Capítulo 46

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El sonido proveniente de los helados vientos y pisadas de personas llenan la calle, adornada con sus mil y una lucecitas navideñas. Los millones de cuerpos pasan apurados, empujandonos a Xav y mi persona en el proceso, sin molestarse en disculparse. Cada golpecito hace más pesado el recuerdo que, aunque ame la navidad, la gente se vuelve bestia en la época.

-¡Jésus! ¿Acaso están ciegos o qué mierda?-Dice mi boxeador, asegurando su agarre en mi cintura mientras tratamos de escurrirnos entre la multitud.-Son las putas siete y media de la mañana y no se puede ni caminar.-

-Jodido diciembre.-Murmuro, pegándome más a su cuerpo en busca de calor. El poco amigable frío no ha parado de querer y lograr colarse entre mi piel, provocando que mi cuerpo tiemble como una maldita maraca. Sinceramente, mi cerebro nunca entenderá por qué el universo quiso que nos que los humanos se congelasen.

Intentando ignorar el tormentoso clima, me enfoco en las decoraciones. Varios colores riegan los edificios y faroles de las calles, dando ese aura cálido y alegre de la navidad. Luces de diferentes figuras le dan magia al lugar con su brillo incandescente. Los letreros con el personaje de Santa Claus y los renos se hacen ver, causando sonrisas a algunos que todavía conservan la inocencia de un niño.

Estas fechas siempre me han parecido de suma importancia ya que , aunque la celebración con mis padres era una mierda, me la pasaba de maravilla con Apolo, escuchando fantasías que salían de su boca, creando un ambiente feliz. La fiesta se ha tratado de magia y cariño desde que tengo siete años, no de regalos.

-¡Estás violeta del frío! Olvida la jodida cita con Mara, te llevo a casa.-La voz de mi boxeador me saca de pensamientos, pero causando esa sensación cálida que me encanta.

-Nop, Xav. Mara dijo que me quería en el consultorio una semana después del accidente. No podemos ignorarla, ¡es doctora! Aparte, estoy bien.-Mis palabras salen con toda sinceridad. Esta semana, gracias a los excesivos cuidados de Xav, he mejorado muchísimo. La mayoría de cortaduras han sanado, mi costilla no duele al igual que mi hombro. De lo único que me quejo es la falta de besos y otras caricias que ha habido. Sí, me avergüenza admitirilo en mi cabeza, pero mis hormonas lo esperaron muchas semanas para que luego me diga que no puedo tocarlo como quiero porque hay una posibilidad de herirme.

-Está bien, pero acércate más. No puedes enfriarte demasiado.-Xav quita su bufanda, enrollandola en mi cuello. Ignoro las mariposas en mi estómago y le miro mal.

-Tú te vas a enfermar si sigue así. También te lastimastes y necesitas sanar.-Hago ademán de quitarme la prenda mientras caminamos, ya casi llegando al hospital.

-No, yo solo me corté una parte de la ceja, así que te la dejas, señorita.-Le saco la lengua y voy desenrollando la tela, dejándolo a él con la ceja arqueada y una expresión retadora.-Atrévete, Campanita.-

-Mirame, boxeador.-Xavier se coloca detrás mío, envolviendo sus brazos en mi cadera, llevando mi mano en el abrazo. Forcejeo, pero me quedo estática al sentir como su nariz delinea el pequeño espacio de piel visible a través de la bufanda.

-Sé que te encanta desvestirte frente a mí, pero solo quiero ver ese hermoso cuerpo cuando mis ojos sean los únicos en deleitarse, Campanita.-Un sonrojo invade mis mejillas, mientras la risa de mi boxeador resuena.-Me encantan tus mejillas rojizas.-Aunque el cariño es palpable en su voz, intento hacerme la difícil ya que no me agrada tener la cara de nariz de Rudolf.

-Eres un payaso, parezco tomate.-

-No, luces como mi preciosa Campanita.-Un beso es posado en mi mejilla, ayudando a que los elefantes en mi vientre se enloquezcan y mi sonrojo se convierta en fuego. Xav me libera, causando que se mi ceño se frunza.

Mi Caos RusoWhere stories live. Discover now