Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Hace unos pocos meses, Richie estaba en un Arcade, compitiendo contra otro niño en el Street Fighter para olvidarse de Eddie al menos un momento.
Él tenía su misma edad. A día de hoy no recordaba su nombre, pero lo conoció en ese mismo sitio y le cayó realmente bien. Al verlo le recordaba muchísimo a Stanley, sólo que era un poco más divertido. Admitía que le había gustado un poco.
Richie ganó la partida. El otro le miró impresionado y, hasta cierto punto, con admiración.
— Eres muy bueno —dijo él. El bocazas sonrió con cierto aire presumido.
— Lo sé, gracias —hizo un casto saludo de manos con él.
Richie observó cómo él miraba para los lados, notando que algo lo inquietaba. Estando a punto de indagar, el niño le ganó la palabra.
— Tengo que irme —musitó con un leve alarmo.
— ¿Ahora? —saltó él. Buscó un poco en la máquina y le mostró una moneda— ¿Jugamos otra partida? —el otro volteó unos instantes y regresó a verlo— Sólo si tú quieres.
Silenció sepulcralmente cuando percibió que, detrás de él, la cara de Henry Bowers y otros dos estaban entrando a la sala. Un escalofrío le recorrió la columna, inicando desde los homoplatos hasta la punta de los pies. Iba, enseguida, a advertirle a su nuevo amigo, pero nuevamente fue interrumpido.
— ¿Qué? —cuestionó, asqueado— ¿Por qué me preguntas eso? —chasqueó la lengua— No quiero ser tu maldito novio.
— ¿Qué? ¡No! Yo no…
— ¡No me toques!
— ¿Qué diablos pasa aquí? —cuestionó Henry, con semblante serio y acechador, casi peligroso, mirando al niño cuyo nombre Richie había olvidado.
— No me dijiste que tu pueblo estaba lleno de maricas.
El joven miró al niño que él parecía señalar con la vista. Sonrió retorcidamente.
— ¿El idiota de Richie Tozier? —soltó una pequeña risita irónica y molesta— Qué, ¿con mi… primo quieres sexo? —frunció el ceño, acercándose lentamente a él.
El nombrado estaba asustado, mirando con despiste. No podía creer que había sido cruelmente culpado por alguien que apenas conocía, pero con quien segundos antes había entablado una amistad algo breve. Sintió una terrible jaqueca que le anticipaba un llanto. Su garganta no le permitió hablar.
— ¡LÁRGATE DE AQUÍ, MARICA! —vociferó con fuerza Bowers, causando una exaltación de Richie que le hizo retroceder— ¡QUE TE LARGUES! —repitió, suficiente para que él saliera corriendo de allí.
Dentro del arcade, todos les seguían con la mirada, expectantes y curiosos, pero también asustados por Henry. Richie salió y no pudo evitar romper en llanto, corriendo en dirección al enorme parque que en esos instantes estaba extrañamente vacío.
