará pegada en mi mano.

Me di la vuelta para salir de este lugar y ahora si encaminarme a casa, de manera poética cuando me gire el chico misterioso bajo el libro dejándome ver al acosador del otro día solamente que sus ojos ahora eran de un tono casi gris mientras que los que recordaban claramente eran de un verde pálido casi blancos. Su cara, mostraba casi ningún tipo de emoción al verme quizás un poco de curiosidad al ver mi rostro seguramente contraído por el miedo, sin más salí del comercio antes de que su cerebro conectará que era la chica que casi lo deja sin hijos y que puede terminar lo que empezó.

Mi Caos RusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora